Capítulo 17

1442 Palabras
Macedo no lo esperaba. Helena abrió la puerta del baño y su delicada silueta apareció como una sirena encantada, con sus enormes crines desparramados en sus hombros como una cascada de placer y sus pechos como frutas maduras, frescas, deliciosas, serenos como un cuadro sensual y erótico a la vez. Mauro miró sus pezones erguidos en su piel, como chuponcitos, llamándolo a probar su elixir hasta quedar embriagado de ella. Sus curvas interminables le erizaban la piel. Sentía su corazón frenético, enjaulado en el pecho, frente a esas carnes tersas, rosadas, sabrosas, sexys, desnudas que estaban pintadas frente a él. Ella se acercó meneando su cintura y Mauro ansió aún mas disfrutar de la boquita carnosa, pintada de rojo, igual a una manzana fresca y dulce, que se entreabría sensualmente. No pudo resistirse más, sus manos corrieron para acariciar la piel suave de Helena, disfrutar de sus nalgas empinadas, grandes y firmes, con tanta pasión que hundió sus uñas con devoción y encono. Ella gimió y le pareció una melodía erótica. Metió su nariz en medio de los senos de la mujer y disfrutó de su fragancia delicada que lo volvía loco. Empezó a morder cada centímetro de ella, explorando con la lengua sus rincones y vastos campos de empinadas montañas que lo enloquecían. Macedo se sintió un conquistador, un cazador, un aventurero y un explorador, todo en uno, recorriendo los encantos y debilidades de Helena. La sometió a sus deseos, a sus ganas de oírla gritar, de invadirla sin compasión, de saborear sus carnes, de devorarla sin restricciones de ir y venir por su territorio tan sutil y encantador. Profanó su ser con ímpetu, hambre y codicia, hasta llegar a lo profundo de sus entrañas. Helena también estaba complacida que la dominaran, la hicieran suya y se apoderaran de sus encantos. Gemía con placer y exhalaba erotismo, en su respiración acelerada cuando él la vencía con fuerza, con ira, con coraje para llegar, cada vez, a lo más profundo de ella. Eso la enloquecía. Se tiraba de los cabellos desesperada cuando él exploraba sus entrañas con dureza. Ese dolor le gustaba mucho, la hacía arrancar alaridos y sus chillidos también le era música para sus tímpanos de ella. Hicieron el amor tantas veces que Helena quedó rendida en la cama, desparramada como una marioneta, convertida en un muñeca exánime y hasta se sintió destartalada de tanto ímpetu, de tanto fuego que la calcinó hasta volverla cenizas. -Has estado más impetuoso que nunca-, dijo ella tratando e recuperar el aliento, pero le era imposible. Suspiraba y sus exhalaciones estaban cortadas, trituradas tras ser devorada, literalmente, por su amante. -Es que ahora sí estoy en un caso importante-, dijo Macedo encendiendo un cigarrillo. -¿Lo del general Zevallos?-, preguntó ella. -Sí, sí, sí. Presentaré las pruebas ¿lo entiendes? No es una denuncia por denunciar. ¡Presentaré las pruebas y me haré famoso!-, dijo emocionado Macedo y sin dar más ocasión a Helena de seguir preguntando, tiró el cigarrillo volvió a pasar la lengua por sus senos, sus pezones duritos, agarrar sus nalgas con fiereza y posarse sobre ella para volver a invadir su cuerpo con un nuevo torrente de placer y fuego que estremeció a ella, hasta hacerla perder el sentido en la tormenta del sexo. ***** -Yo era Mauro Macedo- La frase revoloteaba en la cabeza de Viviana. La aguijoneaba y la hacía sentir tonta, perdida en una neblina tupida y espesa. Sentía que su sangre se helaba y los chorros corrían por sus vertebras, congelándola, poniéndola estupefacta, sin poder de reacción. Nuevamente buscó en el Google sobre la reencarnación y encontraba siempre lo mismo, de "una nueva vida en otro cuerpo después de la muerte biológica". Le parecía raro, fuera de toda lógica. En realidad, Vivi jamás se había puesto a pensar en esas cosas y ahora le aterraba imaginar que en otra vida había sido un hombre y que la mataron. -¿Ya puedes dormir tranquila?-, le preguntó por el celular Betty, siempre con su sonrisita a flor de labios. -Ni tanto, ahora me aterra pensar la idea que yo era un hombre antes de venir a éste mundo-, le contó. -Qué loco. En tu otra vida te gustaban las mujeres, je je je-, siguió bromeando Betty. -Por lo que leímos era abogado y estaba envuelto en un caso de corrupción en el poder, algo de tráfico de influencias-, le recordó Viviana. -Si, lo que decía el profesor de código civil y constitución-, recordó Betty. -La verdad, loca, todo este asunto me da mucho miedo-, confesó aturdida Viviana, sintiendo otra vez los chorros de sangre helada que iban y venían por todo su ser. Eso le mortificaba, el friecito, incluso, le taladraba la cabeza y la golpeaba como martillazos. -¿Sería casado ese tipo? A lo mejor eres la mamá de alguien-, trató de ser divertida nuevamente Betty, pero eso la aterró más a Viviana. -La muerte de Macedo fue hace poco, veinte años atrás, tiene hijos, viuda, qué se yo, ¿te imaginas? ellos también son mi familia, ¡qué miedo!-, chilló asustada. Betty se contagió de su miedo. -La verdad que todo esto me aterra a mí también, y mucho-, dijo. Las dos amigas quedaron en silencio largo rato, cavilando sobre ese enredo sobrenatural que a medida que pasaban los días, se convertía en plomo que les sujetaba los pies, las sumía en el pavor y se transformaba en una historia tétrica y aterradora. -¿Por qué yo?-, preguntó Viviana. -¿Tú crees que al morirse alguien elige en quién reencarnarse?-, se interesó Betty. -No sé, pero no creo que sea casualidad que una persona se reencarne de otra, algo de pura suerte, como si un alma viajara en el espacio y al primer alumbramiento que ve en el limbo, ¡plop! se mete en el cuerpo del bebé que nace. Me parece ya, muy fantasioso-, trató de tranquilizarse Viviana. -Tú me dijiste que ese tío a lo mejor estaba buscando venganza-, le recordó su amiga. -Sí, puede ser, quiere vengar su muerte, pero... ¿por qué yo? no soy policía ni Lara Croft, la Mujer Maravilla ni esas cosas-, echó a reír Vivi. -Debe haber algún vínculo, contigo, con tu familia, con tu papá o tu mamá quizás-, especuló Betty. Viviana desorbitó sus ojos. -Un vínculo, eso es, tarada, tiene que haber un vínculo entre Macedo y yo-, se entusiasmó y sacó sus apuntes sobre Macedo. -Lince, Lince, Lince-, repetía como eco, lo que incomodó a Betty. -¿Qué has descubierto?-, preguntó su amiga fastidiada, pero Viviana no respondió, estaba absorbida en sus pensamientos y al fin evocó algo. -Mi abuelo César jugaba pelota en un club de ese distrito, mi papá tiene fotos, ahora lo recuerdo, ese equipo se llamaba Sport Lince. Por supuesto-, empezó a gritar feliz. Se disculpó con Betty y apagó el celular, dejándola a la amiga con la boca abierta. Viviana corrió al álbum familiar que atesoraba su padre y empezó a buscar las hojas donde estaban las foto insertadas en sobrecitos de plástico, desesperada y ansiosa. -¿Qué buscas, hija?-, se interesó su papá. -Busco una foto del abuelo, cuando trabajaba en la cervecería, hay una foto con muchos amigos de su trabajo, creo celebrando un aniversario, del Sport Lince-, dijo ella. Su padre sonrió, le pidió el álbum, abrió las páginas cerca al final y le señaló uno divertido. -¿Es la que buscas?- Viviana sentía explotar su corazón. Le arranchó la foto de la manos de su padre y leyó lo que tenía escrito atrás, estaban los nombres de los que aparecían allí y encontró lo que suponía, a un tal Wilson Macedo... el padre de Mauro. Ella corrió otra vez a su cuarto, dejando a su padre estupefacto, y timbró de inmediato al celular de Betty. -Tarada, dijo casi gritando, sin aliento, resoplando excitación y emoción a la vez, mi abuelo trabajó con el papá de Macedo. Por eso el abogado me busca a mí para reencarnarse, porque conocía a mi familia- Betty también ató cabos. -Y me imagino que en el limbo, donde estaba después de que lo mataran, sabía que en el futuro tú sería abogada igual que él, que Macedo, y que podrías vengar su muerte-, dedujo convencida. -Sí. Yo creo que sí-, dijo Vivi. Colgó y se echó a la cama. Empezó a temblar de nuevo. -Son mensajes, sí, las pesadillas son mensajes, quiere que averigüe quién lo mató-, dijo temblando Vivi. Cerró los ojos y se puso a llorar. Ahora Viviana estaba más resuelta que nunca en saber quién había matado a Mauro Macedo.
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