Era cierto. De hecho, la que más me gustaba era ella, y estaba seguro de que lo sabía. Seguimos charlando. El viaje se hizo algo largo, pero pensé que eso estaba bien. Ninguna buena fiesta empieza temprano. Llegamos pasadas las once de la noche.
El auto se detuvo frente a una casona de dos plantas, con un jardín perfectamente cuidado y una fachada iluminada con luces tenues. Desde afuera, no había tanto ruido como esperaba, apenas un eco lejano de la música filtrándose por las paredes y alguna que otra sombra moviéndose detrás de las cortinas.
Al costado del camino de piedra que llevaba hasta la entrada, había varios autos de alta gama estacionados. Era evidente que no estábamos en cualquier fiesta. Esto no era una juntada de adolescentes con alcohol barato en vasos de plástico.
Me preg
