Parque

1592 Palabras
Los niños reían en el suelo, sus carcajadas rebotaban contra las paredes del edificio. Me agaché, pasándoles el balón con una sonrisa que no se sentía del todo mía, pero ellos la devolvieron con alegría auténtica. Me aferré a ese momento. A ese ruido feliz. A esa normalidad fingida. Las gemelas caminaban de un lado al otro. Las veía de reojo, cada paso impaciente, cada mirada perdida en el suelo o en sus pequeños. Me estresaban. Pero también me dolían. —Dejen de estar así— solté sin pensarlo, con el balón aún entre mis manos —Me ponen nerviosa a mí también. Daniela levantó a su pequeña con cuidado, mientras acariciaba la mejilla de la otra, como si el mundo se hubiera vuelto frágil de repente. Su voz salió temblorosa, pero clara. —No es eso, Kathi. Estamos mal. ¿Qué va a pasar ahora? Negué. No quería pensar en eso. No quería decirlo en voz alta. Como si al negarlo, pudiera evitar que fuera cierto. La otra Dani se acercó entonces, su expresión más tranquila, pero igual de cansada. Alzó a su hijo y lo besó en la mejilla. Luego tomó al otro y hizo la misma acción. Ellos rieron, tan fácil, tan libre. Por un segundo, lo que estábamos viviendo pareció desvanecerse. —Mejor vamos a dar un paseo— propuso —Para desestresarnos. ¿Qué les parece? Asentí, obligándome a sonreír. Me levanté con ese gesto automático que uno aprende cuando tiene que ser fuerte sin importar qué. Saha tomó mi mano con energía y Jeiden me miró con sus ojos inmensos, llenos de amor. Las gemelas se detuvieron antes de cruzar la puerta. Alzaron la vista. Allí, en el pasillo superior, estaba Revenna. La taza de café temblaba apenas entre sus dedos. Su sonrisa era de esas que duelen más que consuelan. —¿Vienes?— preguntó Daniela con una esperanza frágil. Revenna negó suavemente. Su mirada no nos soltó, ni siquiera cuando le dijimos adiós. No parecía molesta. Parecía… resignada. Salimos. El aire estaba pesado, como si la ciudad misma contuviera la respiración. Los niños corrieron hacia el parque con esa alegría que solo ellos conocen, esquivando charcos, lanzando risas por todo el lugar. Yo quería seguirles el paso. Quería absorberme en su mundo, pero algo dentro de mí se tensaba con cada sombra que se movía demasiado lento, con cada rostro que cruzaba el nuestro sin saludar. —¿Lo sienten?— murmuró una de las gemelas, apenas audible. Asentí sin decirlo. Era como si nos miraran. No directamente, era algo extraño Un auto n***o dobló en la esquina, su motor ronco, persistente. No frenó, no aceleró. Solo pasó. Jeiden se detuvo un segundo, mirando el vehículo, y luego volvió a correr tras su hermana. Como si todo fuera normal. Como si nada estuviera roto. Pero yo lo sabía. Algo estaba cambiando. Y no era solo el viento. —Tengan cuidado con las niñas— dijo Daniela mientras sus ojos se desplazaban por el parque. Su tono era suave, Fue en ese instante cuando una brisa helada nos golpeó, inesperada, como si hubiera cruzado un avión invisible. Mi piel se erizó. Los niños frenaron de golpe, sus carcajadas apagándose, Sentí cómo Daniela se detenía. Alzó la vista lentamente, y la forma en que sus ojos se abrieron me hizo girarme sin pensar. Me levanté, el corazón golpeando dentro de mí, y miré en la misma dirección. No vi nada al principio. Solo la línea de árboles, apenas moviéndose. Pero Daniela negó, sus lágrimas cayendo silenciosas, como si lo que veía no pudiera sostenerse dentro de ella. Hasta Hasta vi como sus lágrimas empezaron a salir. La otra Dani apareció entonces, sin decir palabra, pero con los cuatro pequeños entre sus brazos. Los sostenía como si fueran lo último que quedara de algo perdido. Daniela:—Lucien.. Mi instinto se encendió. —Saha, Jeiden, ¡vengan!— llamé, sin ocultar el temor en mi voz. Los tomé rápido, como si el suelo no fuera seguro ya. Dani giraba, buscaba algo. O alguien. —Lucius…— susurró, los ojos persiguiendo una silueta que no aparecía. Dio un paso. Otro. Y entonces lo vio. Lo vimos. El hombre. No era humano del todo. Estaba allí, entre los árboles, como si el viento lo hubiera traído consigo. Ojos rojos. Colmillos blancos. Su cuerpo erguido con una elegancia que se sentía antinatural. Se acercó de una manera veloz Vio a los niños primero. Dos entre los brazos de Dani. Y luego la vio a ella. Su cabeza se inclinó hacia atrás como si respirara algo sagrado. Mordia sus labios. Y después bajó lentamente, acercándose. No caminó. Se arrodilló. Pero Dani no se quebró. No gritó. No tembló. Negó con firmeza. Y pasó a su lado como si no importara. Como si su negación fuera una barrera invisible. Más allá, entre los árboles, apareció Lucien. Daniela lo vio. Y negó otra vez. No corrió hacia él. No se detuvo. Elevo sus manos y seco sus lágrimas. Levantó su rostro y siguió a su hermana, con los dientes apretados y el alma rota. Caminaban delante de mí, en un silencio que no se parecía al de antes. Un silencio distinto. Como si cada paso ocultara un pensamiento demasiado oscuro para decir en voz alta. Mis pies iban detrás, sosteniendo el ritmo, con Saha y Jeiden agarrados a mis manos. Sentía que debía quedarme cerca. Más cerca que nunca. —¡Neit!— gritó Jeiden de repente, rompiendo la calma con esa voz infantil que no sabía del peligro. Me giré instintivamente. Y ahí estaba él. Venía hacia nosotros con las manos en los bolsillos, serio, con esa postura recta que siempre parecía más amenaza que elegancia. Vestía impecable. Su mirada no cambiaba, no se movía. Venía. Simplemente venía. Lo miré. Y luego giré el rostro, volviendo a caminar. No podía detenerme. No ahora. Las gemelas entraron con los niños al edificio, sin hablar, sin mirar atrás. Cada una subió con sus hijos, como si no fuera pasado nada. Me giré una vez más. Pero Neit ya no estaba. —Mamá— dijo Saha, suave, llamando mi atención. Asentí, tragando el nudo que no se deshacía, y entré con ellos. Al fondo, junto a la puerta del pasillo, estaba Julean. De pie, abrazado Con su Cata y su pequeña al lado. No decía nada, pero algo en su mirada parecía saber todo. Revenna sonrió con ese gesto de quien sabe más de lo que dice, y desapareció en su habitación. Cerró la puerta. Entonces, golpearon. Julean se tensó y levantó una mano. —No abras— dijo sin vacilar —Aléjate con los niños. Lo miré. Asentí. Retrocedí un paso con los niños cerca, mientras él tomaba el picaporte. La puerta se abrió despacio, y detrás de ella apareció el. —Cristopher— susurré Mientras el esta con esa sonrisa torcida que nunca traía buenas noticias. Arrogante. Fría. Como si el mundo le perteneciera. Sus ojos recorrieron el lugar como si ya supiera lo que venía. Yo lo miré. Sin parpadear, mientras mis niños me sujetaban fuerte. Y fue allí donde sus ojos cambiaron. Su seño se fruncio. Mientras sus manos las apretó. El veía a mis pequeños. Y luego ami.. Julean:—Cristopher ¿Que haces aquí?— Cristopher:—Venia hablar por los de mi manada. Pero se me olvidó lo que.. ¿Quiénes son ellos?— señale a los pequeños que se escondía atrás de su madre —Mis hijos.... Cristopher:—¿Que?— cierro mis ojos y trato de contenerme. —También son míos— Cristopher:Golpeó la puerta y me acerco rapido. Sujetando por el cuello al maldito hombre que apareció de la nada. Y él está sin hacer nada. Mis ojos arden, mi corazón está ardiente. —¿Por qué no haces nada?— le gritó, hasta que siento unas manos pequeñas en mis piernas, tirando de mi camisa. Cierro mis ojos, y mi lobo solo dice "Mios" El maldito hombre solo me ve sin hacer nada. Mis manos en su cuello, y unas tirando de mi camisa. —Déjalo, no lo golpees. Eso es malo— escuché una dulce voz. —Sáha, princesa. Ven. Ese señor ya se va— Escuché al otro maldito hablarle a mi reina, y libere al desgraciado que me hizo quedar mal. Cierro mis ojos y veo como un niño se pone al frente del tal Neit. —No pelees con el. Eso no se hace— me grito. Y me sentí como un vagabundo miserable. Mis hijos no saben quien soy yo. Y yo no sabía que tenía hijos. Eleve mi rostro y vi a Yari. Ella solo me veía con odio, mientras yo sentía que mi mundo se derrumbaba... —Creo que deberías irte amigo— murmuró Julean... Lo vi, y el entendió mi dolor. Kathia:—Vete Cristopher, y diles a los vampiros esos. Que Daniela y Dani. Están bien, como han estado todos estos años. Cristopher:Ella está parada tan firme, con mis hijos. Mi sangre, míos míos. Y los adornos de los lados. Se que este no será el final. —Me iré, pero volveré. —No quiero ni enterarme que Brandon este aquí. Cristopher:Alzó mi vista y sonreí débil. Revenna con un pequeño también. Que maravilla, al parecer ese campamento hizo de las suyas. Me giré y sentí como mi corazón se partió. Pasó por la puerta y me giro, veo a mis dos cachorros, ambos me miraban serios. —Adiós— la puerta se cerró
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