18 de septiembre de 1536
Estimado Sr. Apodaca:
Hace algunos meses recibí una carta de parte de un buen amigo mío de mi época de doncella, fue un asunto alarmante debido al contenido, pero me permití tener esperanza. Aquella vez se me prometió enviar otra carta para ponerme al tanto del asunto que trataban, sin embargo, no he recibido noticias de la gente o el pueblo. Ha pasado mucho tiempo y me hallo preocupada por el destino que mis conocidos han tenido que afrontar.
Envié a un emisario de mucha confianza para que me informara sobre la situación, pero mes y medio ha transcurrido y no ha regresado, mi marido piensa que se perdió en el camino, pero mi opinión dista de ello; creo que algo malo ocurrió.
He decidido partir el día de mañana en dirección a mi tierra natal para descubrir qué está ocurriendo en mi hogar. Pensé en pedir apoyo al virrey, pero me temo que no conseguiré respuesta del señor Antonio de Mendoza puesto que tiene demasiado de lo que ocuparse, por ejemplo; una colonia que gobernar. Y aunque estoy bien posicionada en la política, soy una mujer y muy poca gente me toma en serio, además, pasé tanto tiempo fuera de
Sé que mi marido y usted estarán preocupados por mí, pero no puedo esperar su regreso para comenzar mi misión, les ruego que no intenten detenerme, porque ningún poder humano logrará hacerlo. Esperen a que me comunique y velen por mí. Soy una mujer fuerte y decidida, mi origen habrá sido humilde, pero me enseñaron a levantarme a cada caída y no será la primera vez que sobrevivo aun teniendo todo en contra.
Espero que puedan entender y aceptar mi decisión, esperen mi regreso, porque volveré.
Atentamente: Sra. Citlali de Tablada