Entonces escuché a la chica rubia decir algo que no llegué a comprender. Cuando giré hacia ella, la vi alejarse, con una expresión de fastidio. Pero la dejé ir. Sabía que me iba sentir un pelotudo cada vez que recordara ese momento, pero me quedé ahí.
Volví la mirada hacia mamá. Pero ya no estaba en el ventanal. La busqué, desesperado. Ahora que la rubia ya no estaba conmigo, podía moverme, así que me hice lugar entre la gente.
Mi corazón dio un brinco cuando la vi alejándose con los dos tipos.
Se metieron por un pasillo lateral, lejos de la música, lejos de la multitud. Sentí una presión en el pecho.
Mis pies se movieron por sí solos. Mi mente me gritaba que me quedara donde estaba, que no tenía derecho a seguirla, que no debía ver lo que estaba por suceder. Mamá tenía todo el derech
