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341 Palabras
El día en la escuela había sido agotador. No me sentía con muchas ganas de ir, aunque era mejor que quedarse en casa. Joe no dejaba de preguntarme si me encontraba bien y yo le decía que sí sin mucho convencimiento. Una de las cosas buenas de ir a la escuela, dejando de lado el hecho de que pasaba tiempo con Joe, era que podía estar con Axel. Axel era la chica más linda y hermosa que había conocido jamás, y estaba enamorado de ella desde que entramos a secundaria y de eso ya hacía cuatro años. Se podría decir que éramos amigos y Joe afirmaba que yo también le gustaba, pero ella era demasiado hermética y a veces era difícil saber lo que pensaba. Aun así, no tenía ojos para nadie más y era triste saber que lo nuestro no pasaría a mayores. Lo único que podía hacer era ser feliz estando junto a ella y conformarme con ello. Como todos los lunes al finalizar las clases, esperé a que los padres de Joe llegaran por él. Lamentablemente, el lunes y el miércoles eran los únicos días en los que no podía acompañar a mi amigo hasta su casa; así que esperaba a que se fuera para poder partir. Cuando Joe se hubo ido, salí de la institución algo cansado. Caminaba con lentitud y arrastrando los pies. No cabe mencionar que no tenía ganas de nada y sólo quería llegar a casa para poder dormir toda la tarde. Pero algo me detuvo y mi rostro se crispó en una mueca de horror. Justo en la acera de enfrente había una motocicleta estacionada. Era negra, enorme e imponente. Y recargado sobre ella, estaba un chico altísimo de cuerpo atlético y músculos marcados. Su cabello café le llegaba hasta los hombros y caía de manera desigual sobre su cara. Su ropa era ajustada y negra, y un cigarrillo colgaba de sus labios. Mi sangre se heló al recordar su rostro y sin poder evitarlo, su expresión de placer me golpeó el cerebro.
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