El comienzo
Adiós
No supimos amar, esta noche acabará. Sin tus manos en mis manos nuestra historia ha terminado; no voy a luchar, tú ya no te debes quedar no hay culpables ya es muy tarde, ya no intentes rescatarme.
Duele que tengo que entender que desdé hoy te perderé por no saber pedir perdón por olvidar el corazón. Duele que no te detendré porque no nos hacemos bien y aunque debíamos ser mejor ya no merecemos esté amor.
Adiós...
No hay nada peor que darte cuenta de tu error, no saber lo que tú tienes hasta el día en que lo pierdes.
Adiós...
(Ednita Nazario- adiós).
(***)
Un día más, suspiro al escuchar el sonido del despertado. Llevo mi mano hasta el y de un manotazo lo apago.
Camino hasta el baño llevando a cabo mi rutina diaria, al menos la que he practicado los últimos seis meses; desdé que logré obtener el trabajo en el consorcio Lordes mi vida se ha convertido en otra, no es que me queje, todo lo contrario. Para alguien como yo, una chica de veintitrés años, recién graduada de la universidad, sin influencias de ningún tipo, proveniente de una familia humilde, es un gran alcance lograr ser la secretaria de uno de los hombres más acaudalados de todo el país.
El señor Federico Lordes es un hombre un tanto difícil, su carácter es sin duda alguna de temer, todos a su alrededor bailan al son que él decida tocar. A veces pienso que más que respeto lo que ha cultivado es miedo.
Termino de arreglarme, aplico un ligero maquillaje ya que mi piel es muy clara y no quiero verme pálida, mis ojos verde hacen combinación con el vestido que he escogido para hoy, recojo mi largo cabello castaño en una coleta alta, busco una chaqueta dentro de mi closet, el vestido tiene un pequeño escote en la parte trasera y no soy de las que le guste llamar la atención. Me coloco la chaqueta, reviso mi imagen por última vez y salgo de la habitación.
Sólo descender las pequeñas escaleras y el olor a café recién hecho inunda mis fosas nasales, camino hasta la pequeña cocina encontrándome a mis padres en ella junto con mi hermano menor Patrick.
— Ky, estás hermosa— mi madre se acerca hasta mí a dejar un dulce beso en la mejilla.
— Gracias, mamá — llego hasta mi hermano y lo saludo despeinando su cabello, mi papá me sonreí tiernamente mientras le doy un beso en la frente—. ¿ Cómo te sientes?— le pregunto.
Sonreí intentando mostrarse más sano de lo que está.
— Estoy mejor que ayer— me guiña un ojo.
Le sonrió, nuestra vida cambió rotundamente desdé hace un año, a mi padre le diagnosticaron cáncer en la columna y desdé ese momento todo se ha venido a bajo, no sólo nuestra situación económica también la emocional. Durante todo este tiempo lo hemos visto consumirse, sufrir, dejar su trabajo, llevar a cabo esos tratamientos tan dolorosos que poco a poco le roban su vitalidad.
— Ky, ¿ me llevas a la escuela— asiento en dirección a Patrick, de hecho lo pregunta por molestar puesto que soy yo quien lo lleva todos los días.
Tomo una manzana de la nevera, bajo los regaños de mamá por la falta de alimento, la callo con un beso en la mejilla hago lo mismo con papá mientras le doy un cálido abrazo infundiéndole todo mi amor.
Sólo llegar a la oficina y regresa la misma sensación de incomodidad, no es que mis compañeros sean antipáticos o que tenga algún problema con alguno de ellos, todo lo contrario el problema es él... El jefe.
Camino con decisión hasta su oficina como siempre sus guaruras están fuera de está, a veces pienso que trabajo para un mafioso, tanto exceso de seguridad suele ser algo sospechoso aunque eso sólo lo veo yo.
Tocó la puerta, espero a que de su autorización antes de pasar. Escucho su voz permitiéndome pasar al interior, entro a la espaciosa oficina con la mirada fija en la agenda que llevo en las manos.
— Buenos días, señor — lo saludo.
— Buenos días, Kyara— su tono de voz hace que toda mi piel se erice—. ¿ Qué tenemos para hoy?.
Deslizó el dedo por la pantalla de la tablet, busco las actividades de mi jefe y empiezo a dictárselas.
— A las nueve tiene reunión con el gerente de mercadeo, a las once la video conferencia con los ejecutivos de Davila's and society— continúe con mi trabajo, a medida que avanzaba sentía su cuerpo aproximarse más y más.
Mi pulso empezó a acelerarse pero intenté disimular, lo vi rodear mi cuerpo hasta quedar contra mi espalda.
— Hueles también, Kyara— trague saliva sonoramente, colocó una de sus manos sobre mi cuello retirandome el cabello—. No tienes idea de como te deseo.
Me muevo incómoda alejando mi cuerpo del suyo.
— Sino desea nada más me retiro— le hablé mirándolo fijamente a los ojos, una sonrisa ladina se dibujo en su rostro. De dos zancadas se acercó hasta mí, arrinconando mi cuerpo contra la pared.
— Sólo tienes que decir que sí y todo sería tan fácil para ti y tu familia — su aliento recorrió mi cuello completo, volteé mi rostro evitando así que acercará sus labios a los míos — Caerás, sé que lo harás —. Apartó su cuerpo dándome espacio para salir de su agarre, no lo pensé dos veces y salí casi corriendo de la oficina.
Entré al baño aún con el pulso acelerado, lavé mi rostro con abundante agua pero la asquerosa sensación aún no se iba; no era que el señor Federico no fuera apuesto, todo lo contrario, era un hombre de unos cincuenta y tanto años de edad, sin embargo no lo aparentaba, era de hombros anchos, cuerpo bien cuidado, ojos oscuros, en excelente partido desdé cualquier punto de vista.
El problema es que para mí no, su cercanía, su perfume, él, todo lo repudió. Su acoso hacia mí empezó a los dos meses de haber iniciado mi trabajo, miradas lascivas, palabras insinuadoras, pero conforme han pasado los días a empeorado. Su cercanía me aterra, su mirada es tan oscura, tan ambiciosa que sólo verla y todo a mi alrededor se nubla.
Una pequeña lágrima desciende por mi rostro, la seco al instante.
— Tú puedes— susurro observándome en el espejo.
Lo que más deseo es renunciar, gritarle en la cara que es un asqueroso, abusador, que estoy cansada de sus acosos, de sus malditos regalos, porque sí, ha enviado varios regalos a mi casa, todos lo he desechado; pero no puedo, no puedo renunciar, los gastos en mi casa necesitan de este sueldo. Desdé que papá enfermo tanto mamá como yo nos hemos partido el lomo trabajando para poder cubrir su costoso tratamiento, la casa, los gastos, inclusive cambiamos de vivienda, cambiamos a Patrick de escuela todo por recortar los gastos.
No puedo, no puedo renunciar, lo que más deseo es ver a mi papá sano y si para eso tengo que soportar a ese ser tan despreciable lo haré. Haré lo que sea por mi familia.