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CELESTIALES: El despertar del dragón

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Descripción

Amarilis es una escritora de libros de fantasía quien pasa la mayor parte del tiempo sola y tranquila escribiendo en su casa cercana a la playa. Ha decidido que debe terminar su nuevo libro pronto, pues su editor no está muy contento con su demora. Sin embargo, sus escasos planes se verán interrumpidos por la llegada de un desconocido y un accidente misterioso en un supermercado. Ambos, la llevarán a un mundo de secretos y magia. Además, las preocupaciones solo aumentarán cuando se dé cuenta que los sueños que ha tenido de unos hermosos ojos pardos, no son sueños, sino recuerdos de otra vida. Así, se enterará que ella no es simplemente una humana, sino, es la reencarnación de uno de los doce signos del zodiaco c***o. El más fuerte, el dragón; y que llevan buscándola durante demasiado tiempo.

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Recuerdos olvidados
Al pie del cerezo, dos formas se desdibujan con los últimos reflejos de la luz del sol. Si alguien viera la escena desde lejos le parecería, quizás, dos amantes  contemplando  el atardecer. No hubieran visto la sangre que bañaba su vestido, ni sus manos cerradas sobre la hoja filuda de la espada mientras esta le atravesaba el cuerpo. -    No llores- Alcanzó a decir la muchacha con lágrimas de dolor y tristeza mojando su rostro -Así tenía que ser... Él la miró. No podía creer, que incluso, en ese momento, ella fuera quien lo consolara. Extrajo con cuidado la espada y la tiró con rabia a un costado. Maldito destino, malditos humanos. ¡Malditos todos! La atrapó entre sus brazos cuando caía. Y antes de que el brillo de sus ojos se apagará. Besó sus labios. Te amo - se escuchó decir -te encontraré...   Con un llanto disfrazado de jadeo. Despertó para verse envuelta entre las sábanas de su cama. ¿Qué significa esto? - Pensó, tratando de respirar. Se des­ cubrió el abdomen buscando la sangre o la herida. Pero, no había nada. -Otro sueño. Igual a los demás. Amarilis, o Lis, para los amigos, respiró hondo, tratando de calmar su corazón ansioso. Buscó sobre la mesita de noche la jarra con agua, se sirvió un vaso y se lo tomó de un trago. Acomodó su almohada y quiso dormir nuevamente. Sin embargo, el sueño, o pesadilla, no la dejó. Cada vez que sucedía, la dejaba en un letargo persistente durante el resto del día. Sabía que no recordaría de qué iba el sueño, eso solo le provocaría dolor de cabeza, pues simple- mente recordaba la sangre, el dolor de la herida y la tristeza de unos ojos pardos, muy pardos, quela miraban insistentemente. Como no podría volverse a dormir, mejor se levantó y prendió la laptop. Eran las cuatro de la mañana. Las luces de las farolas de la calle entraban por la ventana. Se dirigió a la cocina de su pequeña casa frente al mar de California. Se prepararía un café y se pondría a llenar su mente de trabajo y trabajo. Quizás el sueño llegará más tarde. Su editor ya le había dicho que necesitaba el libro terminado para esa semana. Si bien no era la mejor escritora del mundo, parece que tenía seguidores que esperaban con ansias las aventuras de "Ojos de tigre" aquel personaje que salió de su imaginación para ser parte de un mundo de ficción donde vencía a seres sobrenaturales con sus poderes en busca de justicia. Y así volvía a esos sueños nuevamente. Ya no recordaba si los sueños eran antes o después de escribir la novela. Le parecía que siempre habían estado con ella. Avanzó cuanto pudo y cuando el cansancio la dejó mareada frente a la computadora, se levantó para prepararse algo de comer, tal vez simplemente se comería lo primero que encontrara en la nevera. Pero, como siempre, no había nada. Hace días que no había ido a un supermercado. Miró la hora. Un cuarto para las 3:00 pm. Ten­ dría que salir o moriría de hambre. No era una ermitaña completamente, simplemente le gustaba su soledad y evitar los espacios aglomerados. No quería que la vieran como un bicho raro. Bueno, más raro que de costumbre. Era inevitable por su heterocroma. Todos querían ver sus ojos, uno pardo y el otro azul. Solía usar lentes de contacto para emparejarlos. De esa forma sería una persona normal. Aunque sumen eso a sus ojos rasgados, culpa de su madre de origen a******o. Normal, ¿aquello no es sobrevalorado?, en un mundo donde todos desean ser especiales, pero, por supuesto, nadie quiere ser "anormal". Se lavó la cara y los dientes. Lo necesario para no ahuyentar al cajero con su mal olor. Cogió su bolso, los audífonos y las llaves. Iría caminando, el supermercado no quedaba lejos. Además, el aire fresco despejaría su mente. Al llegar al paradero más próximo se encontró con alguien esperando, seguramente al bus. Pasó de largo con la música a todo volumen. Aunque eso no impidió que notara la mirada del desconocido sobre ella. Vestido completa­ mente de n***o, según vio por el rabillo del ojo, y lentes oscuros. No podía verle el rostro, pero ¡qué calor! Era mediados de julio así que el abrigo n***o del extraño estaba fuera de lugar. ¡Hablando de anormales! No le dio más importancia y llegó antes de las cuatro al supermercado. Se le antojó comida algo más preparada. No podía seguir viviendo a base de sopas instantáneas. Compro algo de verdura, fruta y carne de cerdo y después de pensarlo mucho agregó una docena de maruchan, quizás las necesitaría más adelante. Con esa idea caminó al cajero. En la fila antes de ella había una señora con su hijo, el niño no tendría más de cuatro años. Sostenía en sus manos un dragón de juguete. Lo movía en el aire imitando su vuelo. La mujer llevaba un carrito repleto de cosas. Miró los demás cajeros, pero las filas eran más largas. Así que volvió a mirar al niño. Era muy guapo de cabellos rubios y ojos azules. De pronto una imagen apareció en su mente. Otro niño, de la misma edad quizás, corrió a sus brazos. Ella enterró el rostro en sus cabellos y aspiró su olor a bebé. Algo en su corazón se agitó. Sintió un dolor que estuvo a punto de sacarle un quejido. -        Señorita, sigue usted. Volvió en sí para encontrar que el cajero la miraba expectante y reconoció que aún seguía en la fila y que la madre con su pequeño hijo ya había pasado. Miró alrededor para verlos salir por las puertas. -        Señorita, ¿se encuentra bien? -el empleado señalo su rostro Levantó la mano a sus ojos para encontrar lágrimas mojando su cara. Se las limpió rápidamente. -        Sí...sí, estoy bien, disculpe - felizmente nadie más parecía prestarle atención. Entregó las cosas y pagó rápidamente. Cuando salió aún sentía la mirada del cajero. ¿Qué había sido eso? ¿Un recuerdo?, ¿un sueño?, ¿una alucinación producto del cansancio y el hambre? Observó alrededor aún era temprano, ni las cinco de la tarde. Quizás estaba trabajando mucho. Vio a lo lejos a la señora acomodando sus cosas en el maletero de su auto y al niño cerca. Corría y con mayor efusividad volaba su juguete. En ese momento, entraba en el estacionamiento, una camioneta negra que de improviso aceleró. El niño estaba en su camino.

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