Mi recepcionista me había llamado y me notificó de que sólo tengo dos pacientes por atender en la tarde. Así que, me tomé la mañana para mí misma y decidí ir hacía el local de mí amiga Jessica, quien ella tiene una pastelería en un centro comercial de la ciudad. Quise saber sobre la vida rutinaria de ella y por eso ahora me encuentro caminando por la avenida principal, a la vez he detallado las paredes y vidrieras llenas de pósters y banners del beisbolista número uno de México, de igual modo los aficionados caminaban en las calles teniendo pintado en el rostro el número uno en color azul en las mejillas, lo que me imagino que es por afecto inmenso hacia Joaquín.
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Llegué al centro comercial y no pude creer que todo lo que me rodea, este decorado de color azul por el fanatismo, con varios banderines, carteles y recursos de decoración.
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Traté de irme hacía la segunda planta y por eso subí por las escaleras eléctricas. Noté que también estaban llenas de pósters a los costados y salí inmediatamente de allí al terminar de andar y a la vez suspiré. Observé a mí amiga Jessica a través de la vidriera, conversando alegramente con una de sus empleadas.
-Hola, ¿Cómo están? – digo al entrar al local.
-Ah, viniste, ¿No tienes trabajo por hacer? – ella se acerca hacia a mí.
-No, en la tarde tengo que atender sólo dos pacientes… Tengo que tener paciencia, apenas estoy empezando, no puedo quejarme.
-Vamos hacia a la cocina – me indica con la mano.
–Está bien – la sigo.
Ella siempre ha tenido bueno gustos, no sólo en la pastelería sino también en la decoración de interiores, su local es iluminada totalmente, las paredes pintados en tonos claros, las mesas junto con los floreros me pareciera ser modernos y a la vez campestres. Pero mencionado lo que contiene las vidrieras, esos respectivos manjares y delicias me deja con ganas ya de saborearlos, de tan sólo verlos. Pero sé que esta tienda es una de las más visitadas, aparte de que tiene mucha creatividad las empleadas, como en el marmoleado, las esculturas, las flores de azúcar, los colores, todo a la perfección.
-Los chicos estaban haciendo un pastel, de un personaje muy reconocido en la ciudad – me mira cautelosamente – adivina quién es – me sonríe de medio lado.
-La verdad que no tengo el poder de leer mentes – cruzo de brazos.
-Bueno, es el joven Joaquín Castillo, quien ha pedido un pastel para una reunión, por lo menos ha reservado esto con tiempo – se acerca hacia la mesa de decoración – va a ser de tres pisos, apenas llevamos el biscocho del primer piso, Además, pidió el merengue de un sabor a almendras.
-Ah, que bien – ladeo la cabeza.
Estoy en la cocina más moderna que he conocido, no sólo por los hornos de última gama, ya que, observo que Jessica ha invertido mucho en inventario, como me había comentado con anterioridad. Además de haber más empleados antes, cada quien cumple con un respectivo oficio. Pero me llamó la atención un hombre ubicado en la esquina del sitio, quien realiza una escultura de hielo, estando él tallando un hada, siendo hermosa, con frondosas alas, sus manos pareciendo ser perfectas como una muñeca de porcelana, su rostro totalmente definido con estupendos pómulos y la simetría de su cuerpo me hizo recordar a las bailarinas de ballet, por ser esbeltas y de diminutas cinturas.
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Al acercarme sentí los pequeños trozos caer sobre mí, pero no me molestaba, pero traté de que no ser percibida, para no generar incomodidad, estando él concentrándose.
-¿Te gusta lo que ves? – me dice él, sin voltear a verme.
Supongo que pudo verme, a través del reflejo de mí sobre el hielo.
-Sí, me parece sorprendente lo que haces, es una obra de arte – levanto las cejas.
-Me llamo Fabián – me estrecha la mano – soy escultor de la ciudad.
-Ah, me llamo Dalila – respondo a su gesto – soy sexóloga.
Él arqueo las cejas, como sinónimo de “no me lo esperaba” porque mi profesión no es muy conocida que digamos, pero también ciertas personas lo han “satanizado” por la comunidad conservadora o arcaica. Pero la sexología es medicina, eso influye como tal ciencia… De ese modo me considero científica y me gusta estudiar el comportamiento s****l de mi especie, no debería ser tomado como algo desagradable.
-No es como decir, soy profesora o abogada, pero es lo que a mí me gusta – sonrió de oreja a oreja.
-Respeto lo que haces o estudias. No tengo prejuicio – me indica su estatua – tallo desde que tenía ocho, pero comencé con la madera, ya que al principio me parecía difícil esculpir con el hielo.
-Ah – quise tocarlo con mis manos.
-Dalila, te quiero decir algo – Jessica se acerca hacia nosotros.
-Sí, claro… Fue un gusto conocerte – le sonrío de medio lado.
-Igual – me devuelve el gesto.
Me gustó haberlo conocido a él, y quizás el sentimiento es mutuo. Me acerqué a mi amiga, quizás para contarme un chisme.
-¿Vas a ir este fin de semana al estadio?
No, quiero estar en casa – arrugó la nariz.
-No seas aburrida, vamos a ir – me insiste – sólo un fin de semana en el estadio.
-¿Puedo ir con ustedes? – Fabián al parecer escucho lo que decíamos.
-Eh, no hay problema, ¿Qué opinas? – me dice ella, pero sé que lo hace con doble intención.
-Sí, si iré – le sonrió a Jessica, pero ella sabe que lo hago con ganas de pellizcarla.
-Bien, las recojo en la tarde – se distrae en su obra de hielo.
-Sabía que ibas a ir, siempre hacés lo contrario – ella me termina diciendo.
Jessica al salirse con la suya, siempre tiene esa típica costumbre de sacarme la lengua, como si fuese una niña de seis años.
-Está bien, ganaste – pongo los ojos en blanco.
Pasé toda la mañana con ella, conversando sobre de viejas amistades, mientras estábamos sentadas en la mesa tomando el té. Me olvidé completamente de Joaquín y no quise comentarle a Jessica sobre lo que me sucedió anoche, si se llega a enterar de que tengo como vecino al beisbolista más querido de México, ella querrá mudarse conmigo, suceso que no permitiré, ni por el pastel más rico que me prepare.
***
-Déjame en la esquina.
Me ubico en un taxi, recién salí de la pastelería con unos pastelillos en mano para mi recepcionista. Sé que los jefes no deben de tratar a sus empleados como amigos, pero a mí me gusta ser cordial con cualquier persona.
-¿Usted es la dueña de este sitio? ¿Usted es sexóloga? – me pregunta el taxista, al estacionarnos en la acera.
-Sí, lo soy – le ofrezco su pago.
-Me llamo Lucas, y quisiera tener una consulta con usted – me devuelve el cambio.
-Pues, claro, dime cual es su problema, no estamos en mi consultorio, pero así creo que usted se siente más cómodo – agrego.
–Es algo que no lo he contado a nadie más.
Observé que él apenas puede resignarse, pero creo que la necesidad pudo más que la vergüenza.
-Bien, la verdad… Es que me siento impotente, mi esposa me quiere abandonar ¡Sólo porque no la complazco! – se quita la gorra.
De un momento a otro cambio de humor, pero sabía que se sentía muy mal, estalló toda la carga negativa que traía consigo.
-¿Desde cuándo estas así?
-Escucha, yo me casé con mi pareja hace un año, desde ese tiempo hemos tenido ese problema.
-Cuando usted me dice que se siente impotente, ¿A qué se refiere?
-Pues, no es porque no me guste mi esposa, pero me siento menos apto para tenerlo – observa sus manos.
-No lo comprendo, la verdad, ¿Has tenido relaciones con anterioridad? Porque pareciera a que no lo hubieses tenido.
-Sí, claro, tengo treinta y cinco años.
-Entonces, ¿Por qué se siente impotente? No lo observo como si fuese débil, no me estás diciendo lo que quiero saber – agilizo la mirada.
Se tomó un momento para mirar la avenida, creo que está buscando las palabras exactas para explicarme.
-Soy estéril, no puedo llegar a tener hijos – su voz sonaba muy aguda.
-No llegar a tener hijos, ¿Es lo que te produce sensaciones de impotencia?
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-Mi esposa es más joven que yo, pero quiere ser madre, ¿Cómo lo va tener? Ya esto se me sale de mis manos – arruga el entrecejo.
-¿Has ido con otro especialista?
-Sí, pero me han dicho los doctores que seré así igualmente, sé que mi caso es con otros especialistas, pero la verdad es que la psicológica también la requería. ¿Me equivoco?
-No, para nada… ¿Su esposa sabe que eres estéril?
-No, si le digo, ahora ni querrá verme.
-Bueno, ustedes son una pareja, deberían estar unidos. Tu problema es su problema también – me cruzo de brazos – te recomiendo a que traigas tú esposa a mi consultorio, para que los dos puedan manejar su vida s****l.
Me da pesar por este tipo de casos, porque esto va de la depresión hasta el vacío sentimiento de la baja autoestima, junto con el desespero de que hacer en realidad.
-No querrá venir, lo dudo mucho.
-Quiero resolver su problema, cualquier sexólogo de la ciudad no querría hacerlo.
-No, creo que esto no tiene solución, mi problema de esterilidad no tiene cura – él vuelve a ponerse la gorra.
-¡Escucha! Tu problema de esterilidad no tiene que ver con que no puedas tener relaciones con tú esposa, te afectó a tal punto que ni tienes una vida más placentera.
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-Quiero pensar mejor las cosas, volveré en dos días por acá, me siento caótico – pone las manos sobre el volante.
-Bien, esperaré a que te sientas un poco restaurado.
Me bajé del auto y caminé hacia mi consultorio, a la vez sentí lastima por el taxista. Esta es mi primera consulta informal, pero que también me ha dejado un sentimiento de tristeza que no pude evitar.