Contrato de amor con el CEO griego

PRÓLOGO El sol de una tarde de finales de verano se reflejaba en las aguas cristalinas del puerto de El Pireo, mientras Vivianne Peterson Sanpier-Moore, se ajustaba nerviosamente el velo. Había soñado con su boda desde que tenía memoria, pero nunca imaginó que se encontraría aquí, en un matrimonio arreglado que parecía más un negocio que una promesa de amor eterno. A sus veintidós años, apenas estaba comenzando a descubrir el mundo, pero ahora estaba atada a un hombre cuya mirada helada le cortaba la respiración, no por amor, sino por el resentimiento que irradiaba. Phillip Giannopoulos estaba de pie frente al altar, con la mandíbula tensa y las manos apretadas en los bolsillos de su traje. A sus veintiocho años, ya había demostrado ser un líder nato en los negocios, pero la humillación de esta boda pesaba más que cualquier éxito que hubiera logrado. Para él, este no era un día de celebración, sino un recordatorio amargo de cómo sus socios en la empresa, con su ambición voraz, habían arrebatado lo que legítimamente pertenecía a los Giannopoulos: el control absoluto de una de las navieras más importantes del mundo. Desde el día en que sus padres le informaron del matrimonio, Phillip había decidido que no sería fácil para Vivianne. Si ella era la pieza que los Peterson ofrecían como sacrificio para mantener la alianza entre las familias, él se aseguraría de que pagara el precio. No iba a darle ni una pizca de compasión, y mucho menos un lugar en su corazón. Vivianne respiró hondo antes de comenzar a caminar por el pasillo. Su vestido blanco ondeaba suavemente con la brisa, pero su estómago estaba en un nudo. Desde el día que conoció a Phillip, él había dejado claro que no la quería allí. Las palabras cortantes, las miradas frías y la indiferencia eran ahora su pan de cada día. Sin embargo, ella no podía retroceder. Su familia dependía de esta unión para garantizar la estabilidad de la empresa, y su vida, de repente, se había convertido en un sacrificio silencioso. Cuando sus ojos se encontraron en el altar, el contraste entre ambos era evidente. Phillip la miraba con el desdén de alguien obligado a cargar un peso indeseado, mientras que Vivianne, aunque nerviosa, intentaba mantener la compostura con una elegancia que escondía el torbellino emocional que sentía. Las palabras del sacerdote resonaban en el aire, pero para Phillip solo eran ruido de fondo. En su mente, ya había planeado cómo asegurarse de que Vivianne supiera, desde ese mismo instante, que ella no era bienvenida en su vida. Mientras los invitados aplaudían al final de la ceremonia, Vivianne sintió el primer escalofrío de su nueva realidad. Phillip, sin siquiera fingir una sonrisa, se inclinó y le susurró al oído con un tono gélido que la hizo temblar: —Espero que disfrutes este momento, porque será lo único agradable que tendrás de mí. Ella cerró los ojos por un instante, tragándose el nudo en la garganta, mientras el hombre que ahora era su esposo la guiaba fuera del altar, lejos del brillo de las cámaras y hacia la sombra de una relación llena de resentimiento. Pero lo que ninguno de los dos sabía era que, en medio del odio y la venganza, un sentimiento inesperado empezaría a surgir, desafiando incluso los muros más altos que habían construido entre ellos.