Gor no recordaba, cómo salió corriendo a la calle desde la casa de Misi y tomó una bocanada de aire fresco. “¡Dios, a qué he llegado!” — gritó la conciencia en su cabeza, aunque su corazón estaba en silencio. Simplemente no pudo decirle nada, fue noqueado. Él frotó la cara con las manos, como para ahuyentar esa pesadilla. Él vino aquí con un propósito completamente diferente. Asustar, demostrarle, que pensaba sobre su último golpe. Y ella entendió todo, ni siquiera tuvo que decir una palabra. Saltó del susto y retrocedió. Había tanto miedo en sus ojos, como si la tierra se hubiera abierto frente a ella y el mismísimo diablo hubiera aparecido. ¿Cuándo entró en su cabeza loca, atarla a esa pared? Y fue en ese momento que sintió, como una descarga eléctrica de trescientos ochenta voltios de

