Continúo revisando archivos y tratando de ponerme al día con el trabajo. Faltando 5 minutos para las 9 AM, me dirijo a la sala de juntas junto a Ángela, a la reunión con todo el equipo de ventas para conocerlos y que ellos me conozcan, me hablen de cómo van y cómo se manejan las cosas en esta empresa.
Ellos me comunican todo y me dejan saber que están dispuestos a ayudarme ante cualquier duda y a que yo los dirija de la mejor manera posible.
Al terminar la reunión, me reúno en mi oficina con el coordinador, los ejecutivos y los analistas de ventas para que nos conozcamos mejor y entrar en confianza.
Ellos me platican de sus ideas y yo las ideas que tengo para encaminar el departamento. La reunión fluye con solvencia y al terminar, cada uno de ellos se levanta para irse a sus respectivas oficinas, excepto uno de ellos.
El Licenciado Scott, el coordinador del piso de ventas, me ha estado observando detenidamente durante toda la reunión, cosa que me ha puesto algo inquieta, pues sus penetrantes ojos oscuros me escudriñan como un scanner.
Mientras los demás se despiden de mí con un saludo de manos, dándome la bienvenida y deseándome lo mejor, él se queda observando los reconocimientos en la pared.
Cuando sale el último, lanza una mirada rápida hacia donde estoy, cerca de mi escritorio, y cuando se percata que no ha quedado nadie más, me avanza.
Lo observo mientras se acerca a mí, sin apartar la vista de él.
El hombre alto, bastante alto, y de contextura corpulenta. De piel aceitunada, casi tostada, que le da un aspecto rústico, pero a la vez cálido. Cabello castaño oscuro, ondulado y largo, bastante largo, y peinado en una media coleta que deja algunos mechones sueltos que llegan hasta sus hombros y otros finos mechones cayendo por su rostro. Barba larga y espesa que lo hace ver como un verdadero neandertal. Y ojos oscuros, de mirada profunda, y perversamente brillantes. Se acerca a mí a pasos lentos pero seguros. Con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y mirándome de una forma que comienza a perturbarme.
Trago saliva cuando lo tengo demasiado cerca y sus ojos se posan en los míos.
¿De dónde sacaron a este tipo? Chaqueta de 3 botones, a juego con el pantalón. Camisa blanca y sin corbata, en su lugar cuelga un pañuelo verde con detalles blancos y unas cadenas de metal.
Pulseras gruesas de metal en sus muñecas y dedos adornados con anillos de plata.
Y, sus zapatos… ¡Quién calza tenis con traje, y en la oficina!
Es un desastre. Desaliñado, informal... Parece un completo troglodita.
—Es un placer tener a una mujer tan capaz trabajando con nosotros —comenta con tono seductor mientras se planta frente a mí.
—Muchas gracias Licenciado Scott. Espero poder dar la talla ante este gran reto.
Tratando de alejarme de su cercanía, reculo dos pasos, hasta chocar con el borde de mi escritorio.
—Yo creo que así será.
Me lanza una sonrisa enigmática que me termina de perturbar y en respuesta le devuelvo una sonrisa un poco hosca.
—Me parece que la conozco de algún lado.
Achina la mirada, se humecta los labios con la lengua, y se muerde el labio inferior, torciendo un poco la boca, de una forma que me sacude todos los pensamientos por la sensualidad que transmite el simple gesto.
Cierro la mano frente a mi boca, y carraspeo aclarándome la garganta… ¡Y los pensamientos!
—¿Ha estado antes en Alemania? —le pregunto, alejándome del escritorio y de su intensa mirada.
—Solo por negocios.
—¿Realizó negocios con Dien Marken? Ahí trabajé anteriormente.
Me detengo frente al ventanal, observando el panorama primaveral que ofrece la ciudad, y dándole la espalda.
Me siento completamente aturdida. No puedo quitar de mi mente la imagen de los hoyuelos que se le dibujan cuando sonríe, o su estúpida apariencia de guerrero nórdico.
—No del todo. Pero tengo entendido que es una de las compañías más grandes de Europa —lo escucho hablar, sintiendo su mirada abrasante en mi espalda—. Maneja las mejores cuentas de negocios Europeos. Se puede decir que es el pionero en el mercadeo.
—Está muy bien enterado —le comento sin voltear a verle.
—Es mi trabajo estarlo. Pero, ¿cómo es que, de una empresa tan prestigiosa y con años en el mercado, que catapultó a las marcas más exitosas, pasó a trabajar con nosotros, que somos prácticamente nuevos en la industria?
Me giro. Topándome con la oscuridad de sus ojos a escasa distancia de los míos.
¿En qué momento se acercó tanto y no lo sentí?
—Bueno, también era mi trabajo conocer a otras grandes compañías y Thompson Group, tiene mucho prestigio a pesar de no tener tantos años en el mercado. Además, necesitaba aires nuevos y proponerme nuevos retos.
Le mantengo la mirada con altivez, aunque por dentro soy un manojo de nerviosismo.
—Entiendo. Es una mujer de retos —ladea una sonrisa y vuelve a meter las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Es lo que quiero pensar —lo esquivo y camino hacia la mesa de juntas, en la que estábamos hace un momento.
—Entonces espero que todo le salga muy bien. Por mi parte será un gusto trabajar con usted.
—Igualmente Licenciado Scott —le digo, girándome y torciendo una mueca que no llega a ser sonrisa.
—Puede llamarme Cristhian. Y puede contar conmigo para cualquier cosa —me lanza una sonrisa que me parece sincera, pero ese brillo perverso que tiene su mirada no deja de perturbarme, y sus penetrantes ojos oscuros me ven como si quisiera descubrir todos mis secretos—. Yo, si no le molesta, la llamaré solo Anna.
Desearía que no, pero no puedo hacer mucho. No quiero ser grosera y parecer una estirada frente a mis compañeros de trabajo.
—Está bien, Licenciado —digo resignada—. Puede llamarme Anna.
Otra vez se vuelve a dibujar esa sonrisa enigmática en su rostro.
—Sabe Anna, tengo mucha curiosidad con algo —lo dice casi como un murmullo, mientras se rasca la barbilla con la mano derecha.
Me fijo detenidamente en Cristhian Scott. Haciendo a un lado su apariencia desaliñada, tiene porte elegante y se ve que, cortándole esas greñas, es muy apuesto.
Tiene un aire de superioridad en su andar. Y en esos penetrantes ojos oscuros se mezcla una chispa de perversión y rebeldía, pero cuando habla es todo lo contrario.
Sí, dice unas cosas que me confunden y me molestan, pero parece tranquilo y de gesto amable. Aunque no deja de incomodarme su sonrisa y su mirada.
—¿Cuál es? —le pregunto de forma despreocupada.
—¿Cómo logró una mujer tan hermosa como usted, entrar a trabajar en esta empresa? Y en un puesto de mando.
Y así es como termina de desbaratar la poquita fe que le estaba teniendo.
Inspiro molesta y le lanzo una mirada de furia.
—No me mal entienda. Como le he dicho anteriormente, estoy muy bien enterado de sus capacidades profesionales. Es solo que… —se queda ensimismado en sus propios pensamientos por un par de segundos y luego continúa hablando—. Bueno, pronto se dará cuenta de cómo son las cosas en esta empresa.
—Lo de que, ¿cierta persona ha metido sus manos para no dejar que mujeres como yo trabajen aquí?
Las palabras me salen con una molestia evidente.
—Vaya. Parece que ya le han contado.
—Pues me tuvieron que contar, ya que desde el preciso momento en que puse un pie en este piso, todos actuaron raro– digo esto último un poco enfadada la verdad.
—Y yo también, ¿verdad? Pero le pido mil disculpas, no es nuestra intención hacerla sentir mal. Por mi parte es pura admiración y más que alegre de tenerla a usted entre nosotros. Un hombre siempre debe de saber apreciar la belleza y la inteligencia en una mujer.
—Gracias, pero dudo mucho que sea así como usted dice — le suelto de forma tajante—. Pienso que exagera un poco
Me incomodan sus comentarios y me empiezo a sentir fastidiada.
—Claro que no. Tengo muy buen ojo. —me observa de pies a cabeza y vuelve a tener esa sonrisita en la cara.
Este hombre me incomoda mucho y no deseo seguir hablando más con él. No quiero ser grosera, por lo que aspiro aire y trato de calmarme.
—Quizá, un día de estos, me acepta una invitación a cenar o tomar algo para conocernos mejor.
Aparto mi mirada de la suya, viendo la agenda en mi IPad y ya no me interesa en lo más mínimo seguir siendo cortés. ,
¡Quiero que se largue ya de mi oficina!
—Lo tendré en cuenta. Ahora, si me permite, tengo varias cosas por hacer y se acerca la hora para reunirme con el Licenciado Thompson.
Camino hacia mi escritorio, me siento, y hago como que reviso la laptop.
—Entiendo Anna, no deseo retrasarla. Un placer conocerla y tenerla cerca.
Volteo a verlo cuando se para frente al escritorio. Me vuelve a lanzar esa sonrisa y esa mirada mientras extiende su mano para despedirse.
Cuando nuestras manos se juntan, un escalofrío me hace estremecer. Su mirada profunda no me gusta para nada.
Él mantiene el apretón por más tiempo del que debería y sus ojos me observan de una forma extraña y abrumadora, pero yo busco la forma de zafarme de él. Retiro la mano y vuelvo a dirigir mi atención hacia la computadora.
Lo veo de soslayo porque no se retira, y veo que en su boca se insinúa una ligera sonrisa.
—Feliz día Anna —dice finalmente.
—Igualmente Licenciado Scott.
Inclina levemente la cabeza y sale de mi oficina sin dejar de verme con esa mirada tan intensa.
Desearía mantenerlo alejado lo más posible de mí, pero por desgracia es una de las personas con las que trabajaré hombro a hombro y por desgracia tendré que aguantarlo todos los días que permanezca aquí.
[…]
Distraigo mi cabeza sacando pendientes. Cuando llegan las 11 de la mañana, comienzo a sentir nervios al ver que se está acercando la hora de, al fin, conocer en persona a Alexander Thompson.
Trato de distraer mi mente leyendo algunos documentos y correos, pero es inútil. Empiezo a sentir un nudo en el estómago y que todo el cuerpo me tiembla.
Siempre me imaginé que los nervios me jugarían en contra ya estando tan cerca, porque yo no soy este tipo de persona, pero nunca a esta escala. Los nervios me están matando. Siento que me voy a volver loca.
¿Por qué me propuse esta loca idea? ¿Es que a caso valdrá la pena? Debería irme y dejar todo esto atrás. Todo es una estupidez, lo mejor sería olvidarme de esto y seguir mi camino.
Tengo tantas ganas de largarme de aquí y olvidarme de todo que me levanto de mi asiento, agarro mi teléfono y mi bolso y me dirijo a la puerta. No puedo hacer esto. No puedo seguir con esta farsa.
Justo cuando cojo la manija de la puerta para abrirla, suena el timbre de mi teléfono. Veo quién llama y es él nuevamente.
Desde que Roddy salió de la cárcel, todos los días ha estado insistiendo en hablar conmigo. Me llama de 3 a 4 veces en la mañana y en la noche, pero yo no le contesto. No tengo absolutamente nada que hablar con él... Por los momentos.
Me quedo inmóvil viendo la pantalla hasta que la llamada se corta sin contestación. Sostengo la manija de la puerta dudando, cuando de repente, se lee un mensaje de texto en las notificaciones de pantalla:
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Miles de recuerdos amargos vienen a mi mente y el odio vuelve a surgir como un volcán haciendo erupción. Me veo otra vez en aquella camilla del hospital, el dolor que sentí en aquel momento. Las ganas inmensas que sentí de morirme y toda la depresión que tuve durante meses. Todo lo que había sufrido al lado de Roddy, antes de que pasara lo que pasó.
Aguanté sus humillaciones, sus enojos. Él me hizo sentir que yo no valía nada. Fuí su tonta por tanto tiempo, hasta que...
—Mierda! — maldigo y con el puño cerrado golpeo tres veces mi bolso.
Cierro los ojos y gruño. Gruño de frustración. De impotencia. Gruño porque me dejo vencer ante la maldad. Ante la venganza. Ante el odio.
Está decidido.
Roddy y esa mujer me hicieron tanto daño.
Ella debe pagar.
Así como ella me quitó todo, yo le quitaré todo. No hay vuelta atrás, así es como tiene que ser.