No había firmado contrato con Alberto, pero al ser una mujer de palabras, Samantha ya tenía un compromiso con él, salvar de lo que sea que este metido, él y su amigo.
Después de la conversación y lo sucedido en su oficina con Alberto, Samantha salió de prisa al hospital donde trabajaba su hermana, por no haberla podido contactar se había desesperado bastante. Cuando llego al hospital, fue directamente al consultorio de su hermana, al no encontrarla su preocupación aumentó, hablo con la asistente de ella, esta, por alguna razón se veía nerviosa, y ya eso era mucho para los nervios de ella.
—¿Dónde está mi hermana? Ángela —Pregunto Samantha a la asistente de su hermana, la cual conocía desde hace mucho.
—¿Su hermana? —Soltó Ángela una pregunta tonta, que salió de su inconsciente.
—Si, mi hermana.
—No está —Para Samantha sus pensamientos volaban, esta se estaría haciendo estúpida, o ya de por sí vino de fábrica, fue lo que Samantha quería decir, pero se contuvo.
—Ya lo sé Ángela, la anduve buscando, y siento que estás jugando con mi poca paciencia. Ya de por sí no tuve un buen día, para estupideces.
—La señora Sandra está en el piso 2, pasillo 3, Puerta 8 —Samantha se quedó viéndola con los ojos como plato, pensando en lo loca que ha de estar esta mujer.
—¿Gracias? —Samantha caminaba mientras la observaba, pareciera que le iba a dar un colapso nervioso. Sigue las indicaciones que Ángela le había dado, cuando llego al lugar indicado, alcanzo a ver a su hermana a lo largo del pasillo, estaba de espalda, pero para ella su hermana era imposible de confundir, eso pasa cuando vives toda la vida con una persona.
Samantha caminó hacia su hermana, cuando la alcanzó a ver, menciono su nombre para llamar su atención, esta se dio la vuelta, y para Samantha, lo que vio fue devastador, sin saber por qué. Sandra estaba hecha un mal de lágrimas, estaba roja de llorar, sus ojos hinchados, al ver a su hermana allí parada, fue como ese plus para dejar salir lo que fuera que contenía. No lograba articular palabra, al ver a su hermana así, y sin saber que sucedía, comenzó a llorar. Tratando de articular la gran pregunta ¿Qué pasaba? Pero, aunque Sandra intentara explicarle, no podía, seguía llorando, comenzó a temblar en los brazos de su hermana.
—Cálmate San, y dime que pasa. ¿Por qué estás así?
—Ellos, ell…—Su hermana seguía en su mundo de lágrimas y no lograba, por más que lo intentara decirle a su hermana, eso comenzó a alterar a Samantha, a tal punto de llegar a la exasperación, que tomo a su hermana entre sus brazos, mirándola fijamente a la cara, mientras la sostenía por los hombros, y la veía llorar, solo podía seguir preguntando ¿Qué había pasado?
—Murieron —El corazón de Samantha se aceleró, mientras veía a su hermana fijamente esperando que termine de decir lo que había comenzado.
—¿De qué hablas?, de por Dios San, dime.
—Murieron Sami.
—Carajos, ¿Quiénes murieron?
—Nuestros padres —dijo Sandra entre lágrimas, al momento que terminó la frase, Samantha la había soltado de sus brazos, dejándose caer al piso, sin mostrar nada. Estaba atónita, no lloraba en el momento, no decía nada, solo miraba fijamente en un lugar. El cual ni ella sabía cuál era, aun en su mente no se podía convencer, que aquello podía ser cierto, comenzó a temblar de pies a cabeza. Para ella poder llegar a perder a sus padres sería un golpe muy duro de la realidad, ellos lo eran todo para ella, y no estaba lista para verlos ir.
Tristemente, no es cuando queramos que un ser querido nos deje, es cuando tenga que dejarnos, y lamentablemente para Samantha, el momento de sus padres habían llegado.
¿Qué haces cuando tu mundo se te viene abajo, todo de un sopetón? ¿A dónde puedes huir, si puedes escapar de todos, menos de ti?
Samantha en ese momento se había hecho esas dos preguntas, no podía asimilar lo que su hermana le estaba diciendo. Sus padres habían muerto, las personas que más la han amado en este mundo, la habían dejado. Y allí estaba ella, dejando de ser fuerte, para convertirse en todo lo contrario. El gran problema de siempre guardarse las cosas, es que cuando estallas por algo, estallas por todo lo que no lo hiciste antes.
Allí está Samantha, temblando, llorando en el piso de un hospital, mientras su hermana yacía en un mal de lágrimas, ambas están viendo y sintiendo la dura realidad de una gran pérdida.
—Dime, ¿Qué paso? — logro preguntar ella, aunque seguía viendo aturdida y triste, debía saber las circunstancias y trasfondo de lo sucedido. Eso, si su hermana podía contarle, con lo alterada que estaba, no sabía si le respondería, de hecho, cuando intento hacerlo, vieron al doctor salir y acercarse a ellas, al mismo tiempo que a Samantha levantarse del piso e ir tras él.
—Doctor, ¿puedo ver a mis padres?, ¿Dónde están?
—No sé dónde están sus padres, soy el doctor de su hermano—Ella se quedó perpleja, pensando que hablaba el doctor. Su hermana no había mencionado a su hermano menor, solo le contó lo de sus padres, y ella, antes de sacar conclusiones quiso preguntar, como persona sensata. Hasta en ese momento podía ella seguir siéndolo.
—Mi hermano—Expreso entre lágrimas—¿Qué pasa con mi hermano?
—Él estuvo en el accidente Sami— Logro decir Sandra.
—¡¿Qué?!
—Los tres iban en el auto.
—Pero… Pero ¿A dónde iban?, ¿Qué paso?, No entiendo.
—Doctor, ¿Cómo está, Daniel?
—Su hermano está en coma, hicimos todo lo posible, pero no tuvimos más que ingresarlo al coma.
En ese momento Sandra se había puesto las manos en la cabeza, en manera de expresión cansada.
Samantha seguía llorando, sacando toda la frustración que sentía. Pensar en sus padres muertos, su hermano en coma, ya era mucho.
Martes 17. Aquel día que le toco levantarse. 4 días después de la muerte de sus padres, 4 días de ir diario al hospital a ver si su hermano reaccionaba, lamentablemente para las hermanas Fisher, aún no había esperanza de recuperar a Daniel. Y por más que lo intentaran, ellas no podían hacer nada. Solo esperar.
Samantha se encontraba en su oficina, llevaba esos mismos 4 días sin asomarse por allí, pero pareciera egoísta, pero ya había quedado con Alberto de hablar del caso de William y así poder comenzar a pensar las posibles soluciones y comenzar a redactar la defensa.
Ella no conocía aún la situación, de que se acusaba, o quien lo acusaba, aún estaba fuera de base, pero si Alberto confiaba en ella, porque ella no lo haría.
Justamente a las 2 en punto de la tarde de aquel martes, Samantha se convirtió en oficialmente la abogada del reconocido escritor William Castillo.
Para ella lo primero fue conocer a su cliente, el cual tenía 27 años, y había nacido allí mismo en Texas al igual que ella. Había algo en él, que sin duda llamaba la atención de ella, solo que no identificaba si para bien o para mal.
William estaba siendo acusado de haber abusado de una chica, la cual, en el momento de estar con él, era menor, pero según él, ni abuso de ella, ni sabía que era menor. Desde un principio ella le dijo que tenía 20 años, se habían conocido una noche en una discoteca, resulta que era la primera vez que él salía con sus amigos a un lugar así, allí la conoció a ella. Y ambos tomaron un poco, y terminaron enredados en la cama.
Luego de dos días, a él le llego un comunicado, en el cual se le llamaba a una audiencia por supuesto abuso s****l de aquella chica. En ese momento ya no era menor, ya que al día siguiente había cumplido 18 años de edad, para ella era como haber celebrado su pre-cumpleaños.
Samantha había estado atenta a medida que su amigo Alberto le daba un resumen de lo que se trataba el caso, asegurando todo el tiempo que él era inocente.
—¿Vas a ayudarme en este caso? —pregunto ella a su amigo.
—No puedo, lo más que puedo ser es tu testigo, ya que yo también estuve ese día en el lugar con él— Ahí fue donde a Samantha le cayó el veinte, por eso el interés de Alberto en el caso.
—Entiendo, ya que no puedes ayudar, quiero que no te involucres más, que no me des ideas, no vuelvas a venir con él. Nada. Como dices, te usaré solo de testigo en el caso — ella se había mostrado firme, y un tanto fría, su amigo intento hablar, pero no se lo permitió. —. No digas nada— hizo seña con las manos para que se detuviera, —Es eso, o no llevaré este caso — dijo muy segura de que así seria.