5 Kelan fue incapaz de contener el gruñido grave que se le escapó al percibir el aroma de su compañera. Parecía llenar sus habitaciones con la esencia de las especias salvajes y algo más, aunque no tuvo oportunidad de identificar aquella fragancia elusiva antes de que la mujer saliese de la unidad de aseo vestida únicamente con una toalla… y con dos cuchillos muy afilados en las manos. Frunció el ceño al ver cómo adoptaba una postura defensiva; no quería que le tuviera miedo. ―No voy a hacerte daño ―empezó a decir, dando un paso hacia ella con las manos en alto―. Puedes darme los cuchillos. Trisha negó con la cabeza y dio un pequeño paso hacia atrás y hacia un lado. No quería darle la oportunidad de arrinconarla. ―Tú puedes marcharte, y yo me quedaré con los cuchillos ―respondió con ca

