El sol cae sobre la piscina del resort como un espejo hiriente. El agua brilla, las risas de los huéspedes se mezclan con la música suave que suena en los altavoces, y todo parece perfecto. Al menos en apariencia.
Yo, en cambio, estoy lejos de esa perfección. Sentado en una tumbona, con un vaso de whisky en la mano a media tarde, observo el horizonte como si pudiera encontrar respuestas en él. La ironía no deja de golpearme: multimillonario, CEO del complejo turístico más exclusivo de la Florida, rodeado de lujo… con tantos millones, pero completamente vacío.
Hace dos años que Anna desapareció. Dos años de silencio absoluto. Ninguna llamada, ningún mensaje, nada. Como si se la hubiera tragado la tierra.
Frankie, mi mejor amigo, se acerca con su andar relajado. Se deja caer en la tumbona
