Caída libre (2)

1183 Palabras
Mis píes se detienen, el aire deja de llegar a mis pulmones. Aún no daba crédito a lo que acababa de escuchar, sus palabras calaron tan hondo dentro de mi que todo desapareció. ¿ Alguna vez han sentido que el oxígeno es insuficiente para llenar sus pulmones?, pues es justamente cómo me sentía en ese instante. La opresión era tal que moverme fue todo un logro, el miedo estaba calando en mí lentamente. Giré mi cuerpo, ahí estaba, observándome con esa maldita sonrisa de autosuficiencia que estaba empezando a odiar. - ¿ Qué fue lo que... Dijo?- pregunté aún sorprendida. Volvió a su asiento, me señalo para que hiciera lo mismo, ignoré su gesto y continúe de pié. - Te dije que haríamos negociaciones - su estúpida sonrisa no se iba de su rostro, tenía deseos de volver a pegarle - aunque para ser sincero no hubiera querido llegar hasta ese punto contigo. Tomó el sobre que minutos atrás le había tendido el mensero, lo abrió y empezó a sacar su contenido. Algo llamó mi atención y me acerqué, mis piernas dejaron de sostenerme. Me dejé caer sobre la misma silla que minutos atrás había estado ocupando. - ¿ Cómo fue capaz? - delante de mí se encontraba lo que a mi entender era mi expediente, documentos, fotos, algunas viejas y otras de hace unos días, junto a mis padres, saliendo del hospital, también habían de Patrick, ¡hasta saliendo de la peluquería!. - Eres como una maldita obsesión, tenía que conocer todo de ti- expreso sin más. - ¡¿ Qué diablos pretende con esto?!- mis nervios no soportaron más, estaba asqueada. - Calmate, amor- ¡cerdo asqueroso! - no quiero que te exaltes, esto- señaló los documentos - es precaución, tenía que conocerte, saber tus puntos débiles... Saber todo absolutamente todo de ti. - Usted es un enfermo- susurré sintiendo como la rabia inundaba todo dentro de mi. - Es amor- masculló con calma-. Y tú mi querida, Kyara, me escucharás muy atenta porque no pienso repetir- lo fulminé con la mirada, le dio un grab sorbo a su copa - serás mi mujer, mi esposa, lo quieras o no, no soy un hombre de andarse por las ramas- su expresión era tan sombría que me hizo desviar la mirada - sé todo de ti, de tu familia, sé lo que desayunas, cuando vas de compras inclusive sé quien te llama. Abrí los ojos desorbitada. - No pongas esa cara, es por tu bien, tengo que tenerte protegida- la sangre abandonó mi cuerpo ¿ tenía mi teléfono intervenido?. - además quiero ayudarte, llevar a tu padre al mejor hospital oncológico del país, del mundo si es necesario. Tomé otro gran sorbo de mi copa, sentía la garganta extremadamente seca, tenía ganas de golpearlo, de romperle su perfecto rostro y gritarle en la cara la clase de alimaña que era. - Sólo tienes que decir que sí, tú vida se solucionará, la de toda tu familia lo hará - empecé a sentirme mareada, el ajustado vestido estaba empezando a hacer estragos en mí, de mirarlo sentía repulsión -. Vamos,Kyara, estoy esperando por ti. - ¿ Porqué yo?- Fue lo único que pude preguntar, de todas las mujeres que existían en el mundo, ¿ porqué maldita sea tenía que ser yo?. - No lo sé - se encogió de hombros - quizá es por tu belleza o tu rechazo, es complejo de explicar. No me inmute ante su respuesta, mi cabeza estaba hecha un caos. Desdé que lo conocí me pareció un hombre intimidante, tenaz, pero esto era demasiado era enfrentarse a un loco obsesionado que además es multimillonario y con sólo tronar sus dedos podía hacer desaparecer a mi familia. - No quiero estar con usted - susurré temeraria de su respuesta - no lo amo. - Que mal- su tono de voz era gélido -. Permiteme aclararte algunas cosas, no soy de los que acepten una negativa, cuando quiero algo lo tomó y punto, contigo me he abstenido te he dado la oportunidad de que cambies de opinión, te he dado tiempo pero no soy un maldito reloj, además de que la paciencia no es uno de mis calificativos- su tono de calma sólo lograba desesperarme más- así que seré bastante claro - se levantó de su asiento, camino hasta mí se puso de cuclillas quedando a mi altura - o te casas conmigo o destruyó tu familia completa y aunque eso me destruya también, acabaré contigo. Desearás nunca haberme rechazado. En ese instante supe lo que es odiar a alguien, lo que es desear con todas tus fuerzas que esa persona desaparezca. - Usted no puede hacer eso- susurré con todo el odio recargado en mi voz, una carcajada de su parte fue lo que escuché como respuesta. - ¿ Sabés?, esa es una de las cosas que me encantan de ti, tu inocencia - su aliento chocaba en mi rostro- tu familia delante de mi se asemejan a unos conejitos y yo el cazador con el arma-. Mi piel se erizo al escuchar su maquiavélica comparación - no sólo te cerraría todas las puertas también a tu madre, a ella la arribaría al abismo al ver su familia consumirse por la pobreza, a tu padre no lo tocaría, creo que la agonía de su enfermedad sería suficiente. Puesto que no tendrán para comprarle los medicamentos los dolores acabarían con él, a tu hermanito- cambió a un tono de voz benévolo- a él lo sacaría de la escuela, lo desterraría de sus amigos y al final lo convertiré en un gusano drogadicto. - Eres el ser más despreciable que conozco - la poca buena opinión que podía tener de el se desvaneció, era un asco de ser humano, un ser sin piedad ni sentimientos, almenos no positivos. - Por ti haré lo que sea necesario, te amo- se incorporó, giró sobre sus talones dándome la espalda- mi chofer te llevará a tu casa, tienes veinticuatro horas para responderme, ni un segundo más. Durante todo el trayecto iba pérdida en mis pensamientos, sentí el alma volver a mi cuerpo al ver la entrada de mi casa, me bajé del auto sin esperar la ayuda del chofer. La casa estaba en penumbras, seguros todos estaban dormidos, subí hasta mi habitación cerrando la puerta tras de mí. Entré al baño, cerré la puerta. Abrí la ducha y dejé que el agua se adueñara de mí, la tela del vestido se pegó a mi piel como una segunda; empecé a suavizarlo lentamente hasta que sin darme cuenta lo estaba haciendo pedazos, cada parte que rasgaba deseaba que fuera él para destruirlo como él lo estaba haciendo conmigo, me dejé caer en el suelo viendo los pedazos del costoso vestido esparcidos por cada rincón del baño. Lágrimas empezaron a descender por mi rostro, lágrimas de impotencia, de dolor, rabia, odio, eran tantos sentimientos juntos que sentía que me estaban envenenando, estaba cayendo, cayendo lenta y dolorosa mente y lo peor es que sabía perfectamente lo debía hacer pero eso no hacía la caída menos dolorosa.
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