Avergonzada, con el móvil en sus manos, Ester no deja de mirar una y otra vez el video que le hicieron en Portugal los niños, digamos que su desnudez ha llegado al millón de visitas en r************* , por lo que los medios de comunicación no han dejado de perseguirles después de enterarse que están en esta situación por un intercambio de viviendas.
—Cariño tienes que salir a la calle —comenta Antonio sentándose a su lado—. Aquí nadie nos conoce, no puedes seguir así —dice, quitándole el teléfono de las manos.
Ester se deja resbalar por el pequeño sillón, se acurruca entre los brazos de su novio, y casi con lagrimitas en los ojos le responde:
—No es tan fácil, no vieron tu trasero. A ti no te grabaron mientras corrías.
—Mi amor, por eso nos fuimos de allí —trata de explicarla—. Ahora nos vinimos a Andorra. Estamos en un país neutral, aquí todo el mundo hace lo que quiere.
—Yo solo quiero volver a mi casa, a mi pueblito allí no hay internet y nuestros vecinos no me van a ver el trasero —se queja soñolienta, recordando sus antiguas vidas.
Un mes después...
Después de su experiencia s****l al aire libre, no han vuelto a ser los mismos, la relación se está distanciando y a pesar de todos los intentos de Antonio por reavivar su actividad s****l, no hay nada que hacer con Ester.
Cansado de verla así de mal, decide que lo mejor es regresar a su hogar y entrar por la fuerza o como sea. Antonio prepara el viaje, recoge la autocaravana y comienzan a viajar rumbo a España. No cruzan una sola palabra durante horas, hasta que Ester ve el cartel de bienvenidos a Extremadura.
Entonces su corazoncito late con fuerza, los pelitos de su cuerpo se erizan, y los nervios ya no le dejan controlar más sus palabras.
—¿Cómo lo vamos a conseguir? ¿Tú crees que nos dejarán de entrar sin más? —pregunta muy nerviosa al aire, esperando que Antonio le responda con algo coherente.
—Cariño, relájate. Primero es nuestra casa, y segundo esto tiene que terminar ya.
—Pero... ¿Cómo vamos a entrar? —inquiere, cruzando sus brazos por delante de su pecho.
Al ver su actitud defensiva, y su inseguridad, Antonio la mira a los ojos y sin mostrar compasión ni por Rosana ni por Tahe, muy cabreado responde:
—A la fuerza, si un juez no es capaz de echarles a ellos de nuestra casa, pues a nosotros tampoco.
—Tienes razón, además somos nosotros quienes pagamos esa hipoteca —afirma Ester, intentando planear algo dentro de su cabeza para entrar sin que nadie los vea.
Casi sin parar por el camino, Antonio condujo sin quejarse, el cabreo que llevaba con él le daba la suficiente fuerza como para continuar hasta que por fin llegaron a su casa, pero una calle antes de llegar a la puerta paró la autocaravana.
—¿Se te ha olvidado donde vivimos? —le pregunta Ester, buscando su cara en la oscuridad del vehículo.
—Ni de coña, ahora verás —comenta bajándose, para entrar a la parte trasera.
Antonio comienza a rebuscar entre los armarios de maderas que lleva la autocaravana empotrados, Ester le mira, ella sabe lo que busca exactamente y dice:
—Están guardadas en el espejo del baño, las tengo yo en mi neceser de maquillaje.
Antonio mira al frente, coje el bote de cristal donde guardan los espaguetis y pregunta extrañado:
—¿Sabes lo que estoy buscando?
—Sí, las llaves de la casa —responde con las manos en su cabeza, al recordar como las encontró.
—¿Cómo las encontraste? —apremia a preguntar mientras dos pasos después está en el baño.
—Eres muy tonto, nadie guarda unas llaves en un bote de espaguetis —responde buscando la hora que es en su móvil.
—Pues yo sí, es un buen lugar, nadie las va a cocinar —reclama, antes de salir del vehículo.
—Por eso las encontré, por que al hacer la comida volqué el bote y cayeron al agua hirviendo —comenta viéndole marchar, por la ventanilla.
Antonio se acerca a la casa, desde fuera del jardín puede ver que las luces están encendidas, a pesar de que les cortaran la luz, ellos tienen energía dentro de la casa. El ruido de un generador la llama atención, y una idea se le viene a la cabeza. cuando más pensativo está una mano en su hombro le hace dar un brinco.
—¿Qué estás pensando? —escucha el leve sonido de una vocecilla, por detrás de él.
—¿Qué susto me diste? —reclama a Ester con la mano puesta en su pecho—. Cuando yo les corte la luz tu aprovechas y sales corriendo hasta la casa, entonces entras y cierras con llave hasta que yo llegue.
—¿Quééé? ¿Te estás volviendo loco? No podemos hacer eso —responde muy asustada.
—Venga no lo pienses, vamos a saltar.
Antonio salta el primero, y después ayuda a Ester a saltar la valla de madera que rodea su casa, la primera pierna la pasa bien, pero en la segunda sus bermudas se quedan enganchadas en una de las tablas.
—Date prisa —susurra Antonio, sujetándola por las manos—. Nos van a pillar —dice tirando de ella, con la adrenalina por las nubes.
Solo le ha bastado un pequeño tirón para que su chica terminara de saltar, aunque con ello la acaba de quedar en bragas literalmente. Las bermudas vaqueras de Ester se han rajado entre sus piernas, ¿la impedirá eso entrar en su casa de nuevo?
Unos minutos más tarde, Ester se sitúa en la esquina más cercana que hay junto a la puerta, ve caminar a su Novio en dirección al generador, con una llave inglesa entre las manos. Espera con ansias que la pareja de hippies, salgan de la casa cuando se queden sin luz.
Antonio llega al generador y le para de golpe, la oscuridad se hace visible en cuanto el sonido se deja de escuchar, Ester se prepara en cuanto escucha que la cerradura comienza a girar.
—Voy a ver qué ha pasado —grita Tahe, desde la calle.
—Ok. No tardes, la cena ya está lista —reclama Rosana, desde la cocina.
Al ver que Tahe no entra en casa después de unos pocos minutos, Rosana sale a la calle en su busca, pero antes de que la de tiempo a llegar hasta Tahe escucha un ruido que la hace mirar hacia atrás.
—Mi amor corre, corre —grita desesperada Ester desde el porche.
—¡Ni de coña! —Se lanza Rosana a los pies de Antonio, al darse cuenta de lo que pretenden.
Antonio la esquiva y consigue llegar hasta la puerta, entra lleno de emoción y cierra de golpe la puerta dejando que Tahe y Rosana sean ahora quienes aporreen la puerta.