LA HIJA PERFECTA
**SOPHIE**
La tensión en el aire es palpable mientras me miro en el espejo. El vestido elegante se ciñe a mi figura, su elegante caída resaltando mi silueta. El azul profundo contrasta con la piel pálida de mis brazos, y las sandalias de tacón alto completan el conjunto con su brillo sutil. Cada paso que hago en la alfombra de mi habitación es un reflejo de mi trayectoria en esta farsa.
Beti, la fiel ama de llaves de nuestra casa, espera pacientemente junto a la puerta. Su rostro imperturbable no revela ninguna emoción, pero sé que está evaluando cada detalle. ¿Estoy a la altura de las expectativas? ¿Seré la hija perfecta que mi padre desea presentar ante sus invitados?
—Estimada Sophie —dice ella con su voz suave y medida—, los invitados están a punto de llegar. Su padre me ha solicitado que venga a recogerla.
Asiento, reprimiendo el suspiro que amenaza con escaparse. No es la primera vez que interpreto este papel. Mi padre, un magnate de negocios, valora la imagen tanto como el éxito financiero. Y yo, su única hija, soy la pieza clave en su ajedrez social.
Bajo las escaleras, mi mente repasa las conversaciones superficiales que tendré que mantener esta noche. Sonrisas, halagos, y la habilidad de esquivar preguntas incómodas. La fachada de la mujer de alta sociedad debe permanecer intacta.
En el vestíbulo, Beti sostiene la puerta abierta. La noche se extiende ante mí, llena de promesas y secretos. A medida que avanzo hacia el coche, me pregunto cuántas veces más tendré que interpretar este papel. ¿Cuántas noches más seré la hija perfecta, ocultando mis verdaderos anhelos tras una sonrisa ensayada?
Al llegar al salón miro hacia abajo donde está la fiesta, suspiro, cansada, pero al mismo tiempo me animo, todo tiene que salir como mi padre ha dicho, no puedo defraudarlo.
La escalera parece interminable mientras desciendo, cada paso resonando en el silencio de la mansión. El sitio se extiende ante mí, iluminado por luces tenues y la risa obligada de los invitados. Mi padre, imponente en su traje de etiqueta, me recibe con una sonrisa tensa.
—¡Al fin llegas, hija! —exclama, y yo le ofrezco una sonrisa que apenas llega a mis ojos.
La misma conversación, una y otra vez. Mi madre, ausente desde hace seis años, sigue siendo el fantasma que se interpone entre mi padre y yo. Su duelo perpetuo, su recuerdo idealizado, me sofocan. ¿Cuánto tiempo más tendré que interpretar el papel de la hija perfecta, la sustituta de la mujer que ya no está?
—Deberías casarte, padre—le digo, mi voz más firme de lo que esperaba—. Me aburro en estas fiestas.
Mi padre parpadea, sorprendido por mi audacia. Pero no responde. ¿Aguarda que continúe siendo la sombra de mi progenitora? ¿Considera que su afecto hacia ella me mantendrá a su lado para siempre? No puedo seguir ocultando mis verdaderos deseos bajo esta fachada de obediencia.
La noche se extiende ante mí, llena de secretos y decisiones. Quizás, algún día, me atreva a ser más que la hija perfecta. Por ahora, enfrento la farsa una vez más, con la esperanza de que algún día mi padre vea más allá de su propio dolor y me permita ser libre.
Mi padre me mira con seriedad, sus ojos oscuros evaluándome. “Eres mi heredera”, dice, como si eso justificara todo. Como si la carga de su imperio empresarial debiera ser mi destino inevitable.
—¿Por qué lo dices? —pregunto, aunque sé la respuesta. Las fiestas, las alianzas, los negocios: todo, gira en torno a mantener el legado. Pero yo anhelo más que un apellido y una fortuna.
Su mirada se desvía hacia la entrada, donde los invitados se agolpan. Y ahí está él: el hombre que cambia las reglas del juego. Cabello n***o como la noche, ojos azules como el mar en calma, tez pálida como la luna. Su porte es imponente, y mi corazón late con una urgencia que no puedo ignorar.
—Por él —dice mi padre, y su voz es un susurro cargado de significado. El hombre misterioso es la clave para un nuevo comienzo, una oportunidad de escapar de esta jaula dorada.
El esmoquin que Marco lleva puesto no es el de un simple empleado de la naviera ni el de un accionista minoritario. Es impecable, elegante y revela una sofisticación que va más allá de las etiquetas de diseñador. Mi padre, emocionado, le estrecha la mano con firmeza.
“Con que Marco”, pienso, luchando contra la sonrisa que amenaza con traicionarme. Observo detenidamente al hombre que ha captado mi atención. Su cabello n***o, sus ojos azules penetrantes y su tez pálida crean un contraste intrigante. No es como los demás ricachones que pululan en las fiestas de mi padre. Hay algo diferente en él.
—Señor Edward, buenas noches —dice con un acento italiano que me hace estremecer—¿Ella es su preciosa hija? —pregunta, refiriéndose a mí.
La introducción es formal, pero la tensión flota en el aire. Mi padre, con su entusiasmo característico, presenta a Marco como el posible futuro inversionista de nuestra Naviera Anderson. El nombre resuena en mi mente, y ahora entiendo por qué esta noche es crucial.
Marco, con su esmoquin impecable, se inclina ligeramente hacia mí. Su acento italiano es un regalo para mis oídos, y sus ojos azules me atrapan. ¿Qué secretos oculta tras esa sonrisa? ¿Qué motivaciones lo han llevado hasta aquí?
—Será un placer hacer negocios con usted, señor —dice, y su voz es como un susurro en la brisa nocturna—. Señorita, un placer conocerla —añade, y su sonrisa despierta algo en mí. Algo que no puedo permitirme explorar demasiado.
—Un placer —respondo, manteniendo la compostura. Pero bajo la superficie, mi mente ya está trazando líneas de posibilidades. ¿Qué podría significar este encuentro? ¿Es Marco la llave para liberarme de mi papel de hija perfecta? O tal vez, solo tal vez, es el inicio de una farsa aún más peligrosa.
Marco se aleja con elegancia, dejándonos a solas. Mi corazón late con una mezcla de curiosidad y anticipación. ¿Quién es este italiano misterioso que ha irrumpido en mi mundo de alta sociedad?
—¿Italiano? —pregunto a mi padre, tratando de ocultar mi interés.
—Sí —responde él con una sonrisa—. Se ha mudado a Utah hace muy poco. Es el hijo de uno de los empresarios más importantes de la industria en Italia. Si todo sale bien en nuestras negociaciones, comenzaremos a construir cruceros de lujo.
El destino ha tejido sus hilos, y ahora Marco es parte de mi plan.
—Entiendo, papá —respondo con una sonrisa forzada. Las reglas son claras: los negocios y la vida sentimental no deben mezclarse. Y aunque Marco es intrigante, no puedo permitirme desviarme de mi papel de hija perfecta.
Mi padre asiente, satisfecho. La farsa continúa, y yo me sumerjo en ella una vez más. Marco, el italiano con ojos azules, es solo un peón en este juego. Pero ¿qué pasa cuando los peones se rebelan y desafían al rey? Por ahora, seguiré interpretando mi papel, ocultando mis verdaderos deseos tras una sonrisa ensayada.
—Ya aprendí mi lección, ¿de acuerdo? Nunca más me involucraré con uno de tus posibles socios. — le repito una vez más.
Mi padre no pierde oportunidad de recordarme lo de Lorenzo cada vez que puede. Lorenzo y mi amiga eran parte de mi círculo más cercano. Él y yo estábamos comprometidos, pero a una semana de la boda, descubrí que me había engañado con ella. Fue un golpe doloroso, y aunque perdimos dinero en el proceso, no podía casarme con alguien que había traicionado mi confianza de esa manera. A veces, el corazón y las finanzas se entrelazan de formas inesperadas. Me ordena que me acerque a Marco.
Mientras me acerco siento cómo los nervios se apoderan de mí, Marco plática con alguien, nuestras miradas se encuentran. Y en ese instante, el mundo parece detenerse. Marco deja de hablar con su interlocutor y me sonríe. Mi corazón late aún más rápido, y me pregunto qué dirá. ¿Será un simple saludo o algo más? La incertidumbre y la emoción se mezclan mientras avanzo hacia él.
Marco tiene una expresión de sorpresa y curiosidad en su rostro al encontrarse con Sophie. Sus ojos se iluminan, y parece intrigado por su presencia.