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Herederos del crímen

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Descripción

Milan Romanov, el joven y despiadado Boss de Rusia, trama destruir a sus primos, Aidan y Alana. Al tomar a Alana como esposa, Milan ignora que ella tiene sus propios planes: usar su belleza y seducción para no solo sobrevivir, sino también para tomar el control y liderar Rusia junto con su hermano. En medio de la traición y la intriga, se desata una batalla entre dos estrategias letales que cambiarán el curso del poder en la fría tierra rusa.

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El cumpleaños de Alana (Primera parte)
Massimo Salvatore, un líder respetado en los círculos de la mafia rusa, se prepara para una noche trascendental: el decimoquinto cumpleaños de su hija, un evento que reúne a la élite de la organización. Con el ejército rojo bajo su mando, ha expandido el territorio y consolidado un poder formidable. La celebración refleja la importancia de la familia en su vida, y Massimo, también conocido como Max el sangriento, ha invertido tiempo y esfuerzo en la formación personal de sus mellizos. Los ha instruido personalmente en combate, estrategia y diversas disciplinas, forjando a dos jóvenes influyentes. Ambos dominan varios idiomas y han recibido educación en los mejores colegios, asegurando su preparación integral para el mundo en el que están inmersos. La velada promete ser un evento de magnitud, marcando no solo el cumpleaños de su hija, sino también la continuidad de la influencia de la familia Salvatore en la escena de la mafia rusa. En la lujosa habitación de Alana, un equipo de estilistas trabaja con destreza para realzar su belleza. Mientras la joven se somete a la transformación, su madre, Paulina Ferrer, observa con un orgullo palpable, cada detalle de la meticulosa preparación. El cabello rubio y largo de Alana cae con gracia sobre sus hombros, mientras sus ojos azules, capaces de cautivar a cualquier hombre, brillan con una luz propia. A lo largo del tiempo, varios pretendientes han buscado su mano, encandilados por su encanto. Sin embargo, el patriarca de la familia no ha tomado una decisión final. Considera a Alana demasiado joven y ha establecido con firmeza que no se casará hasta alcanzar los dieciocho años, y solo con el consentimiento de un joven que él apruebe. En la élite de la mafia rusa, donde la educación y la pureza son valores fundamentales, Paulina Ferrer ha impartido lecciones a sus hijos sobre la libertad, la fortaleza y la valentía. Aunque les ha inculcado la importancia de forjar sus propios destinos, también ha subrayado la necesidad de mantener una imagen irreprochable acorde con el prestigio de su apellido. — Alana, mi amor, estás radiante esta noche. Esa vestimenta resalta tu belleza de manera excepcional.— Expresa Paulina orgullosa — Mamá, en serio no quería toda esto. Solo deseaba algo más íntimo.— Se queja ella — Entiendo, cariño, pero esta noche no está en discusión. Te presentaremos en sociedad como la joya que eres y tendrás la fiesta de quince que toda princesa merece. — Pero mamá, ¿por qué? No entiendo por qué esta ostentación.— La rubia rodea los ojos Paulina acaricia suavemente el rostro de Alana—Porque eres nuestra princesa, y mereces ser presentada con la grandeza que se espera de una Hoffman. —Bien, cuéntame, ¿cómo fue tu cumpleaños número quince? —Bueno, tu abuela solo compró un pastel. No teníamos mucho dinero, fue nuestra última celebración. Pero no quiero pensar en eso.— Explica Paulina — Las circunstancias eran diferentes entonces, cariño. Ahora, la vida nos ha sonreído, y quiero que tengas el esplendor que mereces. Esta noche, eres la reina de la mafia rusa. En ese preciso instante, la puerta se abrió y Massimo entró a la habitación. Su presencia imponente irradiaba autoridad y seguridad. Saludó a Alana con un beso en la frente y un cálido abrazo. Paulina, observando a su esposo con cabello oscuro y ojos verde esmeralda que aún la cautivaban a pesar de los años, se sentía afortunada. A ella le encantaba la forma en que Max trataba a Alana, con un cariño y respeto que la hacían sentir como su princesa. Alana tenía todo lo que Paulina anhelaba en su infancia: una familia lujosa, comodidades y, sobre todo, amor de sus padres y hermano. Paulina, al ver a su hija disfrutar de todo lo que a ella le faltó en su propia niñez, experimentaba una profunda felicidad. — Alana, mi preciosa princesa, hoy te veo deslumbrante. Feliz cumpleaños.— Expresa Max — Gracias, papá. — Quiero que sepas lo orgulloso que estoy de la mujer fuerte y hermosa que te has convertido. Eres todo lo que siempre he deseado en una hija. — Gracias, papá. Significa mucho para mí escuchar eso de ti.— Alana le devuelve la sonrisa — Llevarás alto los apellidos Hoffman y Salvatore. Has sido educada para enfrentar el mundo con valentía y honor. Confío en que seguirás construyendo sobre el legado de nuestra familia. — Haré lo mejor que pueda, papá. Gracias por siempre creer en mí. — No hay nada que agradecer, mi princesita pequeña. Estoy aquí para ti, siempre. Que este día marque el comienzo de una nueva etapa llena de éxitos y felicidad. Antes de que Paulina se retirara para coordinar los últimos detalles, volvió a acercarse a Alana con un beso afectuoso en la mejilla. Justo en ese momento, Max la sorprendió, atrayéndola hacia sí y depositando un beso suave en sus labios. Alana, aunque rodó los ojos con esa típica expresión de molestia, no pudo evitar que una pequeña sonrisa asomara en sus labios. Si bien no toleraba las demostraciones públicas de afecto de sus padres, debía admitir que le fascinaba profundamente la evidente conexión y amor que compartían. Era consciente de la reputación de Max, un hombre marcado por la sangre y el frío, un asesino implacable cuyo nombre resonaba con temor en la oscura red de la mafia. Conocía las historias de muertes que él había causado, la sombra que proyectaba en su camino. Sin embargo, Alana sabía que bajo esa fachada de crueldad y violencia, también existía una faceta distinta de él. A pesar de su imagen intimidante, Max se derretía al ver a Paulina, el amor de su vida. La mirada que le dirigía, llena de ternura y devoción, revelaba un aspecto completamente diferente del hombre que el mundo conocía. Era la paradoja de un corazón que podía ser implacable en sus acciones, pero que se transformaba en un rincón cálido y apasionado cuando se encontraba junto a la mujer que amaba y sus hijos. Paulina desciende majestuosamente por las escaleras, su vestido rojo como una llama encendida destaca entre la multitud. El maquillaje impecable resalta sus rasgos, especialmente el labial rojo que acentúa su elegancia. Un peinado alto completa su imponente presencia, y su mirada, aunque serena, no pierde detalle de los invitados, asegurándose de que todos estén cómodos en esta noche crucial. Los miembros de las cuatro mafias más poderosas, incluidos los temidos Romanov, han sido convocados a la celebración. A pesar de sus rivalidades, la ocasión exige una alianza aparente, y todos se reúnen, unidos por un protocolo que va más allá de las tensiones del inframundo criminal. Incluso Mateo Rinaldi, con su hijo Luca, marca presencia en el evento, recordando antiguas alianzas y estableciendo la necesidad de mantenerlas. Paulina, a lo largo de los años, ha mantenido una relación cercana con Luca Rinaldi en su papel de tía. Sin embargo, estos encuentros son infrecuentes, y la noche se presenta como una oportunidad para reconectar con el joven en medio de la efervescencia de la celebración. Ella queda maravillada al observar lo grande que está el joven, recién cumplidos sus dieciocho años. Su cabello oscuro enmarca su rostro, y unos ojos grises intensos resaltan en contraste. Cada rasgo en él parece haberse desarrollado con elegancia, convirtiéndolo en un hombre apuesto y seguro de sí mismo. A su lado, Mateo, su padre, irradia una presencia imponente con un traje impecable en tono oscuro. El cabello rubio y los ojos celestes acentúan su distinguida apariencia. La combinación de padre e hijo crea una imagen de poder y refinamiento, marcando su presencia en la celebración con una elegancia que no pasa desapercibida. Mientras ella los observa desde la distancia, se da cuenta de cómo el joven ha crecido para ocupar su lugar en el complicado mundo de la mafia, y su asombro se mezcla con una mezcla de nostalgia y expectación. La atención de todos los presentes se dirigió hacia las majestuosas escaleras, siguiendo el rumbo de sus miradas. La escena se iluminó con la presencia de Massimo Salvatore, descendiendo con gracia las escaleras, sujeta de la mano de Alana. La joven irradiaba una belleza celestial en su vestido largo y celeste, como si un ángel hubiera decidido hacer su entrada triunfal a la tierra. La expectación en la sala creció aún más cuando Andrey Romanov hizo su entrada, acompañado por su hijo Milán. Los ojos intensos y persistentes de Milán estaban fijos en la festejada, revelando un interés palpable que no pasaba desapercibido. — Buenas noches a todos. Les agradezco por estar aquí en esta ocasión tan especial. Esta noche, quiero presentarles a alguien que es el orgullo y la alegría de mi vida. Una joven excepcional que hereda la gracia y la inteligencia de su padre, y la deslumbrante belleza de su madre. Les presento a Alana Salvatore Hoffmann.— Anuncia Max En esta ocasión es una de las primeras veces que muchas personas ven a Alana porque Max y Paulina la han mantenido lejos de la organización y pocas veces está lejos de sus escoltas. En cambio Aidan si es bastante conocido por su entrenamiento en el ejército rojo y porque es uno de los mejores. Como la tradición lo dicta, Alana se deslizó con gracia por entre los invitados, saludándolos con sonrisas cálidas y gestos elegantes. Cada saludo era una pequeña coreografía de cortesía, honrando la etiqueta que la ocasión exigía. Luego, el momento que todos esperaban llegó: Alana se deslizó hacia el centro del salón, donde su padre la aguardaba. Juntos, padre e hija danzaron una pequeña pieza en el brillante bals. La música resonaba, y sus movimientos eran una armonía de elegancia y tradición que abrazaba el espíritu de la noche. Posteriormente, Paulina, con su característica determinación, prácticamente empujó a su hijo Aidan a la pista de baile. El joven, de ojos color verde esmeralda y cabello oscuro, despreciaba las malditas tradiciones, pero su madre no daba espacio para objeciones. Aunque con reluctancia, Aidan se vio envuelto en el ritmo, cumpliendo con la formalidad que la noche demandaba, aunque su disgusto por las tradiciones se reflejaba en su expresión. — ¿En serio, Alana? Pareces un auténtico pastel. No entiendo por qué tenemos que seguir estas ridículas tradiciones.— Murmura Aidan con su usual tono irónico — Oh, Aidan, siempre tan encantador. Tal vez porque te has perdido demasiado tiempo sin disfrutar de estas pequeñas formalidades. — Responde ella mientras continúan bailando — Tal vez ya te cansaste de recorrer las piernas de las respetables hijas de los socios de papá. Cariño tienes una marca en el cuello. Él sonríe de lado— La lista es larga, Alana. Pero soy joven, guapo y no puedo negarme a satisfacer a las respetadas señoritas. ¿Qué puedo decir? — Entonces, hermano, diviértete en la danza de las formalidades. Tal vez encuentres algo más interesante que la queja constante.— Bromea ella Tras la conclusión del vals entre Aidan y Alana, la tradición dictaba que la joven continuara la danza con otro m*****o de su familia. En esta ocasión, el elegido fue su tío Andrey, un hombre cuya presencia resonaba con respeto y autoridad. Alana se entregó con gracia a la danza, recordando con cariño la conexión que compartía con él a pesar del tiempo y la distancia. A pesar de las complejidades que rodeaban a la familia, la relación con Andrey era un anclaje de afecto en su corazón y su madre le había inculcado amor y respeto hacía él. La danza con su tío era más que un ritual; era una expresión de la historia que compartían, una historia que trascendía las intrigas y rivalidades de la mafia rusa. Tanto Alana como Aidan eran conscientes de la deuda que tenían con Andrey, un hombre cuya influencia había marcado profundamente sus vidas y cuyo apoyo había sido un pilar fundamental en momentos cruciales. Luego de la danza con Andrey, el siguiente paso en la tradición familiar llevó a Alana a los brazos de su tío Mateo, el patriarca de la familia Rinaldi de la mafia italiana y él prosiguió el baile. Por supuesto nadie en la familia sabía que Alana y Aidan eran hijos de Salvatore o al menos no tenían las certezas. Sin embargo, cuando Paulina y Max se habían casado los mellizos cambiaron sus apellidos de Romanov Ferrer a Salvatore Hoffman. Paulina lo hizo como ofrenda de Paz hacia Andrey y a cambio él acepto la alianza del ejército rojo y los Romanov o al menos es lo que han dicho frente a la mafia rusa. Se rumorea que Andrey al tomar el rol como Boss los despojo de sus derechos; sin embargo, Paulina y sus hijos son conscientes de que es todo lo contrario. Notas de la Autora: Hola, bellos lectores. Bienvenidos a esta historia. Primero que nada, debo recordarles que para entender mejor esta novela deben leer "La Sumisa Virgen" obligatoriamente.

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