—Sí, obvio —dije, sin dudar.
—Bueno… —dijo, y apoyó la espalda contra el respaldo del sillón—. Una de las fantasías más fuertes que tengo —dijo lentamente— es que un desconocido me tome por sorpresa. Que me empuje contra una pared, me arranque la ropa y me posea por la fuerza, contra mi voluntad.
Se hizo un silencio espeso. No esperaba que tuviera una fantasía de ese tipo. Sentí que la temperatura del ambiente subía.
—Eso… ¿te excita? —pregunté, con la boca hecha agua.
—Muchísimo —dijo, con total naturalidad—. Pero también sé que no quiero que eso me pase de verdad.
Se inclinó un poco hacia adelante.
—¿Entendés? En mi cabeza, yo controlo al desconocido. Es una puesta en escena que me excita porque estoy segura. Pero en la vida real… eso sería una pesadilla. A ninguna mujer le excita
