Respuestas esperadas

1971 Palabras
Amarilis despertó estaba sobre el frío suelo de la cocina Un vaso roto a un lado y el agua había mojado su camiseta. Se levantó con cuidado. ¿Qué fue aquello? ¿Sueños? ¿Alucinaciones? No tenía explicación alguna. Caminó a su cuarto para cambiarse, se dio un baño antes. Ya limpia y seca recordó lo ocurrido en el supermercado y al extraño que se presentó como Laoshu y que sorpresivamente tenía el mismo nombre y el mismo rostro que uno de los hombres de sus alucinaciones. ¿Casualidad? No lo creía. Decidió que era el momento de llamar a su padre. No lo había visto desde que se mudó a Long Beach, pues no tenía tiempo de viajar a San Francisco y su padre aún no había ido a visitarla. Marcó el número expectante, pero nada. Llamó nuevamente. Quizás había olvidado su teléfono en algún lado. ¡Conlo despistado que era! A la quinta llamada por fin respondieron. -        Hola, papá ¿qué pasó? Estuve llaman ... -        ¿Señorita Amarilis? -le habló la voz de una mujer -        ¿Quién habla? ¿Dónde está mi padre? Un miedo inexplicable le recorrió el cuerpo. -        Buenas noches, señorita Amarilis, soy la asistente de su padre. Lamento informarle que el profesor Jones ha sufrido un infarto. Está en el hospital ... No sabía cómo logró tomar sus cosas o si colgó el te­ léfono, pero ya estaba camino al aeropuerto. El vuelo le pareció eterno. "¡Por favorl ¡Por favor! ¡Queno se muera!"   Se repitió aquellas palabras todo el camino como si fueran un reso que esperaba se cumpliera. Apenas llegó al hospital, corrió a preguntar por su padre. Encontró al doctor y a una chica más joven que ella en la puerta de su habitación. -        ¿Cómo está mi padre? -las dos personas solo le mostraron su rostro preocupado. Escuchó que la situación era grave. Al menos eso creyó que el doctor le decía. Que hacía años su padre le había ocultado su condición. Sin embargo, la enfermedad había, sorpresivamente, avanzado de una semana a otra. Que estaba inconsciente. Que solo quedaba esperar. No prestó atención a nada más e ingresó a la habitación. Solo se fijo que la habitación era amplia porque la cama lucía pequeñe en un rincón. Aún más la persona que la ocupaba. Su padre estaba tan pálido que el color de su piel no hacía diferencia alguna contra las sábanas que lo cubrían. -        ¿Papá? -cogió sus manos frías - ¿Papá? Si no hubiera visto el subir y bajar de su abdomen, pensaría que no respiraba. No supo cuánto tiempo pasó, así, sin quitarle la mirada. Cansada apoyó su cabeza en su brazo y noto las lágrimas derramarse sobre sus ropas. Le pareció escuchar unas pisadas y una sombra se proyecto sobre ellos. Haciendo más tétrico el lugar. -        Está inconsciente aún - distinguió la voz-Hablé con usted, temprano ...soy la asistente de su padre. Mi nombre es Ame Himura. Levantó lentamente la mirada. La muchacha sostenía una carta, de su padre. Aunque no estaba muy acostumbrado a utilizar los medios tecnológicos, sí sabía usarlos. Qué era tan importante que necesitara escribir una carta a mano. -        Gracias Sostuvo el sobre entre sus manos y se fijó en que estaba sellado con una marca de cera. Un sello con forma de dragón. - Me dijiste ¿que tú lo encontraste? ¿Puedes contarme que pasó? - Claro…Su padre me envió a ver unos documentos de la universidad. Al volver hallé la puerta abierta de su oficina. Me acerqué a cerrarla, pensando que el profesor ya se habría ido a su clase de la mañana. Pero, lo encontré sobre el suelo. Me acerqué a verlo. Aún estaba consciente y sostenía en sus manos la carta. Me miró y mencionó su nombre…después colapsó. - Entiendo… Trató de brindarle una sonrisa, pero le salió más una mueca. Ame salió de la habitación y Lis agradeció que lo hiciera. Quería estar a solas con su padre. Miró la carta nuevamente. Hacía mucho que no veía algo referente al dragón. Prácticamente desde que murió su madre. El sello de su familia. Lo rompió y abrió el sobre. No era una carta de su padre. Era de su madre. Distinguió su caligraf ía. “Lis, mí querí da Amarílis. He departir muy pronto. No llorespor mí, no le tengo miedo a la muerte. Después de todo es algo inevitable. Tengo mied o a dejar a tu padre y a ti. Le he pedio a tu padre que te cuide, pero será muy d if ícil para él. Eres muyjoven y tuspoderes aún son d ébiles, pero llegarás a ser la más fuerte entre los doce…”¿Poderes? ¿Su madre tendría la respuesta a lo que le estaba ocurriendo? “…Para que entiendas parte de mi historia has de saber que pertenezco a una familia muy reconocid a en ja pón, en toda Asia de hecho. M i padre es el dueño de un conglomerado que abarca varios países asiáticos. Sin embargo, toda su familia ha vivid o obsesionad o con una leyenda muy antigua. Al comienzo yo f ui una de las que más duo de su veracidad. Pero supe que era verd ad cuand o llegaste a mi vida. Desde que te tuve en mí vientre supe que serías especial. Lo sentí y no me equivoqué. Desde entonces he tratad o de protegerte. Me alejé completamente de mi f amilia y es que, aunque mí padre no es malo, existen personas con influencia que querrán tu muerte y otros querrán usarte por tu pod er. No sé quiénes son los buenos. Pero debes dudar de todos. Por eso traté deprepararte. Sé que no será suficiente. Le dejo a tu padre todo lo que debes saber él verá el momento oportuno para d ecirte.No olvid es que te amo, mi dragón”"Dragón" la palabra que solía usar su madre como muestra de afecto ahora parecía tan real si pensara en los últimos acontecimientos y los sueños locos que había estado teniendo. Miró sus manos y lo que había sido capaces de hacer hace algunas horas. Bueno, ya no parecían tan locos. Miró a su padre y le pareció que dormía. Su padre le daría el resto de respuestas. Pero si no despertara ¿qué haría? Como si supiera qué debía hacer tocó el rostro de su padre. Lentamente la visión de dos personas llenó su mente. Como si de un apelícula se tratara, las imágenes se reprodujeron ante sus ojos. Le exigían algo a su padre, pero no entendía qué. Uno de ellos extendió su mano, tenía en el dorso de su mano un tatuaje ¿qué era? No podía verlo bien. Cogió a su padre del cuello. Mientras el otro se mantenía alejado. El hombre tocó a su padre en el pecho y una luz como una descarga eléctrica golpeó el corazón de su padre. Este cayó al suelo y perdió el conocimiento. Cuando despertó los hombres ya no estaban. Se arrastró como pudo hasta uno de los estantes. Había una caja fuerte escondida. Logró abrirla y sacar un sobre. De pronto, la asistente entró y corrió. El apretó la carta contra su pecho y mencionó su nombre "Amarilis", antes de desmayarse nuevamente. La visión terminó, mostrándole nuevamente a su padre en la cama del hospital. Su padre fue atacado. No había sido un infarto. Habían inten­ tado matarlo. Una rabia profunda le aceleró el corazón. No sabía cómo ni cuándo, pero lograría vengarse. Sabía que vendrían por ella. Pues ella es a quien buscaban, lo sabía. Solo tenía que esperar. Pasó la noche junto a su padre. Por la mañana, la asistente llegó y ella se fue a la casa a cambiarse. Al llegar vio que la puerta estaba abierta. Entró sin hacer ruido. Las cosas estaban rotas y esparcidas por el suelo. Escuchó bulla en el estudio y caminó sigilosamente para no ser escuchada. Un muchacho vestido completamente de n***o y cubierto por un pasamontaña buscaban entre los documentos de su padre. Ella cogió un adorno de madera de la repisa más cercana y se acercó con el fin de golpearlo. Sin embargo, su sombra en movimiento alertó al desconocido. Este esquivó el golpe e intentó escapar. Lis corrió a bloquearle el paso y le lanzó un puñete, pero, él lo bloqueó. Es entonces, que pudo ver sus ojos, completamente negros, no había rastro de blanco en ellos, como si el iris ocupara todo el espacio. Y con más fuerza le propinó una patada que lo lanzó contra un armario lleno delibros. El hombre se levantó y corrió a atacarla con todo. Lis logró esquivar cada golpe. Se sintió orgullosa de que su cuerpo respondiera después de tantos años de no practicar. Cuando el hombre vio que no podría vencerla sacó un cuchillo pequeño escondido y se lo tiró. Los ojos de amarilis se volvieron más brillantes. Sintió el poder correr por cuerpo como si fuera sangre por sus venas. Con un movimiento de su mano lo detuvo en el aire y el arma cayó al suelo. ¿Quién eres? -interrogó amarilis - ¿Quién te envió? Cuando Amarilis caminó hacia él, de pronto, el hombre se detuvo y su cuerpo se convirtió en piedra para deshacerse en pedazos y caer al suelo. Asombrada miró los restos. Con cierta precaución tocó lo que quedaba del hombre. Arcilla. Un hombre de terracota. ¿Qué fue eso? ¿no era un humano? Y, sin embargo, no sintió miedo sino más bien curiosidad. Miró alrededor los libros tirados por todos lados. Cogió el más cercano y se fijó en la portada "Amarilis". El libro favorito de su madre. La nostalgia la invadió. Abrió el libro y pasó las páginas hasta llegar a la última. Ahí seguía el poema, "Amarilis" y sobre esta página encontró sujeto una pequeña llave y escrito en una esquina la dirección de un apartado postal. Reconoció la letra de su padre. Cerró las entradas y ventanas de toda la casa. Se bañó y cambió. Más tarde le pediría ayuda a Ame, la asistente, para la limpieza de la casa. Regresó al hospital con la llave calentándose en un bolsillo de su abrigo. La enfermera salía de la habitación de su padre. Nada había cambiado. Su estado era reservado. No supo cuántas horas se quedó mirando hasta que el sueño la venció. -        ¿Vendrás? - sentía que alguien la abrazaba. Sobre todo, la calidez de las mantas sobre sus cuerpos desnudos. -        Claro que sí. Niú quiere que lo acompañe. Creo que quiere demostrarme que él es más capaz -daba la sensación de estar sonriendo -  Por supuesto -lo miró pícaramente - el señor buey es capaz de todo - Escuchó su risa junto a su oído y su aliento caliente en el rostro. -        Voy  a ponerme celoso -y le hizo cosquillas –te amo...vendré por ti -         Hu... Despertó con el frío de la noche entrando por la ventana. Apretó sus ojos. Le dolían un poco por el cansancio de la vigilia. Miró que el reloj marcaba la medianoche. Sintió que su padre se movía. Sorpresivamente sus ojos estaban abiertos. - ¿Papá? Voy a llamar al médico - su padre tocó su mano y la apretó suavemente - N..no - logró decirle - no me queda mucho tiempo –susurró - Papá no hables, no te canses… - Necesito que me escuches - suspiró -duda de todos. La llave. Encuentra la llave - La tengo papá - y le mostró la llave que había hallado en el libro. - Necesitas saber todo. Protégete. Tu mamá me espera...te amamos -su mano cayó y sus ojos perdieron su luz.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR