Aún estábamos riendo cuando la puerta se volvió a abrir con ese golpeteo grave que anuncia presencia seria. Cail. Con su ceño apenas fruncido, su postura de lobo con diplomacia, y esa mirada de todo está bajo control… casi
—No le digan todavía— dijo, cruzando la puerta sin preámbulos —Es una sorpresa.
Las tres volteamos a mirarlo como niñas atrapadas planeando una travesura. Yo no entendía bien a qué se refería… pero en sus ojos había ese brillo de conspiración tierna que me desarmaba.
Me observó por un segundo. Y fue entonces cuando me di cuenta, estaba mirándome sonreír.
No pude evitarlo. Bajé la vista y giré el rostro, sintiendo las mejillas empezarme a arder con una timidez infantil que no sabía que aún vivía en mí. Ese hombre tenía una forma absurda de detectar mis grietas… incluso las que ya no dolían tanto.
Daniela, sin perder el ritmo ni la alegría, me dio un golpecito con el codo.
—Bueno, bueno, señora diseñadora de vestidos mágicos, vaya alístese que salimos. Vamos a aprovechar ese sol que se dignó a aparecer y a presumir esa sonrisa que se le está escapando sola.
—¿Salir? ¿Cómo que salir?— pregunté, confundida y medio risueña mientras Revenna tomaba un sorbo tranquilo de café como si todo estuviera fríamente calculado.
Cata cruzó los brazos —No vas a empezar con excusas, ¿no? Porque ya dimos la orden. Hoy te toca despeinarte pero por gusto.
No dije nada, solo las vi a todas, y una por una se fue, mientras escuchaba a los niños jugar.
–Yo me quedaré con los niños, Cail y Neit junto a Julean salieron— intervino Revenna antes de salir, yo me quedé en silencio imaginándome que harán esos 3.
Julean:No sé por qué demonios acepté venir tan temprano. Seguro fue cosa de Cata, su “será rápido” siempre viene con trampa. Cuando llegué al local nuevo, aún con el polvo colgando de las paredes y ese olor a cemento fresco, ahí estaban los dos, Cail con su eterna cara de todo bajo control y Neit con su silencio cargado, ese que a veces me dan ganas de romper a gritos.
—Al menos tiene buena ventilación— dije, cruzando los brazos, solo para romper el hielo, o tal vez para molestar, difícil saber con certeza.
Neit:Julean siempre llega hablando como si el mundo lo esperara. No dije nada. Solo lo observé desde el marco de la ventana, donde la luz filtraba en ángulo y ya pensaba en dónde pondría las repisas.
—La luz es buena en las tardes— murmuré, más para mí que para ellos —Va a ser fácil trabajar con telas aquí.
No es que me moleste que esté él… pero entre los gruñidos y su humor ácido, nunca sé si quiere ayudar o incendiarlo todo.
Cail:A veces siento que soy el puente entre dos terremotos. Julean y Neit no se odian… pero tampoco se toleran por completo. Yo, en cambio, aprendí a leerlos, uno con palabras afiladas, el otro con silencios que dicen más de lo que admiten.
—Ya vinieron a tomar las medidas del mobiliario— interrumpí —Y la vitrina está en camino. Si todo sigue como acordamos, en dos semanas está listo para empezar con el montaje.
Vi cómo Julean se paseaba por el local como si buscara fallas en la estructura, y cómo Neit tomaba notas mentales sin decir una sola palabra.
Julean:—¿Montaje? Qué optimistas están ustedes dos, esto todavía huele a caos, y no del que amo– dije, aunque en el fondo… sí, había algo emocionante en todo esto.
Los vi un segundo, y aunque no lo diría en voz alta, me gustaba la idea de que el lugar fuera un pedazo para ellas. De las manos que cosen el pasado para que no duela tanto.
Neit:—No es optimismo, es fe y esta vez… no va a fallar– dije sin mirarlos, porque lo creía. Porque lo necesitaba.
Cail:—Ya tenemos ladrillos, planos y ganas. Solo falta que dejen de gruñirse y se pongan a trabajar. Porque si yo tengo que pedirles que cooperen, voy a empezar a dar órdenes. Y ustedes saben lo que pasa cuando lo hago.
Julean:Rodé los ojos. Pero no discutí.
Neit:Sonreí apenas. Eso ya era bastante.
Kathia:Cuando salimos del auto, sentí ese cosquilleo en la nuca que aparece cuando algo está por pasar. Las gemelas iban más adelante, hablando entre ellas en su lenguaje secreto, y Cata caminaba a mi lado, demasiado tranquila para mi gusto. Esa mujer no sabe disimular cuando trama algo.
—¿Por qué estamos viniendo por esta calle?– pregunté, mirando los negocios que ya me eran familiares.
Cata solo me lanzó una sonrisa. Una de esas que dice -tú tranquila, ya verás.
—Confía, Kathia– intervino Dani
No respondí. Solo suspiré mientras seguía sus pasos, y en el fondo… algo dentro de mí empezó a latir más rápido.
Cuando doblamos la esquina y lo vi, me quedé quieta.
Era una fachada sencilla, con carteles cubiertos aún, sin nombre ni luces llamativas. Pero sentí algo en el pecho. Como si mi alma lo hubiera reconocido antes que mis ojos.
—¿Qué es esto?— murmuré, aunque mi voz ya sonaba quebrada.
Las gemelas se acercaron corriendo y se tomaron de mis manos. —¡Vamos, que nos esperan.
Antes de que pudiera moverme, sentí una presencia detrás. Calor. Fortaleza. Silencio que abraza.
—Neit.
Se colocó a mi lado, y sin pedirme permiso, sin explicaciones, me envolvió en un abrazo por la espalda. Sentí su barbilla sobre mi cabeza, su respiración templada.
—Ya casi está listo— susurró en mi oido –No podía dejarte sola en esto, gordita.
Y entonces, otro paso. Cail. Siempre cerca, como sombra que cuida. Se unió a nosotros, con esa calma suya que lo decía todo sin palabras.
Más atrás, Cata se acomodó junto a Julean, y sin decir nada, él rodeó su cintura con ese amor sin escándalos. La besó en la sien.
Julean:—Estos dos…— dije —Aman a su pareja como yo te amo a ti. Solo que es difícil que ella entienda eso.
Cata apoyó la cabeza en mi hombro.
—Es más difícil que Kathia los acepte—respondió —Pero mientras no los aleje… que se queden así cerca de ella esperando ser amados sin ruido.
Kathia:No podía hablar tenia un nudo en la garganta y las manos temblando. Neit y Cail son el motivo de mis nervios.
Aunque todavía dolía, ahí estaba el, un rincón solo mío y de él.