Pasamos un largo rato en silencio, donde solo nos mirábamos y sollozábamos por las personas que nunca volveríamos a ver.
No podía dejar de pensar en mis amigos, vecinos, conocidos, pero sobre todo en Lucas. Mire a mi padre y él me miró, suplicándome que no le preguntara, pero no pude, tenía que saber.
- ¿Qué pasó? ¿Como entraron?
Papá me dijo que había sido una trampa, que un camión que traía medicinas había sido interceptado en el camino, y ocupado con un grupo de zombis, lo chóferes eran humanos, pero no como cualquiera de nosotros, por eso es que cuando llegaron a la puerta principal, los guardias les pidieron que abrieran, para ver que transportaban, y cuando lo hicieron empujaron a uno de los guardias dentro para que lo devoren los zombis y el otro apenas tubo tiempo de dar la señal de alarma antes de que lo mataran también.
No pude contenerme y comencé a llorar, mi Lucas estaba muerto, nunca más iba a tenerlo a mi lado. Se había ido, para siempre. Papa y Tomy me abrazaron y yo no podía parar las lagrimas, sentía como que el pecho se me cerraba, como que alguien me golpeaba una y otra vez con una fuerza inhumana, y ahí me desmaye, supongo, porque lo próximo que recuerdo es oír a papá dándole instrucciones a Tomy sobre a donde teníamos que ir cuando amaneciera. El iba a dejarnos, como lo hizo mi madre la primera vez, y yo no podía permitirlo.
- ¡¿Vas a dejarnos solos?! - le grité mientras me sentaba, todo me daba vueltas.
El me miró, se acercó a mí y me tomó el rostro: - Hija, es mi fuerte, esas personas dependen de mí, no puedo dejarlos ahora. Ustedes son lo más importante que tengo, por eso necesito que estén a salvo, yo tengo que cuidar a los demás.
- ¡No! – le grite abrazándolo y comencé a llorar de nuevo - ¡tienes que cuidarnos a nosotros, no puedes dejarnos tu también!
Me abrazó fuerte y soltó unas lágrimas. – Nunca los voy a abandonar, siempre voy a estar con ustedes.
Sabía que sus palabras eran definitivas, así que lo sujeté con todas mis fuerzas, esperando poder retenerlo, pero era en vano. Se despidió de Tomy y se fue.
Nosotros nos quedamos mirando la entrada, esperando que volviera, aunque sabíamos que al salir había destruido el panel y que la puerta solo se abriría por dentro, y también sabíamos que no teníamos que abrirla por nada del mundo hasta que saliera el sol.
En algún momento nos quedamos dormidos, y las pesadillas estuvieron presentes, solo que ya no eran los recuerdos de hace ocho años, eran los de hacia unas horas.
Una alarma comenzó a sonar y me despertó, estaba empapada en transpiración por lo que había soñado. Ya había amanecido, teníamos que salir.
Desperté a Tomy, nos alistamos y salimos. Teníamos que volver a casa y tomar el coche de Sofía y salir en busca de otro fuerte para refugiarnos.
Nuestra calle estaba desierta, autos estrellados, caños rotos, sangre, c*******s, casas incendiándose. La nuestra parecía intacta, solo que tenia las puertas abiertas, entramos tomamos algo de comida y algunas de nuestras cosas y salimos. Tomy no dijo ni una palabra, estaba demasiado asustado, y no era para menos, su niñera se lo habría comido si papá no llegaba a tiempo.
Cuando llegué a la calle principal, la que lleva al portón de salida, gire en la dirección contraria.
Tomy me miro sorprendido, y le dije: - No voy a dejar a papá aquí, vamos por él y salimos.
El asintió con la cabeza, y se relajó un poco, al parecer tampoco estaba de acuerdo con abandonar a papá.
El cuartel estaba al final del camino, era un edificio enorme, como solían ser las casas de gobierno de las ciudades.
Toda la escalinata de la entrada del frente, estaba cubierta de c*******s, unos encima de otros, civiles, militares, mujeres, niños. Para llegar a papá teníamos que atravesarlos, y eso era un problema.
Porque si bien los zombis no caminaban a la luz del día, no es que muriera, solo se tiraban para que el sol no les lastime los ojos, pero si alguien ponía el pie en su boca, lo comerían sin ningún problema.
Podíamos correr, pero eran muchos y si alguno nos mordía, íbamos a contagiarnos.
- Necesitamos algo con que aplastarlos.
- Algo como una 4x4 – dijo Tomy señalando un camión.
Corrí, abrí la puerta y como me lo esperaba había un zombi desparramado en el asiento, me asustó un poco cuando gruñó, pero no tenía tiempo, así que le dispare en la cabeza, como papá me había enseñado, con una de las armas que sacamos del refugio.
Levanté a Tomy y comencé a escalar la montaña de caníbales.
Estacioné en el hall, en medio de los rallos del sol y deje a Tomy ahí, le dije que no se moviera, porque el lugar era bastante oscuro en algunos rincones, por lo que seguramente los zombis no estarían durmiendo.
Subí rumbo a la oficina de papá, sentía que puertas se abrían y cerraban, pero no miré atrás, tenia una misión que cumplir.
Al entrar a la oficina del General y ver que estaba totalmente oscura, me vino un escalofrío por la espalda, no era una buena señal.
La oficina era inmensa, y en un rincón algo se movió.
-¿Papi? –pregunté con un nudo en la garganta mientras me acercaba lentamente a ese lugar. Entonces una puerta se abrió detrás de mí y ahí estaba él, mi padre, siempre tan bien parado, con su uniforme. Sentí un alivio y comencé a ir hacia él, y él comenzó a venir hacia mí, pero en una forma diferente, muy lento, quise pensar que estaba herido, pero el sonido que emitía no dejaba dudas, mi padre era un zombi y yo estaba por convertirme en su desayuno.
La apunté con el arma a la cabeza mientras se acercaba, pero la mano me temblaba, yo sabia que el no era mi padre, pero al mismo tiempo si lo era, ¿como podía disparar a mi propio padre?, pensé que seria mejor dejar que me comiera, pero también pensé en Tomy esperándome abajo, y me imaginé a mi padre y a mi comiéndolo cuando viniera a buscarme. Y él se acercaba, y yo estaba congelada, perdida en mi mente.
Un estruendo me trajo de vuelta y en el instante que papá se tiraba sobre mí, las ventanas se rompieron y unos soldados entraron colgados desde un helicóptero, uno de ellos me tomó y me sacó, antes de que pudiera decir nada.
Un equipo de rescate estaba en la ciudad, para salvar a los pocos sobrevivientes.
- Mi hermano está dentro – le dije al hombre que me llevaba.
- Ya lo tenemos, está bien – me respondió.
Y así fue como fuimos rescatados, si hubieran llegado unas horas antes habrían más sobrevivientes, pero hicieron lo que pudieron, suponía.