Hay cosas que no pueden evitarse, las responsabilidades son una de muchas. Por causa propia, por herencia, por eventos del destino, no importa como suceda, hay cargas que no pueden dejarse de lado. Los motivos sobran cuando la responsabilidad recae en ti, no hay más nada que puedas hacer que hacerte cargo. Eres quien decide hasta donde, pero también eres la persona que enfrentará las consecuencias. Piensa bien lo que quieres, que traerá a tu vida asumir o dejar, si las respuestas son positivas o negativas y a partir de eso reacciona según tus deseos, no dejes que nada interrumpa tu camino en ese punto. Los beneficios que traerá serán agradecidos, porque estarás complacido con tus lecciones.
Cristian estaba intentando procesar todas las cosas que sucedían. El día de la boda terminó con un nacimiento, él vio esa noche como Jesús se iba con Ezra unas horas más tarde luego de que Cary se fuera con su amiga. Los novios tampoco habían tardado mucho en irse y él había tomado la decisión de irse luego de un último trago. La noche terminó con bastante drama, pensó en felicitar a los nuevos padres, pero más allá de ese encuentro en el club no los conocía demasiado, así que decidió no hacerlo. Se duchó al llegar y se tumbó en su cama para descansar, al día siguiente comenzaría su papel transitorio en la empresa.
Se levantó bastante animado, desayunó lo primero que pudo encontrar en su nevera para ducharse y arreglarse. Imaginaba que Cary, Lena y el mismo Alonso estarían ese día en el hospital por lo que en lugar de tomarse su tiempo se fue mucho más temprano a la compañía. Subió hasta el último piso un poco extrañado, allí se encontraba Luisa que acababa de llegar. La mujer le sonrió antes de ofrecerle un café, vio que había tres vasos allí.
-Buenos días- saludó él -llegué bastante temprano, pero me apena decir que no había pensado en el espacio. Todavía no tengo claro donde deberías instalarte, Luisa. Lo siento.
-No se preocupe, señor- comentó la mujer restándole importancia -Cary ya se ha hecho cargo de eso. La señora Lena le dejó su oficina abierta, por lo que ella me cedió su escritorio mientras estuviéramos aquí.
-Eso es fantástico- admitió él sorprendido porque Cary hubiera pensado incluso en el lugar en que se instalaría su secretaria -le agradeceré por ese detalle.
-Sí, Cary piensa en todo- dijo Luisa -eso se nota.
Él vio a la mujer instalarse en el escritorio que tantas veces había esperado por ver y luego se adentró en la oficina de Alonso. Se sintió como un intruso, era extraño porque aunque el lugar no le daba ninguna vibra real, se había imagina aquel espacio con la imagen de Alonso tantas veces que ahora se le hacía extraño estar allí sin él. Intentó dejar la sensación de lado para poder hacer su trabajo. Dejó sus cosas y se sentó frente al escritorio, encendió el computador solo para que inmediatamente saltara a la vista un cronograma organizado por Cary con todos los asuntos que debía atender, estaban en orden de importancia. Él sonrió impresionado de nuevo antes de ponerse manos a la obra.
Las horas pasaron sin que se diera cuenta, estaba tan metido en su trabajo que no lo notó hasta que unos toques en la puerta le avisaron de la presencia de alguien.
-Veo que estás cómodo en tu papel de dueño- comentó Cary con una sonrisa -lamento haber llegado tarde, pero estuve en el hospital.
-Me lo imaginé, no te preocupes- comentó él con una sonrisa a medias -¿cómo está tu amiga?
-Recuperándose, se ve muy feliz- respondió ella con una sonrisa alegre.
-Me alegro- comentó él -debo agradecerte por solucionar el arreglo con Luisa, no pensé en eso hasta que llegué.
-Por eso Alonso y Lena me dejaron aquí contigo- se burló Cary -para pensar en las cosas que tú no, es lo mismo. No creas que el jefe es mejor en eso, de hecho, es bastante olvidadizo con el horario. Lena siempre lo persigue por esa razón, pero si dices una palabra, lo negaré todo.
-Nunca lo haría- aceptó él con una sonrisa.
-Excelente- convino ella -entonces iré a hacer mi trabajo.
-Tal vez…- comenzó él antes de que ella se volteara del todo -podría invitarte el almuerzo como agradecimiento.
-Es mi trabajo, no creo que haga falta-respondió ella algo tímida.
Nunca la había visto así, sus ojos se llenaron de una llama que había visto la noche anterior y lo único que pudo pensar era que ella se estaba imaginando los besos que habían compartido. Eso lo hizo sonreír con placer.
-Insisto- siguió él -solo por el placer de compartir si no quieres aceptar mis agradecimientos.
-De acuerdo- aceptó ella -pero nada de sushi, no me gusta la comida que no está cocida.
-¿No la has probado?- Preguntó él sorprendido.
-No me gusta tentar el destino- negó ella con una mueca.
-Podrías cambiar de opinión…
-No lo haré, Lena ha insistido desde que la conozco y hasta ahora no lo ha logrado- rechazó ella con firmeza -no me gusta ni un poco que mi comida sea peligrosa, así que no gracias. Nada crudo.
Y con esas palabras ella salió de la oficina, dejándolo allí con una sonrisa de deseo. Siguió su trabajo que no era poco hasta que su estómago comenzó a rugir con fuerza. No solía molestarle ese hecho, pero aquel día iba a almorzar junto a Cary y ese hecho lo emocionaba. Se sentía como un adolescente, era nuevo e interesante. Observó el reloj de la computadora aunque todavía faltaban algunos minutos para que la hora llegara, intentó seguir con su trabajo, pero se fue dificultando hasta que tuvo que detenerse, para su suerte unos pequeños golpes sonaron antes de que la cabeza de Cary se asomara.
-Estoy hambrienta- le dijo ella.
-Yo también- convino él -¿qué te parece un bistec a la parrilla?
-Suena como la mejor comida del universo- aceptó ella con una sonrisa encantada.
-Conozco un lugar excelente para eso- explicó él siguiéndola en el ascensor -y no queda demasiado lejos de aquí.
-Bien- dijo ella sonriendo de nuevo.
Bajaron hasta el estacionamiento y allí decidieron que él conduciría, ya que era Cristian quien conocía el restaurante al que irían. Él condujo hasta el lugar, que era bastante tranquilo y entraron, Cary miraba todo con detenimiento antes de sentarse en una de las mesas cercanas a la ventana, un mesero se acercó con la carta, ellos se tomaron unos minutos para ordenar lo que deseaban hasta que con sus pedidos listos e hombre se marchó dejándolos solo acompañados por el agua en la mesa.
Se miraron unos segundos antes de que unos extraños nervios crecieran en su estómago de forma incómoda.
-Muchas gracias por invitarme- comentó ella con una sonrisa -pero creo que hay algunas cosas que deberíamos resolver ahora que estamos aquí.
-De acuerdo- aceptó él escuchándola atentamente.
-La noche anterior por fin fuiste sincero conmigo y confesaste algunas de las cosas que yo ya adivinaba- dijo ella -eso fue un excelente inicio, pero no es todo. Sé que no me estás ofreciendo una relación ni nada parecido, solo somos dos personas que no pudimos saciar el deseo por circunstancias del destino y ahora eso siempre se presenta cuando estamos juntos. No tengo problema con eso, creo que pudiste notarlo, pero teniendo las responsabilidades que yo tengo, mi vida no es como la de Lena o Lisa, es mucho más cómo será la de Alejandra a partir de ahora.
-Lo comprendo- aceptó él de inmediato -como dijiste, creo que apenas somos dos personas que se están conociendo. Confieso que quiero pasar tempo contigo, compartir contigo, pero no significa que quiera saltarme todos los pasos, sé que las cosas no funcionan así y muchos menos con tus responsabilidades.
-Hablando de mis responsabilidades- comentó ella -Ezra es parte primordial de mi vida, y siendo alguien que corrió y me evitó cuando supo de él, debo decirte que si pretendes compartir mi tiempo, te encontrarás con mi hijo seguido, es algo seguro. Entonces, quiero saber que puedes con eso, porque si hay algo que jamás permitiré es que alguien le haga daño a mi niño, te juro que te aplastaré como un gusano por insinuarlo siquiera.
Ella lo miraba con tanta seriedad que su cuerpo se tensó profundamente.
-Yo no tengo mucha experiencia con niños, obviamente- explicó él con una mueca -por lo que no prometo cometer errores, pero sí prometo no hacerlo nunca a propósito. Intentaré lo que esté en mi mano para que eso no suceda.
-Bien, con eso resuelto- siguió ella con su expresión cambiando totalmente -no dudes en invitarme cuando quieras, algunos fines de semana estoy libre.
Cristian procesó sus palabras unos segundos antes de que su cuerpo entero reaccionara, se los imaginó en su departamento, desnudos en su cama y casi gimió con deseo. Ella debió percibirlo porque comenzó a reír, con un estremecimiento la miró, negando.
-Imagino que esos fines de semana tu hijo se queda con alguien más- comentó él solo por cambiar de tema.
-Con su papá- le dijo ella.
La comida llegó en ese momento y ambos se dedicaron a devorar la carne que estaba deliciosa, por minutos no se escuchó una sola palabra.
-Por lo que vi, te llevas bastante bien con tu ex esposo- dijo él como quien no quiere la cosa.
-Es mi ex, pero no esposo- explicó ella viendo el plato -Lucas y yo nunca estuvimos casados, nuestra relación no llegó tan lejos.
Él no supo que responder a ese hecho, pero comprendía el dolor en los ojos de Cary. Buscó desesperadamente un nuevo tema de conversación, sin encontrar nada que pudiera salvar la situación. Esa no era lo que quería para aquel almuerzo y de nuevo ella salvó la situación como siempre lo hacía, alzando sus ojos llenos de animosidad le sonrió.
-Por qué no me cuentas mejor algo de ti- soltó ella -creo que tú sabes bastante de mí, pero yo no sé demasiado de ti.
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Cary estaba sentada en la misma mesa que Cristian teniendo un almuerzo común como cualquier otra pareja común. Con sinceridad aquello se escapaba un poco de su comprendimiento práctico de las cosas, no lo hubiera esperado hace solo unas semanas cuando él todavía la evitaba. Ese hecho había cambiado en una sola noche, ella se había pasado casi toda la noche en vela debido a los pensamientos que se cruzaban en su mente confundida, sentía que había sido demasiado fácil para él acercarse de nuevo, unos besos había bastado para que ella cambiara de opinión y le presentara a su hijo, allí frente a la familia de Lena, nada menos.
Sabía que Jesús se presentaría en su departamento pronto con un millón de preguntas sobre Cristian y estaba preparada para eso, pero no para la invitación al almuerzo. Estaba sentada allí, teniendo una conversación y seguía haciéndose las mismas preguntas. Ale y todas sus amigas la habían animado a acercarse al hombre porque sí, le gustaba. Lo deseaba, para ser exactos, pero eso no significaba que habría un cambio real en su vida más allá de con quien compartiría las sábanas de vez en cuando. Simplemente no imaginaba a un hombre como Cristian con el deseo de iniciar algo más formal y mucho menos con alguien como ella, una mujer soltera con un hijo. Hace mucho tiempo había aceptado que los hombres generalmente se alejaban por eso y lo agradecía porque nadie merecía conocer a Ezra si no le gustaba la situación.
-Tengo tres hermanos, pero solo me llevo bien con una de ellas- dijo él -soy hijo de una familia de políticos, pero no me gusta mucho hablar de eso. Mi familia es un tema que suelo evitar.
Ella procesó sus palabras con el sentimiento de conocer un pedazo de información privado.
-¿Y cómo es tu hermana?- Preguntó ella evitando lo demás -debe ser parecida a ti.
-De hecho, no- negó él riéndose -no podríamos ser más diferentes, Jillian es algo así como la oveja negra. Pero ella siempre me ha cuidado, estamos juntos, como te dije la situación familiar no fue sencilla.
-Pues me alegra que tuvieras a alguien contigo para eso- argumentó ella -tener apoyo siempre es bueno.
-Jillian también es caos y problemas- siguió él haciéndolos reír -aunque ella es mayor que yo por cinco años, siempre era yo quien la rescataba de sus problemas, muchas veces de gran magnitud.
-Entonces me alegra que te tuviera a su lado- comentó ella -no es lindo estar solo cuando necesitas ayuda.
El silencio llenó el espacio y ella se arrepintió de sus palabras de inmediato, no había querido soltar eso aunque estuviera lleno de verdad. Era demasiado personal, aunque Cristian tuvo la amabilidad de no decir nada relacionado. Siguieron disfrutando de la comida deliciosa, hasta que el postro que ella rechazó fue servido, Cristian podía convencer a cualquiera y mucho más si se trataba de una torta de chocolate que le hacía agua la boca, cada bocado fue un placer.
-Este lugar es realmente bueno- dijo ella casi gimiendo con un nuevo bocado -la comida, todo estuvo divino. Tengo que traer a las chicas, gracias.
-Es un placer- aceptó él con una sonrisa.
Cristian había dejado de comer en el momento en que ella había dado el primer bocado, sus ojos la observaban llenos de lo que solo podía reconocer como deseo y eso la sorprendió un poco. Solo por ser traviesa siguió devorando el dulce de la misma forma, eso solo lo enardeció. Unos minutos más tarde salieron del restaurante para subirse al auto, aunque nunca llegaron a arrancar, no fue suficiente el tiempo, una vez que estuvieron en la soledad de aquel espacio Cristian cayó sobre su cuerpo como un hombre sediento.
Sus manos sujetaron su rostro con suavidad aunque son firmeza, sus ojos conectaron llenos de deseo, ella lo reconocía y su respiración superficial la dejaba en evidencia. No comprendía como era que ese hombre la excitaba de esa forma, solo sabía que lo hacía, deseaba sus labios, pero él se tomó su tiempo, besó el borde de su barbilla, acarició sus ojos antes de rozar su labios con delicadeza. Unos segundos después devoraba su boca dejando una marca salvaje en contraste con el toque cálido, era extraño y los gemidos se escapaban en reacción a aquello. Su cuerpo se sentía en llamas.
Estaba mojada, lo sentía claramente. Sus pezones saltaban como si quisieran que los acariciaran, ella se colgó del cuello de Cristian con fuerza, sus bocas se acariciaban y sus lenguas se tentaban. Era tan bueno como recordaba, aunque más pronto que tarde el deseo se hizo demasiado para soportar, sentía como su humedad pedía por atenciones y cuando sus ojos se posaron en la dureza de Cristian que se marcaba contra sus pantalones, supo que era el momento de alejarse.
-Deberíamos irnos- dijo ella sin aliento -tenemos que regresar a la oficina.
Cristian la observó unos segundos antes de asentir y encender el auto. Condujo hasta la oficina y subieron los pisos correspondientes en el ascensor. Luisa los saludó al llegar, cada uno se encaminó a la oficina que debía. Cary se sintió un poco extraña en el espacio de su amiga, pero pronto se puso cómoda, siguió con su trabajo sin siquiera intentar sacar a Cristian de sus pensamientos, eso sería una hazaña increíble, pero que admitía era imposible. Hizo lo mejor que pudo con las asignaciones que tenía pendiente, hasta que su mente se centró tanto que al mirar el reloj notó que se le hacía tarde.
Se levantó con premura para salir. Pensó unos segundos en despedirse, pero no creía que fuera necesario, se despidió de Luisa antes de salir y la mujer le prometió un café para la mañana siguiente, por lo que ella le ofreció un dulce de su panadería preferida. En el estacionamiento se dirigió a su auto y se subió, condujo hasta la casa de sus padres para recoger a Ezra aunque su hijo había tenido un accidente en la merienda, por lo que su padre lo estaba bañando en ese momento. Entró en la casa y su madre le sirvió una bebida en la cocina.
Hablaron de mil cosas y de nada, con sus padres siempre había tenido una relación cercana, era su única hija, por lo que era la consentida. Su madre le preguntó por sus amigas, aunque todavía no las conocía, estaba al tanto de los últimos acontecimientos. Se emocionó al saber que el hijo de Ale había nacido e incluso mencionó a Jesús, aunque ella evitó el tema con nada de sutilidad, no le gustaba hablar de eso con su madre porque no quería emocionarla con alguien que no se quedaría, ya había cometido ese error antes.
-¿Cómo han ido las cosas con Lucas?- Preguntó su madre.
-Bien, ha avanzado rápido- dijo ella -creo que confío en él para que Ezra pueda conocer a sus hermanos e incluso quedarse con ellos. Creo que Lucas realmente ha cambiado y me alegra mucho que pensara en Ezra al menos.
-Estoy feliz por mi nieto, pero no por ti, cariño- dijo su madre abrazándola -te merecías a alguien mejor.
-Te amo, mamá- dijo ella devolviéndole el abrazo -estoy bien así.
Fue en ese momento que los pasos de su hijo resonaron en la cocina y ella lo abrazó.
-¿Estás listo para irte, cielo?- Le preguntó ella.
Su hijo corrió hasta la puerta con una sonrisa, no sin despedirse de sus padres. Se subieron al auto y ella condujo con su hijo contándole todas las cosas que había hecho en el día, se distrajo y divirtió con las anécdotas absurdas. Le gustaba escuchar el parloteo de Ezra, era entretenido conocer su mente. Llegaron al departamento y se dedicaron a las tareas, cenaron juntos con los programan infantiles de fondo hasta que ella lo acostó.
Se duchó finalmente y se acostó en su cama, los sucesos del día estallaron en su mente de pronto excitándola de nuevo, estuvo tentada en sacar a su amigo del cajón de la mesita de la noche, pero decidió no hacerlo en el último momento. Su mente se llenó de pensamientos lujuriosos que la acompañaron en sueños.