Capítulo 6. No hay que tener sangre en la cara para venir.
Hasta el momento Brisa no entendía nada... su mejor amiga se acostó con su novio, ¿Desde cuándo? No lo sabía, pero según él, Luna estaba sola y con problemas, y según ella, solo fue se xo y nada más.
-- Tiene que ver con todo. Siempre has sido la favorita de cada una de las personas que conocemos. Siempre la perfecta, la… la hermosa, porque, aunque ahora te vistas de esa manera y uses esos lentes tan ridículos, aun asi te ves bien... siempre la mujer que todos admiran – ahora quien estaba siendo dramática era Luna.
-- Eso no es así, tú... – alego Brisa, pero fue interrumpida por su amiga.
-- Si lo es, siempre has sido la que “lo tenía todo”. Pero dime ¿Qué se sintió estar bajo mi sombra por una sola vez? – le dice con burla.
Brisa no podía creer lo que escuchaba, al menos no de la mujer a quien siempre considero su mejor amiga.
Brisa miró su reloj y se dio cuenta de que no llegaría a tiempo a su reunión, era en ese momento donde debía poner prioridades, y aunque no lo quisiera porque necesitaba cerrar ese círculo vicioso que estaba manteniendo con su ex y su amiga, su trabajo era más importante que el patético par que tenía frente a ella.
En el piso superior Alonso Esquetini observaba el reloj, había citado a su empleada a las siete y treinta de la noche, el reloj ya había marcado esa hora y no había señales de ella.
Todo el día estuvo tratando de descubrir quién era la mujer con la que pasó la noche. Observaba en silencio la nota en sus manos, no era un grafólogo experto y menos un perito calificado, pero los apuntes que había hecho la señorita Piaggio en el informe de esta mañana tenían la misma letra del mensaje escrito en el papel que le dejaron en el hotel, el mismo que no dejaba de mirar, intentando recordar algo de aquella mujer…
-- ¿No puede ser ella? ¡eso era imposible!, ¿Cómo podría serlo y comportarse asi conmigo después? – se preguntaba en voz baja, mientras los recuerdos de la noche volvían a su mente en simultaneo.
La noche apasionada, la voz seductora de la ebria mujer, su olor, su cuerpo… Alonso observa la nota releyéndola por decima vez.
** Gracias por estar allí cuando necesite un escape. Gracias por una noche sin nombres y sin compromisos **
Alonso entrecerraba los ojos mirando la manera como lo había firmado,
** la chica rota que necesitaba escapar **
Se levanta de su asiento y sale de la oficina en busca de la joven, quería una explicación y la quería ya…
Abajo Brisa no podía moverse de su lugar, las cosas que dijo Luna le indicaban que había sido ella quien envió la imagen, eso estaba claro, pero su jefe todavía la estaba esperando.
Ella aplaude decidida a terminar con todo.
-- Bien ahí Luna... todo te salió muy bien –
-- ¿Qué quieres decir? –
-- Está claro, fuiste tú quien envió esa memoria USB a la fiesta – la señala con el dedo. Y mueve la cabeza de un lado a otro llena de decepción.
-- ¡Que tonta he sido! Como no lo pensé antes, quién más sino tú se habría atrevido a hacer algo así, entonces respóndeme algo ¿Qué querías ganar con todo esto?... – le preguntó Brisa con los ojos ardiendo de impotencia, debía alejarse de ahí, lo necesitaba. Pero sus pies permanecían clavados en el piso esperando la respuesta.
-- Acaso fue una manera de escupirme en la cara el hecho de que tu no podías controlar tus frustraciones... soledad, ja – le dijo mirando ahora a Franco.
-- Solo a ti se te puede ocurrir una excusa tan mediocre – no pudo más, necesitaba decir lo que tenía guardado dentro de sí por demasiado tiempo.
-- Llámalo como quieras – le respondió Luna con un encogimiento de hombros.
-- Pero debes saber que lo disfruté. Y obviamente él también – Franco intentó detenerla, estaba allí para arreglar las cosas con su novia, no para echar más leña al fuego.
-- ¡Luna!… por favor no digas esas cosa. Solo estas enredándolo más – Brisa miró a Franco con fuego en los ojos.
-- ¡No por favor!, no la detengas. Déjala seguir. Por primera vez está mostrándose tal y como es. Una víbora en tacones que se arrastra hacia donde cree que tiene poder, una mujer que no le importa dormir en una cama diferente cada día –
-- ¡Brisa! – exclamó Franco y cuando se dio cuenta que estaba defendiendo a Luna cambio su actitud.
-- Bri cariño – le dijo, acercándose unos pasos más a ella, pero Brisa lo empujó, solo tenerlo cerca le provocaba arcadas.
-- Aléjate de mí y no vuelvas a llamarme así. ¿Bri?, ¡Cariño! Siento asco de solo escucharte –
-- Pero yo vine a pedirte perdón, quiero que solucionemos las cosas – Franco intentó acercarse nuevamente, pero ella retrocedió. La joven de la recepción había salido discretamente dejándolos solos.
En ese momento la puerta del ascensor se abrió, el presidente Alonso Esquetini aparecía en escena, escuchando la última frase del ex, al parecer la señorita Piaggio tenía novio, ella no parecía estar feliz con él, incluso escuchó que él estaba ahí para pedir perdón, su ceño se frunció enseguida.
-- Brisa, amor. Nosotros hemos... –
-- Nosotros nada Franco. O sí, mejor dicho, nosotros hemos terminado –
-- Pero amor –
-- Te he dicho que no me llames asi, no tienes derecho –
-- Está bien, pero lo nuestro no tiene que terminar, no así – susurró arrepentido, tratando de sujetarla y retenerla con él. Se había imaginado que fue Luna quien envió esa imagen, pero escucharlo de los labios de Brisa fue algo arrasador y ver que Luna no se defendía peor. Cayó en la trampa como un novato.
-- En eso tienes razón Franco Cardenas… lo nuestro debió terminar hace mucho tiempo – le dijo, liberando su brazo de un jalón.
Y echándole un último vistazo a su amiga, añadió:
-- Y tú, Luna… espero que al menos haya valido la pena destruir una amistad de años para revolcarte con alguien que solo sabe pedir “lo de siempre” en la cama. Porque tu mejor que nadie lo sabía... asi que, si lo hizo contigo como lo hace conmigo, te esperan treinta segundos de decepción – el rostro de Franco se desencajó ante aquel comentario.
-- ¡Brisa Piaggio! – exclamó.
Brisa nunca se había quejado de él en la cama, pero ahora lo estaba haciendo, y no solo frente a él. Sino en la recepción de su oficina, donde alguien podría escucharla, donde unas cámaras estaban filmando todo lo que pasaba allí... y donde alguien escondido en uno de los ascensores no podía evitar sonreír.
Alonso mostraba una sonrisa extraña, escucharla decir eso solo significaba que lo estaba comparando con alguien más, no le quedaba ninguna duda, debió ser Brisa la mujer que estuvo con él, pero… ¿Cómo decírselo?
¿Recordará ella que el hombre con el pue pasó una noche de pasión en el hotel era él?
Alonso presionó el botón para cerrar la puerta del ascensor, no sabría qué decir ni cómo actuar, si ella lo veía allí. Si era ella, la mujer misteriosa quería que Brisa quien lo busque, o mejor aún, que sea ella quien se confirma y acepte que fue él, su propio jefe el hombre que la ayudo a escapar.
-- ¡Brisa tú! – grito Franco lleno de frustración, al ver que ella estaba lista para irse.
Comprendía que su ex estaba dolida, pero decirle aquello… él había sido su primer hombre, por lo tanto, el único en la vida s****l de Brisa, ella no tenía con quien compararlo y oírla decir aquello, lo destrozó.
Pero Brisa no se inmutó ante él, no quería saber nada de ninguno de los dos, para ella todo había terminado. Perdió a una amiga y un novio el mismo día, y aunque le dolía en el alma, debía continuar.
Se dio media vuelta y fue directo al ascensor, no escuchó si alguno de ellos le decía algo más, no lo necesitaba. Debía presentarse en la oficina de su jefe sino quería perder el ansiado puesto de asistente personal o quizás hasta el trabajo.
Unos segundos más el ascensor la recibió como una cúpula de salvación.
Mientras subía, respiró profundamente. Se sentía extraña, era verdad… pero por primera vez en años se sentía viva. Como si un pedazo de ese dolor que la había carcomido durante todo el fin de semana se hubiera desprendido de ella, como un pedazo de piel muerta.
Cuando las puertas se abrieron en el piso diecinueve, no tuvo tiempo de volver a su escritorio. Eran las 7:55 de la noche, veinticinco minutos más tarde de la hora en que debía presentarse antes su jefe.
Brisa sonrió rendida, solo debía esperar lo peor… intentó arreglar su cabello con las manos, miró su ropa en el reflejo de una de las ventanas, pero nada de eso le hacía olvidar lo vivido en la recepción, aunque no lo quisiera su cabello se veía mejor que antes, ya no estaba tan rígido a como salió de casa esta mañana y aunque le quitaba un poco el camuflaje que se había inventado para pasar desapercibida, sin que lo supiera se veía mucho más interesante ante el ojo opuesto.