CAPITULO 3

704 Palabras
Me despierto en una habitación de hospital, con ocho personas a mi alrededor, están todas sus miradas en mí, trato de hablar, pero no me sale muy bien, siento muy seca mi garganta. - Agua... Uno de ellos me acerca un vaso, y lo bebo con mis manos temblorosas, me siento y es como si me hubiera atropellado un auto, me duele todo. - ¿Estoy en un hospital? Le pregunto a las ocho personas que están a mi alrededor, me miran con adoración, con deseo. - Si pequeña, es una especie de hospital, ¿cómo te llamas? Me pregunta un hombre vestido de médico, muy sexy por cierto, me detengo a observarlo, cuerpo trabajado, labios carnosos, mandíbula cuadrada, ojos verdes, es muy guapo. - Ana, ese es mi nombre. - ¿Eres de este país? - No, soy de Italia, hace poco menos de un año llegamos a vivir aquí. - ¿Vives con tus padres? - Solo con mamá, mi padre murió, y tú como te llamas -sonríe- - Soy Maxim, pero puedes llamarme Max. - Ok, ¿desde cuándo estoy aquí? ¿Qué me pasó? - Llevas solo veinte días, tuviste un accidente de auto. - Veinte días, y ¿mamá? Ella sabe que tuve un accidente. - No sabemos quién es tu mamá, no pudimos avisarle. - ¿Puedo irme? - Tienes que recuperarte, además la orden tiene que darla nuestro señor. - Puedo hablar con el señor, necesito irme, nunca me voy por tanto tiempo, mamá debe de estar preocupada. - Él vendrá cuando desee, allí podrás preguntarle. - ¿Tengo que esperar hasta que él quiera venir? - Si - Y si se demora una eternidad. - Eres humana, ¿los humanos se toman en serio el tiempo, verdad? - Como que soy humana, ¿tú también lo eres o no? El chico me sonríe, siento que se está burlando un poco de mí, es extraño el comentario que hizo. Todos se van y me dejan en el cuarto, así que tengo un poco de privacidad, cada tanto tiempo llegan a revisarme, y darme una especie de alimento líquido, sabe bien, pero tiene aspecto pegajoso. Necesito irme de aquí, ha pasado una semana desde que desperté y no he conocido al tal señor, Max dice que tenga paciencia, pero mamá debe de estar preocupada, tengo que hacer algo para hablar con el señor, tengo que pedir su autorización es una estupidez, las cosas acá en rusia son muy diferentes. - ¿Puedo hablar con el señor hoy?- Le pregunto a Max mientras escribe algo en una tabla médica- - No lo sé Ana, el señor no ha dicho nada, creo que no recuerda que estás acá. - Si no lo recuerda como puedo irme, por favor tengo que hablar con él- Le pido a Max juntando mis manos en una especie de súplica- - Voy a solicitar una audiencia para ti, de pronto te atiende y puedes irte Me alegro mucho por esa respuesta y lo abrazo sin pensarlo, siento como se tensa con sus brazos alrededor de mi espalda, me mira como si tuviera hambre, es extraño. - No debí abrazarte, discúlpame. Trato de alejarme de él, pero me aprieta más a él, es hipnotizante su mirada. - Interrumpo algo. Dice un hombre que acaba de entrar a la habitación. Todos los hombres de este lugar son guapos por dios. - No, mi señor. Dice Max mientras sale de la habitación. - ¿Eres el señor? - Sí -Me mira con cierta furia en sus ojos, es extraño, no le he hecho nada. - ¿Puedo irme? - No Sale de la habitación, y deja la puerta abierta, empiezo a gritarle, es un estúpido, arrogante y delicioso hombre tallado por el mismísimo dios, pero no puede tenerme aquí retenida. - ¿Por qué no me puedo ir? ¿Acaso estoy secuestrada? - No estás secuestrada, pero podrías estarlo. Me contesta acercándose demasiado a mí, como si estuviera oliéndome, como si fuera un animal a punto de atacar y yo su presa. - Quédate en tu habitación... Me dice mientras se va, parpadeo y ya no está, ¿es extraño a dónde fue? Como pudo irse tan rápido.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR