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El rey

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sexo
matrimonio bajo contrato
los opuestos se atraen
dominante
drama
medieval
abuso
mentiras
secretos
duke
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intro-logo
Descripción

Al pasar el tiempo,en un abrir y cerrar de ojos,cuando se dió cuenta se había convertido en el títere de él. No podía escapar de aquella relación por más que quisiese,no tenía salida de ese tormento.

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Prólogo
Ella había arreglado aquel vestido rojo, un centenar de veces y seguía sin gustarle. Se había puesto un suéter que la hacía lucir como una vaca—después de todo nadie se salva de las navidades—, intentó ponerse un chaleco que le parecía más para una oficina que para un baile, así que optó por un simple pareo [1] rosa amarrado a su cuello. Ella acomodó su cabello rubio detrás de las orejas—aún viéndose en el espejo—, y acomodó el pronunciado escote del vestido que su novio Bruno, eligió para ella. El pareo desviaba un poco la atención de sus pechos y eso le tranquilizaba un poco. —Ni se te ocurra ponerte eso—dice Bruno, que derrepente se encuentra detrás de ella quitándole el trozo de tela—.Quiero que todos vean lo sexy que eres. «Quiere que todo el mundo vea lo que tienes», pensó ella. Lilian odiaba esos eventos a los que solía acudir en compañía de Bruno. Sólo asistían personas completamente falsas, que trataban de llenar los vacíos de sus pechos con dinero y propiedades. Dónde los hombres presumían a sus plásticas esposas más como objetos que como personas. Una de las actividades favoritas de Bruno, a las que Lilian debía formar parte en contra de su voluntad. Ella solo logra asentir—Tengo algo para tí—Bruno susurra en su oído. Saca una caja roja de terciopelo de su costoso traje. La cara de Lilian se ilumina gracias a las luces que logra desprender aquel collar de diamantes. —«Los diamantes son los mejores amigos de la mujer»[2]—dice Bruno mientras coloca la red de brillantes cristales que cubren todo su cuello y parte de su pecho—. Perfecta. En eso él estaba en lo cierto, ella lucía absolutamente hermosa y sería la envidia de todas las mujeres que asistieran a la gala. ¿Así se vestiría ella de ser la que tomara las elecciones de su persona? ¿Quién era ella en realidad? Son preguntas que Lilian no podía responder, simplemente no tenía respuesta para ello. Se había convertido en el títere de Bruno Castellón desde que tenía memoria. Sus familias al ser socios en los negocios, se obsesionaron en hacer de ellos una pareja. El señor Wellington, le decía a su joven hija lo importante de las alianzas para los negocios, y la joven Lilian—siendo una total ingenua—, sonreía con gusto de saber, que muy pronto sería la novia del chico más atractivo, atlético y popular de su escuela. A muy temprana edad aprendió que las apariencias engañan a cualquiera, pues Bruno, no era aquel príncipe que leía en aquellas novelas de romance, ya que de esos ya no quedan en este mundo de codicia. —¿Es tan importante que vaya?—dice Lilian con la esperanza de poder quedarse. Él la voltea para que así sus miradas puedan enfrentarse—Hoy más que nunca debes ir, y lucir espectacular. La familia real estará allí. Quiero que se les grabe en sus reales cerebros, el rostro de la mujer más hermosa que jamás verán. Eso logró sacar una sonrisa en ella, que se desvaneció tan rápido como vino, por sus siguientes palabras: —Seré la envidia cuando sepan que eres sólo mía. Y ahí está su trofeo—no su novia o prometida—, su juguete, marioneta, su cosa. —Lúcete está noche preciosa y serás recompensada. Arruínalo y conocerás las consecuencias. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de la mujer, Bruno jamás le ha puesto una mano encima,—no sería tan estúpido—después de todo dañaría a la mujer oficial. Lilian lo había visto golpear a sus amantes múltiples veces, pero no era un idiota de hacerlo con la que presentaba como su pertenencia. Sus castigos se basaban en ignorarlarla al punto de hacerla sentir como un cuadro más de la habitación, dejarla sin comer o darle comida podrida, u obligarla a asistir a esas reuniones privadas donde Bruno y sus drogadictos amigos la hacían sentir como una mujer de baja moral. De las recompensas, mejor ni hablar. Él hombre tenía el ego tan alto que pensaba que el sexo era recompensa para una mujer. Aquella que fingía orgasmos para no romper su orgullo. Lilian asintió, no podía hablar al sentirse tan poca cosa. —Buena chica, vámonos. *** El salón estaba lleno de personas que se paseaban al son de la música como almas en pena—o por lo menos así lo veía Lilian—. No se notaba la felicidad en sus caras, sólo sonrisas más falsas que el botox de sus rostros y la humildad, en sus negros corazones. Al llegar, Bruno sonrió ampliamente. Aunque no era por el hecho de estar ahí, sino que se estaba saliendo con la suya. Las personas se paraban a verlos y saludarlos, y había logrado tener la popularidad que tanto anhelaba. Lilian por su parte, fingía estar muy enamorada de su pareja mientras le tomaba del brazo. «La pareja del año» ó «Se ven tan felices», eran lo que usualmente susurraban. Sí tan sólo se pusieran a observar con detenimiento, podrían ver la infelicidad—por lo menos—, por parte de ella. El momento había llegado, y ellos ya se encontraban frente a la familia real, para brindarle sus buenos deseos. Lilian pudo verlos detalladamente, allí se encontraban cinco miembros de la casa real, pero—y esto es gracias a los rumores—, ella sabía que eran seis los que se presentarían ahí esa noche. El foco de atención en aquel grupo de personas, se lo llevaba el Rey Luis y su esposa. Él, ataviado de medallas en su pulcro traje azul marino, y ella, que lucía elegante con un vestido color magenta, que resaltaba su oscuro cabello, y perfiladas facciones. —Y ahí está nuestro premio—dice Bruno, que observaba a los monarcas. Se fueron acercando—ella enrroscada al brazo de él—. Junto a los reyes, se encontraba el príncipe Charles con su prometida, y la princesa Astrid; su hija menor. Lilian no veía rastro alguno de su hijo mayor—Andrew—del que todo el mundo hablaba últimamente. La pareja esperó pacientemente, a que todas las personas saludaran a sus Majestades. Cuando llegó finalmente el momento, el rey se disculpó, ya que era hora de dar el tan aclamado discurso. Este hecho enojó a Bruno, y le dió otros minutos de nerviosismo a Lilian. Luis L, subió al estrado. En unos segundos su hijo Charles se encontraba a su lado. Lilian pudo encontrar el parecido entre ellos en sus ojos—ambos lo tenían de un verde muy llamativo—, pero el resto de él, sin duda lo heredó de su madre. Otros pocos segundos más tarde, era Andrew el que estaba parado junto a su padre. Este chico sí que era exacto a su padre, desde su cabello rubio-castaño, hasta la forma de poner una postura rígida y transmitir poder con una sola mirada. A Lilian le pareció en cambio, sumamente atractivo. Él príncipe heredero le dió un asentimiento a su padre y este comenzó el discurso. —Sean todos bienvenidos, a la quincuagésima edición del baile de Allium—dice a través del micrófono—Esta noche es para celebrar el aniversario de este bello estado que forma parte de nuestro país, Selene. Aplausos llenan el salón. Una persona se encarga de poner imágenes en un proyector de los inicios de todo. »— Selene no sería tan próspero de no ser por su zona empresarial, así que tanto el país, como mi familia, estamos completamente agradecidos con este estado, Allium. espero les guste mi nueva novela y le den apoyo gracias

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