Pasaron unos días desde esa noche. Desde… LA noche. Y yo todavía no terminaba de caer en lo que había pasado. Recordé lo que me había dicho mamá, eso de que seguramente, si cumplía la fantasía de cogérmela, luego me arrepentiría, y hasta sentiría asco por lo que hicimos. Pero no, obvio que no me sentía así. Estaba tirado en la cama, boca arriba, con las manos detrás de la nuca y la mirada clavada en el techo. No tenía la tele prendida, ni música, ni el celular a mano. Nada. Solo yo y el recuerdo. Mamá en tanga, con las tetas desnudas, sacudiéndose suavemente, prometiéndome que en ese mismo instante me iba a cumplir mi fantasía. Mi v***a se puso dura con solo pensar en eso. Y eso que apenas había evocado esa imagen. Porque lo que pasó después, fue mucho más intenso, más caótico, más deme

