Después de la última lección estaba confundido, debatiéndome entre la ansiedad de siempre, y el temor a la idea de nunca tener sexo con mamá. Es cierto que cada viernes la cosa parecía ponerse más morbosa. Pero también cabía la posibilidad de que nunca iba a cruzar esa barrera. Pensar en eso me llenaba de angustia. Pero eso no quitaba que siguiera emocionado cada vez que se acercaba la hora de la nueva lección. Por más que no fuera a penetrarla, sabía que iba a pasar algo muy erótico con mamá. A las diez en punto, como siempre, estaba sentado en el sillón esperando. Pero esta vez, ella no apareció enseguida. Eso me inquietó, porque esas horas eran sagradas para nosotros, o al menos eso creía yo. Me levanté y me acerqué sigilosamente a su cuarto, encontrando la puerta entreabierta. Escuc

