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Cuentos Eróticos

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Descripción

Gracias a todos por leerme. El último capítulo no es necesario que lo lean, ya que es solo info, una que también podrán ver en mi nueva página: Kath Boom. Los invito a seguirme para que puedan enterarse de mi próxima novela, que la publicaré gratuita y completa en otra plataforma, y en otra cuenta.

Aquí no volveré a subir más nada, por el momento.

Saludos!

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Rotos encajamos mejor (1)
Eva ¿Se imaginan contar las veces que una ha tenido sexo en su vida? Mi compañera Susy las contaba, y diría el número sin ningún problema, pero como ya había crecido a tres cifras lo olvidaba constantemente, sobre todo porque aumentaba mucho con cada día que pasaba, pero a ella le hacía gracia llevar la cuenta. Era como un juego para Susy. Tenía un calendario con una casilla cuadrada en cada día. Allí anotaba cuántas veces tenía sexo con personas, y al final del año se tomaba el increíble trabajo de sumar todos los días de todo el año y dejar una cuenta final que anotaba en un cuaderno. También perdí la cuenta de los años que venía haciendo esa manía, y de las veces que se lamentaba por no haberlo hecho desde el primer día que tuvo sexo. Yo prefería contar las veces que había amado y que me habían amado. Era más corto y me daba menos dolores de cabeza. Ah, y el número lo recordaba siempre: uno. Y a ese único amor correspondido iba a ver todos los domingos al cementerio, en donde le contaba mi semana y nos reíamos de cómo me olvidaba todo lo que me decían. Era como si mi cabeza no pudiera retener lo que la gente me decía. Quizás porque nadie me decía nada interesante. Sin embargo, me costaba horrores olvidar cada palabra que Jack me había dicho. No contaba los te amo que me había susurrado miles de veces porque, sencillamente no recordaba ni cuando habíamos empezado a pronunciar esa palabra. Había sido todo tan veloz que cuando menos quise acordar yo ya había dejado ese mundo en el que me encontraba y ya estaba comprometida y lista para ser una señora de casa, pero todo se desmoronó de un día a otro cuando me llegó la dolorosa noticia de que un hombre con mucho sueño había atropellado a Jack. Al parecer el desgraciado no había dormido en toda la noche por sus tres incorregibles niños. Mi futuro esposo murió porque un hombre no pudo con el estrés de ser padre y condujo con sueño. Según los científicos, manejar con sueño es peor que manejar ebrio. ¡¿Cómo no iba a volver a esa vida?! Después de Jack solo me quedaban ganas de torturar mi cuerpo y mi alma. —¡No puede ser, Eva, mira quién ha entrado! —chilló Susy, abrazando mi brazo izquierdo y llevándome hacia la parte vip del burdel. —¿Quién? —pregunté confusa mientras aterrizaba a tierra. Mis ojos pasearon rápidamente por todos los hombres que estaban en el centro y se posaron inevitablemente en uno en particular, y entonces supe con claridad a quién se refería Susy. No sabía quién era, pero su porte musculoso, alto, varonil e impoluto me dejaron en claro que Susy se refería a él. Lo que más me llamó la atención fue su expresión seria y algo enfadada, como si no quisiera estar allí, pero debía. Llevaba una camisa azul marino con diminutos puntos negros y extrañamente prendida hasta el ante último botón de su grueso cuello. La camisa la tenía perfectamente debajo de un pantalón de oficina n***o con zapatos negros también de oficina. Tenía el cabello n***o húmedo hacia un lado y parecía habérselo cortado ese mismo día. Tenía una ligera sombra de barba en su mentón afilado y sus ojos pequeños y rectangulares intimidaban como pocos. No miraba a nadie, solamente a John: el dueño del burdel y mi jefe. —Se llama Paul Makenna —explicó Susy, obviando que ya le tenía los ojos encima—. Es un hombre millonario y muy poderoso, además de tremendamente guapo y misterioso. Hace seis años murió su única hija y desde entonces pide esbeltas y casi perfectas mujeres a su apartamento que tiene en una zona muy privada que desconozco. Nunca viene aquí… Es extraño que lo esté… —opinó Susy bajando la voz. Nos dimos vuelta en cuanto John giró hacia nosotras y, acto seguido, Paul también. —¡Chicas, vengan! —nos ordenó John con tono insinuante. Nos giramos sobre nuestros tacones y caminamos hacia ellos. No me atreví a mirar a Paul. Susy, sin embargo, no paró de devorarlo con lascivia en todo momento. Me ruborice ante su descarado comportamiento—. Nenas, él es Paul Makenna —nos informó orgulloso pero sin palmear su espalda como solía hacer cada vez que nos presentaba a un "amigo". Me sentí obligada a alzar la mirada y verlo; para mi sorpresa, él ya me estaba mirando, y a los ojos, para colmo, y no a mis grandes senos casi expuestos—. Se ha aburrido tanto, pero tanto, que ha decidido venir finalmente a uno de los shows. Así que ahora tienen más presión que de costumbre. Susy rió como demente y yo me limité a dibujar una vaga sonrisa. Casi había olvidado que en media hora debíamos hacer el show de caños. Paul no sonrió, pero no me quitó la penetrante mirada de encima. Me sentía tan desnuda… y eso que había salido con más ropa que la usual, pero su mirada me intimidaba de tal manera que me sentía diez veces más expuesta que nunca. John nos ordenó traerles unas bebidas y luego nos preparamos para abrir el show. Bueno, yo. Susy entraba con las demás. Creo que eso era lo que más me gustaba del burdel. Bailar en el caño implicaba mucha fuerza de muñeca, brazos y piernas, y mantener el cuerpo rígido en una determinada posición, así que además de mantenerme tonificada, descargaba muchas emociones. Eso y tener mucho alcohol gratis. Me coloqué el body de pingüino, la galera negra y tomé el bastón, y en cuanto comenzó la música de blues lento comencé a dar pasos firmes y elegantes con los tacones de aguja hacia el centro del escenario, partiendo del fondo y atravesando un telón rojo que poco a poco se iba subiendo. El body estaba confeccionado para que únicamente me cubriera mi parte íntima de abajo hasta el ombligo. Después mis senos bailaban y saltaban libres al son de mis movimientos, que para colmo eran naturalmente enormes así que ya brincaban apenas daba un paso. Cuando frené delante del caño del centro y alcé la vista, al primero que vi fue a Paul Makenna, sentado de piernas ligeramente cruzadas en un sofá rojo carmesí en el centro del burdel, con su torso inclinado hacia el respaldo y ambos brazos apoyados con despreocupación y elegancia en el mismo respaldo. Pese a que era de dos cuerpos, estaba solo en el medio del sofá, en el cual solía sentarse John. Su mirada fría e intensa me hizo arder y me provocó unos nervios que había olvidado que alguna vez tuve. Hacía tiempo no me sentía tan… caliente y nerviosa por un hombre. Mientras colocaba la punta del bastón entre mis senos y lo deslizaba hacia abajo lentamente, me prometí que dejaría todo en ese show. Cuando el otro extremo del bastón salió por completo de en medio de mis senos, arrojé el bastón con una vaga sonrisa al centro del escenario y Paul lo atrapó con una sola mano sin apartar su vista de mí. En cuanto abracé el caño con mi pierna y giré en él, la música se aceleró y Susy y las demás chicas entraron y comenzaron a bailar sensualmente en los caños que estaban a mi lado y un poco más atrás. En todo el show Paul y yo no nos sacamos la vista de encima. Cuando giraba, la volvía a posar inmediatamente en él cuando podía. Sus ojos me atraían como atrae una sirena con su canto, pero él me atraía con su encanto. No necesitaba nada más que ser él para tenerme a mí y a todas las chicas del mundo tras él como locas. Luego de quince minutos, el show había terminado como siempre lo hacíamos. Se había notado en el eufórico público la pasión que le había puesto al baile ¿Y todo para que? ¡Para que Paul se termine yendo a hurtadillas con Susy! A Susy apenas la vi cuando bajé del escenario. Había sido la última en salir, ya que me quedé cerrando el show, por lo que Susy y las demás salieron primero. Paul se quedó viéndome fijamente hasta que bajé del escenario y el telón cayó, y cuando fui a buscar a Susy a la barra, John me informó que ambos se habían marchado juntos. Sentí una gran decepción por dentro, sobre todo porque había notado perfectamente cómo me había mirado Paul. A Susy apenas la había notado, entonces… ¿por qué me ignoró de esa manera? Lo peor fue que tuve que pasar la noche con dos tipos viejos y gordos, pero con mucho dinero. El primero, no dejó de follar mis senos. ¡Se vino cuatro veces follando con su polla entre mis senos, justo como lo había hecho yo con el bastón! Quizás fue mi culpa por hacer eso pensando en que después Paul me lo haría… pero no. Ahora se lo debía estar haciendo a Susy. Aunque no era lo mismo; los de ella eran operados y no tenía nada de carne más que las operaciones en los senos. No comía nada y su cuerpo era como un triángulo de cabeza. Yo, en cambio, tenía el cuerpo súper tonificado, real, sin operaciones y con mi color de cabello castaño oscuro natural. Los hombres hacían cola para pasar, mínimo, una hora de placer conmigo, y quién más pagaba era quien me tenía primero. Llegué exhausta al apartamento que compartía con Susy y su marido. —¿Me dejas enterrar mi polla en ese bonito coño? —preguntó Manuel, arrastrando las palabras como todos los malditos días, incluso cuando llegábamos juntas con Susy. Blanqueé los ojos como siempre y respondí secamente que "no". Él se fue riendo hasta el sillón y comenzó a masturbarse. Desde que Susy me había suplicado que tuviera sexo con su marido delante de ella, desde entonces Manuel no dejaba de proponermelo y, Susy, al igual que él, se mataba de risa. Ambos habíamos estado muy ebrios y a punto de un coma alcohólico esa noche y sólo por esa razón acepté. Yo estaba muy mal por Jack así que tuve sexo con el tipo que más asco me daba, y no por su físico, si no por su personalidad. Manuel no era uno de esos tipos dulcemente descarados. Manuel era un condenado y vulgar descarado que se follaba todo lo que tenía dos piernas y dos agujeros para meter su pequeña polla. Además de eso, tenía el ego por las nubes y se creía Brad Pitt sólo por tener unos pequeños músculos en los brazos. Se bañaba una vez a la semana y era un vago que dejaba que su esposa se prostituya con tal de que lo mantuviera. Ese era Manuel, y cada vez comprendía menos porqué Susy lo quería tanto, aunque la listilla no sentía ningún tipo de remordimiento al tener sexo con más de tres hombres al día, y lo gozaba como nadie. Susy podía ser media tonta, pero nunca una tonta completa, y ahora se estaba gozando a uno de los hombres más atractivos y millonarios de Riverdale, mientras que yo estaba allí, intentando no ver como Manuel se masturbaba eufóricamente mientras gritaba mi nombre. —¡Ay, Eva… tus tetas me vuelven loco! — Exclamó con voz ronca, sentado de piernas abiertas en el sofá y con una botella de alcohol en la otra mano. Luego de tomar una botella de vodka de la mesa me encerré en mi pequeño cuarto. De noche cerraba mi puerta con llave, por si las moscas. Esa noche Susy llegó tan tarde, y yo estaba tan ebria, que ni siquiera sé a qué hora llegó, ni quería saberlo. De hecho, los días siguientes la esquivé todo lo que pude para que no me cuente lo apasionante que estuvo su noche con Paul. Sentía envidia y celos. Hacía años que no me había sentido tan caliente con una sola mirada y pasó de mí como si hubiese sido invisible, cuando yo sé que no, al contrario, podía jurar que hubo una conexión s****l entre ambos. Pude sentir nuestros cuerpos atrayendose como imanes y como me desvestía la poca ropa que tenía con la mirada. Lo sentí, lo vi, lo noté. Imposible no haberlo hecho, ya que dudo que alguien hubiese sido más obvio que él. El jueves por la noche cuando tuvimos que volver al burdel, ambas nos quedamos perplejas al ver a Paul Makenna sentado en el mismo sofá, con John lamiéndole típicamente los pies. —¡Ha venido a verme! —Chilló eufórica Susy dando saltitos con sus tacones de aguja. Yo blanquee los ojos. ¿Que tenía, cinco años y se creía que estaba en la preparatoria? Finalmente había conseguido que desistiera de contarme de su noche con Paul. Había arrojado un comentario por lo bajo el miércoles, como si tuviera envidia, lo cual dejé pasar porque era la pura verdad. Y ahora no quería ver a Paul. Me sentía avergonzada, fea y con el autoestima por el suelo. Ignoré el comentario de Susy y me hice la tonta mientras le fui a entregar el vino a unos hombres de otra mesa. Por suerte estaba tan emocionada que ni cuenta se dio de mi ausencia. Esa noche no era noche de caño, por ende nos limitamos a atender de todas las maneras posibles a los clientes, especialmente insitándolos a beber hasta que no dieran más de ebrios. Susy estaba atípicamente radiante y se paseaba con elegancia y muy segura de sí cada vez que tenía que pasar por delante de Paul, pero él no le prestó atención. De hecho, no le prestó atención a nadie, y más de una vez lo pesqué mirándome con una ligera severidad que no lograba comprender. Casi al final de la noche me tropecé con él. Eso había sido lo más emocionante de toda la maldita noche. Bueno, lo más intenso mejor dicho. Paul salía del baño vip y yo me dirigía a entregarle una botella de whisky a un cliente que estaba al otro extremo. Lo peor fue que tropecé con él al distraerme viendo que él no estaba en el sofá, donde solía estar toda la noche sin apenas entablar una conversación civilizada con nadie. El impacto de mis senos con su abdomen plano hizo que diera un brinco y cayera la botella al suelo, pero sin prestar la mínima atención en el desastre que había hecho, me quedé observando detenida y perpleja a Paul, quien también parecía sorprendido. Sus ojos pasaron nerviosos de los míos a mis senos, y entonces me di cuenta de que algo húmedo corría entre ellos. Bajé la mirada y observé que me había derramado whisky encima. ¡Claro! La botella siempre la destapaba en la cocina y la llevaba abierta para no perder tiempo delante de los clientes, que preferían que me inclinara y les sirviera para que puedan apreciar mis senos en primera plana. Prácticamente media botella corría por todos mis senos y abdomen, resaltando mis pezones duros de los nervios por la presencia tan cercana de Paul. Enrojecí como nunca e intenté irme, pero extrañamente Paul me tomó de la muñeca en cuanto me di vuelta para marcharme y amagó para decirme algo, pero sólo se me quedó viendo, hasta que al parecer notó que me estaba haciendo pasar un mal momento y me soltó con un movimiento rápido. —Lo siento —Fue lo único que me dijo, con voz ágil y severa. Luego se marchó de vuelta a su sofá, y lo que restaba de noche continuó como si nada. Al terminar la noche, Paul se fue con Vicky, una de nuestras compañeras. Vicky era muy hermosa y físicamente también muy atractiva, pero al igual que la mayoría de las chicas allí, estaba muy operada, aunque su notable edad de veinte años era lo que la hacía una de las más demandadas. Cuanto más jóvenes e inocentes, mejor. Vicky tenía cabello dorado, uñas de un metro, una cintura casi inexistente y unos labios que parecían que iban a explotar. Yo lo único que le envidiaba era la edad. Con veinte años uno podría estar comiéndose el mundo, pero ella prefería comerse a tipos por dinero en un burdel de lujo. Está bien, sí, la paga era muy buena, y si eras muy demandada podías elegir tus clientes, pero debería ser ilegal que con veinte años uno desperdicie tanto su vida. Al menos que la disfruten un poco antes de caer en la ruina, pero no, Vicky entró en la ruina a los diecisiete, cuando su madre decidió abandonarla en un orfanato para tener la vida que no pudo a los veinte por cuidar de ella. Volviendo de camino a casa Susy me taladró la cabeza con Paul. No podía entender cómo fue que se aburrió de ella tan rápido, cuando lo había dejado todo de ella en esa noche de lujuria descontrolada —según ella—. Yo por dentro festejaba. Al menos ya no iba a tener que aguantar lo bien que se lo había hecho y lo duro que era todo su cuerpo, ah, y como lo hacía con la lengua… recuerdo que me masturbé con un consolador durante una hora la otra noche al oír como Susy se lo contaba a Manuel para darle celos y que dejara de hablar de mí. Por suerte ninguna de las chicas había visto la pequeña escena con Paul, así que pareció que nunca había pasado, sobre todo porque así pareció para Paul. Todo el mes transcurrió así. Cada noche, Paul se iba con una distinta. Y cada noche, parecía no prestarle atención a nadie más que a mí. Su mirada me aseguraba que quería follarme hasta que el sol se hiciera verde y las vacas volaran, pero luego todo parecía un cuento de fantasía inventado por mí misma y la realidad cada vez me bajaba más la autoestima. Todas las chicas del burdel compararon la mejor noche de sus vidas con Paul entre ellas, y yo, claramente, fui la única en quedar fuera, cuando antes yo era la protagonista de las mejores relaciones sexuales con los galanes más atractivos. Yo era la envidia de todas allí, y ahora yo las envidiaba a todas. Estaba tan mal emocionalmente esa noche del domingo, luego de un mes y medio de haber visto a Paul por primera vez, que le supliqué a John que Susy me reemplazara en el show, lo cual finalmente aceptó. Susy no daba más de alegría y no paraba de afirmar que Paul no iba a poder quitarle los ojos de encima al ser la bailarina principal. A mí ya no me importó. No quería verlo. Sólo quería irme a algún bar desconocido y embriagarme hasta olvidar mi nombre. Estaba emocionalmente exhausta… y harta de que me afectara tanto que Paul no me eligiera, siendo la más bella, lista y talentosa del burdel. Me había herido el orgullo como nadie…

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