Se mordió el labio inferior y, sin apurarse, deslizó una mano por su muslo, recorriendo la fina textura de la media de encaje n***o hasta llegar al borde de su faldita roja. Sus dedos rozaron los tirantes del portaligas, apenas estirándolas antes de seguir su recorrido hacia el borde de su ropa interior. Con un movimiento lento, que me pareció muy sensual por sí mismo, desabrochó la delicada presilla que sostenía la ropa interior al portaligas, liberándola de su ajuste. Yo observaba, hipnotizado. Mamá, con esa calma suya que me volvía loco, atrapó la delgada tela entre sus dedos y, deslizándola con suavidad por la curva de sus caderas, la llevó lentamente hacia abajo. La prenda resbaló entre sus muslos, rozando el encaje de las medias mientras bajaba por sus piernas. Cuando la ropa inte

