Capítulo 15

874 Palabras
Ibarra estaba temeroso de esta nueva fiscal que estaba tras sus pasos, Doris Mejía. Pensaba que se estaba acercando demasiado, fisgoneando en las licitaciones y en la muerte del poderoso inversor que pensaba traicionar a la organización criminal. Le pidió a Tenemás que averiguara más de ella. Una hora después, Tenemás tenía mucha información amontonada en su tablet. -Es una mujer terca y obstinada, le advirtió, ha resuelto casos que parecían indescifrables, ha metido a la cárcel ha gente importante, se especializa en casos de corrupción- Ibarra encendió un cigarrillo y echó mucho humo. Sonrió. -¿Cuál es su punto flaco?-, preguntó. -Su hermano es juez y liberó a gente involucrada en tráfico de drogas-, detalló Tenemás. -Llama a nuestra gente, que propalen esa información de inmediato. En el cable, en los canales abiertos, que salga en los diarios que están con nosotros. Págales buena suma, no tengas reparos. Saca plata de lo que iba a ser el aumento a los pensionistas, allí hay buen dinero estancado-, ordenó Ibarra saboreando su tabaco. Esa misma tarde, en uno de los canales que defendían a capa y espada al presidente, su principal conductor de amplios bigotes y sonrisa disfrazada, denunciaba que la fiscal Mejía y su hermano estaban enredados en el escándalo de la liberación de los capos de narcotráfico del Callao. La noticia corrió como pólvora y todos los medios informaron, en sus webs, sobre el escándalo. Fue además, explotado por los trolls del Twitter. Enterada, Nancy Gutiérrez solo movió la cabeza. -Ese delincuente está bien consolidado. Y sabe lo que hace. Compra conciencias a precio de regalo-, se quejó. Doris Mejía restó importancia a todo eso. -Es obvio que iban a buscar de qué pie cojeo, Nancy, eso no me desanima ni mucho menos, me da más coraje-, subrayó. -Pero los periodistas acosan, fastidian, entorpecen todo-, alegó la fiscal. -Mejor, pues, me gusta que me jodan-, estalló en risas Mejía. Y así, encorajinada, asestó un fuerte, fortísimo golpe a la mafia enquistada en palacio: en un solo día hizo hasta diez detenciones de personal afín a Ibarra en ministerios y el propio Palacio de Gobierno. Entre ellos fue detenido Gregorio Tenemás. Conseguir las órdenes de captura fue una batalla de titanes. No por nada el juez Mamani que debía firmar los documentos legales, era del staff de Ibarra. -No procede-, le dijo a Mejía, tirándole las órdenes de aprehensión. Mejía se sulfuró, sintió hervir su sangre y estuvo a punto de estallar. Se controló sin embargo. -Aquí está todo el detalle, su señoría, las presunciones, las posibilidades de fuga, los domicilios arraigados, todo encaja, ¿Qué es lo que no procede?-, encaró Doris al juez. Mamani vio furia reprimida en la mirada de Mejía. Se intimidó. Lo peor es que ella estaba en lo cierto. Intentó esgrimir una salida legal, pero no la había. Ella no iba a rendirse tampoco. Entonces el juez cogió los papeles con ira y le puso la firma y el sello. -Váyase, no quiero verla-, rezongó Mamani. Enterado Ibarra montó en cólera. Llamó a Pérez y Méndez. -Ese maricón de Tenemás va a hablar, es un rosquete. ¿Por qué mierda firmó las órdenes Mamani?-, ladró el presidente preso de la cólera. Nadie atinó a decir nada. -Eliminen a esos dos jijunas-, bramó otra vez y se tumbó a su silla mecedora, preso de la rabia. ***** Helena recibió el mensaje en su w******p. -Mamani-, decía escuetamente con un emoji de una bomba. Ella sonrió y se abanicó un buen rato porque el verano ya encendía sus hornillas con vehemencia. Después se fue a vestir. Se puso un elegante vestido gris, zapatos negros, abiertos, de taco alto, y cogió su cartera. No olvidó sus lentes oscuros y se puso anillos al por mayor. Por la tarde, Mamani bajó de su auto, pidió a sus agentes de seguridad que le avisaran cuando lo revelaran y entró a su casa, sin prisa, bostezando. Entonces oyó una voz, suave serena, coqueta y hasta sensual. -Mucho trabajo, ¿eh? Pero no te preocupes, Ibarra me pidió que te diera descanso eterno- El juez se sorprendió al ver a Helena, sentada en su sillón, con las piernas cruzadas, apuntándole con una arma con silenciador. Iba a gritar espantado pidiendo auxilio, pero no pudo. Dos disparos certeros, uno en la garganta, y otro en el corazón, lo lanzaron hacia el sofá de su sala, quedando derrumbado como un piltrafa sobre los almohadones. Helena lo miró un rato desangrarse, tomó su celular y escribió un mensaje tan escueto como el que recibió antes: -Ya-, y se marchó por la puerta trasera. Al poco rato la noticia era vox populi. Doris Mejía la llamó a Nancy Gutiérrez. -Mamani murió en su ley-, dijo con ironía. Pero no sería el único. Por la noche, cuando los guardias inspeccionaron las celdas de la prefectura, encontraron a Gregorio Tenemás colgado de una reja, sin vida. La fiscal miró la ventana apesadumbrada, arrugando la boca, con los brazos cruzados. -Otra vez como al principio-, musitó. Su secretaria intentó animarla. -Los otros pájaros cantarán-, subrayó convencida. La hizo reír un buen rato, sin embargo, pese al entusiasmo de Techi, la verdad es que el desánimo empezaba a cundir en la fiscal.
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