Kelan soltó una maldición. ¡Habían pasado tres días! ¡Tres largos y frustrantes días! Su m*****o se ponía duro como la roca cada vez que pensaba en la mujer que había subido a bordo. La única ocasión en que había podido tenerla entre sus brazos había sido durante aquellos preciosos momentos en el planeta primitivo y en la plataforma de transporte. Desde entonces, un contratiempo tras otro habían evitado que tuviera oportunidad de hablar siquiera con ella. Después de acompañarla hasta la unidad médica para ver cómo estaba la mujer herida, Kelan había tenido unas palabras en privado con el sanador. Quería que les implantasen traductores tan pronto como fuera posible para así poder hablar con su compañera predestinada, pero por desgracia al cabo de poco lo habían llamado para que se ocupase

