La miré sin parpadear. —Hay cosas que, una vez que las hacés realidad, pierden toda la magia. Se vuelven comunes, predecibles. Y ya no dan ganas de repetirlas. A veces incluso mientras las llevás a cabo, dejan de ser agradables. —Hizo silencio un instante, y me penetró con una mirada intensa. No me estaba hablando con severidad, pero estaba muy metida en su papel docente—. Estoy segura de que esa fantasía que tenés conmigo es una de esas. Puede parecerte excitante la idea de acostarte con tu propia madre, pero, si la cumplís, vas a caer a tierra. Te vas a dar cuenta de que solo lo deseabas por la intimidad que tuvimos en los últimos meses, por cómo se distorsionó tu visión hacia mí, y porque es algo que reconocés como inalcanzable. Cuando recuerdes que soy tu mamá, hasta te va a dar asco.

