EL ULTIMO CASO

Capitulo 3

—Vanessa comunícame con el señor William— Después del suceso en su oficina, ya pasado dos días, pudieron llegar a un acuerdo, Samantha le puso como condición a Alberto y William, que solo ella se iba a involucrar en los asuntos internos del caso en cuestión. Conocía bien a Alberto, él era un excelente abogado, de eso no le cabía dudas, pero se involucraba micho emocionalmente con los casos, y ella no iba a permitir eso. Sin embargo, ella es muy diferente, era fría y calculadora. Por dicha razón se había abierto una gran fama en el mundo del derecho, en se volvió reconocida como una mujer de tener cuidado.

—No he podido localizarlo— Se escuchó la voz de Vanessa al otro lado del teléfono. Samantha suspiró al escuchar la respuesta de su secretaria —. Pero voy a seguir intentado—, ella se adelantó a decir, sabiendo que eso sería lo que Samanta pediría. Pero en este caso, no fue así.

—Olvídalo, búscame su dirección— Lo que menos se esperaba Vanessa era que dijera algo así.

—En un segundo se la llevo— Samantha comenzó a recoger sus cosas, con plan de salir de su oficina, nunca se había presentado en casa de unos de sus clientes hasta el momento, pero al ser este, su último caso, lo quiso hacer diferente. Ya de por sí el caso era complicado, que el susodicho se perdiera no era opción.

—Disculpe, aún no le consigo el número —Hablo Vanesa en el momento que entro en la oficina de Samantha—, pero allá afuera hay una chica buscándola.

—¿Quién?, creo que no esperaba a nadie. ¿O sí?

—No Licenciada. Solo vino y dijo que era urgente hablar con usted.

—Ahhh — Samantha se masajeaba la nariz, mostrando un poco de su frustración, tantas cosas en su cabeza. Y aún no vivía su duelo — Dale una cita para mañana, no creo que sea de vida o muerte.

—Perfecto. ¿Irá a ver al señor castillo?

—No. Iré a ver a mi hermano.

—¿Canceló sus citas del día de hoy?

—Por favor, y gracias. Ya hoy no regresaré a la oficina. Cancela todo. Y vete a casa. Nos vemos mañana— Ella se despidió de su secretario, y a sabiendas de que tenía una chica en el pasillo, la cual iba a evadir. Realmente no sabía quién era, pero no estaba para atender a nadie en ese momento. Así que, toda la puerta de atrás de la oficina dirigiéndose directamente a la parte trasera del edificio. Y dando la vuelta a este, para poder así, llegar a su auto.

Ya hacía una semana que no sabía nada de su “esposo” solo se presentó el día del funeral de sus padres, y no volvió aparecer. En dos días, ella tendría la primera audiencia con sus abogados, para hablar de los términos del divorcio.

No quiso ser representada por nadie, ya que estaba dispuesta a firmar, pero no sin antes dejarlo en la calle, Samantha se había enterado de que su “esposo” tiene una amante, algo que hasta el momento no le había contado a nadie. Ya que ella tenía su plan, para hacerlo pagar por todo lo que le hizo. Ni siquiera Marcelo, sabía que ella estaba enterada de su amante.

Nunca comprendió, ni cree llegar a comprender, qué pasó en su relación. O porque rayos, se había casado, con un hombre que no amaba.

Samanta se encontraba en el hospital, fue a ver a su hermano, la verdad que en ese momento no quería ver era a Sandra, ella fue la más afectada con la muerte de sus padres, al punto de llegar a pelearse por todo, según ella, Samantha decía cuidar de ellos, estar más atenta, era la que más cerca de ambas vivía. Pero siempre he sabido que ella es fría, y sus sentimientos los sabe esconder muy bien.

—Hola hermanito —, el doctor les había dicho, que si le hablaban de cosas buenas, él podía escuchar, también las malas, pero nadie quiere hablarle cosas malas aún pacientes en coma — estoy segura, que si estuvieras aquí, y supieras todo lo que me pasa, ya hubieses agarrado a Marcelo a golpes —. Daniel siempre fue muy problemático, Samantha tuvo dos veces que intervenir, sacarlo de la cárcel, en una tuvo que pagar una fianza, por haber golpeado a un ex de su novia. Y desde entonces, para Samantha ella no fue micho de su agrado —. Es cruel ¿sabes? Que estés allí, y nos hallas dejado aquí, solas — en ese momento cuando sintió sus lágrimas rodar por sus mejillas, se dio cuenta de que era una imprudencia seguir diciendo eso, no podía decirle que sus padres habían muerto, aunque él estuviera en coma. Ella sabía las consecuencias de las malas noticias. Aún estaba vivo, y aunque en su cara no se viera, su corazón sufría.

—Me encantaría que estuvieras aquí, para…

—¿Para decirle lo mal que te has portado?, ¿para qué viera lo insensible que eres? — de repente escucho decir a Sandra tras su espalda, la cual había aparecido de repente.

—Tú no cambias, ¿verdad? —Dijo ella al girarse y ver a su hermana de pie contra la puerta, a la cual miraba con unos ojos y unas muecas, que daban a notar lo desubicada que estuvo con esas preguntas.

—¿Qué haces aquí?

—¿De qué hablas? ¿Es mi hermano?

—Y desde cuando te importa la familia, donde está tu dolor por mis padres.

—Nuestros

—Exacto, nuestros, pero pareciera que no lo eran.

Ella se levantó de la silla que estaba junto a la cama de su hermano, se acercó quedando de frente a Sandra, la miro fijamente antes de decirle algo. Y expresó.

—Si no conoces mi dolor. No aprietes la herida. Porque, una, no estás dentro de mi corazón para saber lo que yo siento, y dos, tu actitud me tiene harta.

—No me importa lo que tú digas— lloraba Sandra mientras hablaba la con mi hermana—. Eres peor que todas esas personas que defiendes. Porque tú...— señaló está con el dedo a su hermana menor—... Eres el demonio… — y antes de que pausara lo que decía. La palma de Samantha estaba sobre su mentón. Esta le había dado tremenda bofetada. Y solo podía verla con los ojos de ira, rabia y enojo, ambas. Parecían dos fieras a punto de comerse entre ellas.

—LÁRGATE— le grito Sandra. Ella no dijo una sola palabra más, tomó su bolso y salió del lugar.

En ese momento sus sentimientos estaban a mil. Si hermana no tenía derecho de tratarla así, y menos sin saber si ella también estaba sufriendo.

dijo para sí, Samantha en el momento que abrió la puerta de su auto.

Agarro el celular, marcando el número de Vanessa, su secretaria. Y espero en la línea hasta que ella contestara.

—¿Llegaste a pasarme el número del señor Castillo? — está no dejo que su secretaria responda, ya era constante que desde que desconectaba el móvil, ella comenzaba a hablar.

—No licenciada, se fue antes. Pero si lo necesita ya mismo se lo envío—comenzó abrir una gaveta en su escritorio buscando dicho número.

—Déjalo. Ya mañana me lo das. Me iré a descansar a mi casa. Que nadie me moleste, ya hoy no regreso a la oficina.

—Perfecto. Pase buenas tardes.

Se encontraba en su casa, sentada en su hermoso sofá. No se lograba explicar cómo su vida había cambiado tanto, como lo había perdido todo. Ella era un roble, y no podía permitirse caer.

William Castillo, nacido y Criado en San Antonio Texas el 21 de noviembre del 1993. Estudio en St. Phillips collage. Es licenciado en ciencias y tecnología. Sus padres son Wilfredo Castillo, y Andrea Valverde.

Samantha leía el informe que le entregó su amigo detective. Pero cuando llego a esa sección del nombre de los padres de este. Dio un salto en su sofá, abrió los ojos como platos. Conocía al señor Castillo, pero nunca lo relacionó con William, razón: Samantha había defendido al papa de William en un caso cien por ciento privado. Fue su abogada, en una demanda impuesta por su supuesta amante. La cual le había pedido un millón de dólares, por “daños y perjuicio” pero el señor castillo, resultó ser una alimaña más grande que cualquier otra. Este le había hecho formal un acuerdo de confidencialidad y al vincular su relación, en los juzgados. Había pedido todos los derechos de reclamar un peso.

Pero ella supuso, no, está más que segura que su familia nunca se enteró de aquello. Y se emocionó al imaginarse a ese hombre, verla llegar como la abogada de su hijo. Y era justamente eso lo que iba a hacer. Ya no necesitaba la dirección de William, ella sabía perfectamente donde y con quien vivía.

Porque de algo estaba segura, si de mujer segura se habla. Llama a Samantha Fisher.