Metamorfos

7

Joe se encontraba debajo de mí y me miraba nervioso. Mis manos temblaron cuando me quité la playera que me había prestado unas horas atrás. No estaba seguro de qué hacer mientras pegaba mi torso desnudo contra el suyo y me pregunté si después iba a arrepentirme de haber hecho eso con mi mejor amigo.

Cuando era pequeño, mi hermana me había contado qué hacer para restregarse contra alguien. Había olvidado la mayor parte de lo que me había dicho, pero aun recordaba lo primordial: sólo funcionaría si ambas personas estaban realmente excitadas y dispuestas. Fue por eso que empecé a frotarme con timidez contra el pecho de mi amigo. La noche era fría, sin embargo su habitación era pequeña y no la recordaba tan calurosa. Mis brazos estaban extendidos uno a cada lado de la cabeza de Joe y tenía miedo que en cualquier momento me traicionaran y se doblarán.

– Abrázame. – Susurró Joe con la voz ronca. Lo obedecí y escondí mi rostro en uno de sus hombros. El comenzó a moverse con un poco de esfuerzo y yo lo imité, tratando de aligerar su trabajo. Nuestros cuerpos comenzaron a sudar y su pierna se movía nerviosa entre las mías. Empecé a jadear cuando Joe aumentó la velocidad y su sudor se mezcló con el mío. Vagamente me di cuenta que mi cuerpo no era el que se movía sino mi cadera. Mi cabeza se volvía más pesada con cada movimiento que hacía y un olor asombroso azotó contra mi nariz. Se trataba de una extraña combinación de frutas silvestres con miel quemada. Debajo de mí, Joe ardía y su calor me envolvió. Una extraña sensación de cansancio y relajación me llenó por completo e ignoré el extraño bulto duro que frotaba con insistencia. Me sentí relajado y sudoroso y llegó un momento en el que ya no me movía y Joe hacía el trabajo por los dos. No supe exactamente en qué momento me quedé dormido, pero podía asegurar que esa ocasión fue una de las más placenteras de toda mi vida.