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¡Conquistame Señor Black!

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Descripción

“Tres años después se volvieron a encontrar, y no se reconocieron por sus nombres, si no por el aroma del deseo pendiente.”

Han pasado tres años desde que Lilina huyo de su país por culpa de un corazón roto. Treinta Y Dos meses después, con una carrera encaminada como organizadora de Eventos, y la herida de su corazón sanando poco a poco, le toca Organizar la boda para una modelo del medio.

¿La sopresa?, dicha modelo es nadie más y nadie menos que la hermana de su peor pesadilla, Maximilian Black,

El hombre por el que su corazón aún supura, es su nuevo compañero de trabajo, fotografo en la boda de su hermana.

Desde el momento en que se reencuentran la pasión estalla, al igual que el reproche.

Liliana no quiere seder, dolida por lo que paso, sin embargo el deseo es peligrosa arrastrandola a treinta días de placer. Treinta días de plazo para matar la pasión pendiente, y quizás despertar el amor pendiente.

Una guerra de egos se dara entre estos dos titanes, Maximilian Black no acepta un no por respuesta, un objetivo fallido, y el corazon de Liliana es su mayor blanco, proponiendose reconquistarla en los treinta días que tiene para estar con ella.

¿Lo lograra?, ¿El amor cederá ante las garras del orgullo?.

Descubrelo en esta historia.

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Capítulo Primero.
Otro día caluroso de primavera en Los Ángeles. El sol brillaba intensamente a las ocho de la mañana, y las personas, vestidas con ropas ligeras, disfrutaban del calor acompañado de una brisa refrescante. Era un día perfecto para bodas. No sabía si era una creencia o una realidad, pero cada año, en esta época, parecía que las personas renacían, como los pimpollos en flor. Las hormonas alborotadas solían llevar al compromiso, en la mayoría de los casos. Liliana, como de costumbre, estaba sentada en su reconfortante silla de cuerina. Frente a ella, su escritorio de roble estaba cubierto de muestras de tela, arreglos florales y maquetas de tortas de varios pisos. Ese era su trabajo: organizar bodas para extraños. Después de un evento doloroso que prefería no recordar, Lily se había rendido al amor. Huía de los compromisos románticos como si fueran una enfermedad terminal. No quería novios, ni dulces, ni muestras de cariño más allá de lo fraternal. Aunque se esforzaba en negarlo, su corazón aún sangraba por una vieja herida. —Algún día estaremos preparando todo esto para ti —dijo una voz a su izquierda. Margot Williams, una joven de 22 años, estaba cómodamente sentada en un sillón. Liliana y ella habían forjado una amistad dentro de las cuatro paredes de la oficina. Lily lo agradecía, ya que había llegado a Los Ángeles sola, con una pequeña maleta, sin rumbo fijo y con un corazón destrozado. —No creo que en un funeral se usen estos colores —respondió Liliana con una mueca de desagrado, sin apartar sus ojos azules de la revista en sus manos. Hace dos días había finalizado la organización de la boda de una celebridad reconocida. Su trabajo había sido satisfactorio, lo cual podía ver reflejado en cada foto de las revistas de farándula. —No empieces con eso. Eres una mujer hermosa, Lily. No vas a pasar toda tu vida solterona y amargada por un corazón roto. Ya es hora de que dejes el pasado donde pertenece. Aquellas palabras le dolieron porque sabía que eran ciertas. No se enfadó con Margot; ella era una amiga de verdad, una que no temía decirle verdades dolorosas por su propio bien. El problema era que no quería, ni podía, dejar ir el pasado. Cada noche, los ojos verdes de Jack reaparecían en su mente, en un acto de masoquismo que solo le dejaba un sabor amargo en la boca. —Es una larga historia, no quiero hablar de esto, Mar, no ahora. —Ni nunca —replicó su amiga—. Está bien, respeto tu silencio, aunque no lo comparta. Pero tu pasado no es la razón por la que estoy aquí. Esta mañana te dejaron un recado. Liliana alzó la vista y extendió la mano hacia su amiga, quien le entregó un pequeño papel arrugado con una letra desprolija. El mensaje era breve: un nuevo cliente solicitando sus servicios. —¿Puedes llamar por mí? Miró a Margot con ojos que ella llamaba de "cachorrito", agradecida por el cambio de tema. Aún no podía hablar de su pasado sin sentir dolor. La rubia a su lado sonrió. —Ya lo hice, tontita. Es una modelo bastante famosa. Su boda será en un mes. Ojalá pudiera pescarme a un dios griego como su prometido. Los ojos soñadores de Margot hicieron que Liliana negara con la cabeza. Margot Williams era una amiga excepcional, pero en el amor, entregaba su corazón al primer idiota que le decía cosas bonitas, solo para ser abandonada después de un tiempo. Margot tenía un nuevo amor cada semana, y cada semana pasaba unas horas llorando antes de encontrar otro hombre del que enamorarse. El único chico que realmente la amaba era Oliver, quien vivía con Liliana en un espacioso apartamento a orillas de la playa. Oliver llevaba enamorado de Margot desde el primer día que la vio, pero lamentablemente, ese amor no era correspondido. Liliana admiraba a su amigo, ya que él siempre estaba allí para consolar a Margot, a pesar de que su amor no era correspondido. El anhelo con el que Oliver miraba a Margot le dolía en el alma porque ella había pasado por lo mismo: anhelar a alguien que no la veía de la misma manera. Sacudió la cabeza, apartando esos pensamientos. —¿Has marcado una reunión? —Me sorprende que aún no me conozcas, querida Lily. La señorita Black te espera a las nueve en su residencia. Te envié la dirección a tu correo. ¿Black? Ese apellido le sonaba familiar, pero no pudo recordar por qué. —Por eso te adoro. Eres la secretaria más eficiente del mundo. —Lo sé, querida, lo sé. Te recomiendo que levantes el trasero de la silla y te apures. Son las ocho y media, y el tráfico a esta hora es un infierno. —¡Maldición! Liliana apuró un trago de café que le quemó la lengua, tomó su portafolio y el celular que estaba sobre el escritorio. —Gracias, rubita. Te debo una. No olvides que hoy es viernes. Tirando un beso al aire, se perdió entre los pasillos que conducían a la salida. Corrió por la avenida llena de gente y se subió a su auto. Un tiempo después, arrancó, siguiendo las indicaciones del GPS. No le pareció extraño estar entrando en el prestigioso Beverly Hills. Según Margot, la chica para la que trabajaría tenía mucho dinero. Esta no era la primera vez que trabajaba con millonarios, aunque le desagradaba un poco la superioridad que solían mostrar. Pero esa era la vida de la clase media: trabajar y aguantar si querían llegar a fin de mes. Se detuvo frente a una mansión imponente y extravagante. La verja negra tenía una gran letra "B" en el centro, aparentemente de oro. Dentro del predio, un camino de grava rojiza conducía a la casa, flanqueado por árboles. Al final, una gran fuente relucía en medio. Liliana frenó el coche frente a la verja. A su lado, un panel electrónico estaba incrustado en la columna derecha. Se quitó las gafas y las dejó en la parte superior de su cabeza. Sacó una mano por la ventanilla con un cigarrillo a medio consumir y presionó el botón del intercomunicador. —¿En qué puedo ayudarla, señorita? La voz masculina se filtró por el aparato. Liliana se aclaró la garganta antes de hablar. —Mi nombre es Liliana Hernández. Tengo una cita a las nueve con la señorita Black. Soy de la agencia de eventos. Pasaron unos segundos antes de que la voz volviera a escucharse. —Pase. —Gracias. La verja comenzó a abrirse rápidamente y sin hacer ruido. Liliana tomó el volante y avanzó por el camino pulcro. Al llegar frente a la casa, aparcó su Mini Cooper rojo y lo apagó. Los vidrios polarizados subieron automáticamente cuando cerró la puerta. El calor la golpeó con fuerza al salir del coche. Llevaba un vestido blanco ajustado con un cinturón n***o fino que marcaba su cintura, pero aún así sentía que se cocinaba. Liliana dio otra profunda calada al cigarrillo y se dispuso a tirarlo. —Señorita. —¡Joder! Se giró hacia una joven vestida con un delantal blanco y n***o. Estaba tan perdida en sus pensamientos, sopesando envolver el cigarrillo en un papel y meterlo en su bolso, que la suave voz de la mujer la sobresaltó. —Aquí puede depositar la colilla. La joven le extendió un ostentoso cenicero de plata con las mejillas sonrojadas. —Gracias. Sonrió, dejando el sobrante del cigarrillo en el recipiente. La joven le devolvió el gesto y le pidió que la siguiera dentro. Liliana lo hizo, dándose cuenta de que el intercomunicador debía tener cámaras, ya que la esperaban con un cenicero y el hombre que le había hablado conocía su sexo. Al entrar en la mansión, no le sorprendió el lujo del lugar. Techos altos con candelabros dorados incrustados y pequeños cristales que asemejaban lágrimas colgaban de ellos. El suelo de mármol pulido era de un color hueso, y los muebles de madera de roble oscuro eran imponentes. Frente a sus ojos, una escalera larga con una alfombra escarlata de textura suave se extendía hacia arriba. —La señorita Black la espera en la terraza. La joven señaló a su izquierda antes de retirarse. Liliana respiró hondo y se dirigió al lugar indicado. Al llegar a una sala inmensa con sillones color crema y una mesita de cristal, una mujer la esperaba. Su porte de modelo era inconfundible. Ataviada en un conjunto de dos piezas azul marino, su figura alta, delgada y estilizada destacaba. Su cabello chocolate caía lacio sobre sus hombros, y sus facciones delicadas le dedicaron una sonrisa antes de salir por un ventanal abierto hacia una hermosa terraza con una mesa de madera oscura y silla. Había algo en la mujer frente a ella que le resultaba extrañamente familiar, aunque no pudo hacer la conexión en ese momento. — Usted debe ser Liliana. — Llámeme Lily, por favor. La sonrisa de la mujer se ensanchó hasta casi brillar. Avanzó tres pasos y le plantó dos besos en las mejillas. Lily no había pedido aquel gesto para caer mejor ni para establecer una relación más cercana. En su pasado, hubo alguien que jamás la llamó por su apodo; siempre era un dulce "Liliana", y cada vez que escuchaba su nombre completo, sentía que esa parte de su pasado latía con fuerza en su pecho. — Siéntese, por favor. ¿Desea beber algo? — Un poco de agua estará bien. Gracias. Una mujer mayor, vestida de manera similar a la joven que la había recibido en la entrada, apareció con una jarra de agua helada, vasos de cristal y un cenicero de plata. Lily agradeció el detalle y recibió una sonrisa amable de la señora. Durante la siguiente hora, discutieron los detalles de la boda. Liliana sacó un dossier de su portafolio y juntas seleccionaron cada detalle de los arreglos para la iglesia y el salón de la fiesta. — ¿Le molesta? —preguntó Nina, levantando un Marlboro mentolado en su mano. — Oh no, puedes fumar tranquilamente. — Gracias. Lily encendió el cigarrillo y dio una profunda calada, expulsando el humo lentamente. Había comenzado a fumar tres años atrás, un hábito que calmaba sus nervios y ansiedad. — Antes de retirarme, debo preguntarle algo. ¿Ya contrató el servicio de fotografía? — Gracias a Dios, tengo al mejor fotógrafo del mundo en la familia. **Lo dudo**, pensó Lily, mientras su mente viajaba tres años atrás, recordando cuando posaba para el hombre que le arrebató el corazón. — En la próxima cita, me gustaría que nos dedicáramos a probar los postres y la comida. — Me parece genial. Nina volvió a sonreír con dulzura, y Lily le devolvió el gesto. Terminaría su cigarrillo y se marcharía satisfecha. Nina Black era una mujer amable, que no mostraba superioridad pese a su considerable fortuna, algo que Lily apreciaba. Concentrada en los arreglos seleccionados, no oyó los pasos que se acercaban hasta que una voz irrumpió en la tranquilidad. — ¡Llegaste! Nina se levantó de su asiento y abrazó con fuerza a un hombre. Lily asumió que era su prometido, ya que solo podía ver la espalda ancha del individuo. Se preparó para ofrecer su sonrisa profesional y conocer al futuro esposo de la encantadora mujer con quien había pasado la mañana. — Ella es la señorita Hernández. Lily, te presento a mi hermano Max. La sonrisa de Lily se desvaneció, sus ojos se abrieron de par en par y el pánico la envolvió, dejándola petrificada en su lugar. Luego de tres años, lo tenía frente a ella, con el rostro congelado por la sorpresa, pero aún más atractivo de lo que recordaba. Esos profundos ojos esmeralda se clavaron en los suyos, trayendo de vuelta una avalancha de recuerdos: besos, caricias, tardes en las que posaba para él frente a su cámara. Amor y dolor. — ¿Liliana? — Maximilian...

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