Capítulo 1
Laura De Las Rosas miró el castillo de piedra gris, y se preguntó que encontraría dentro. ¿Al príncipe encantador o al dragón?
Probablemente al dragón, si había algo de verdad en los rumores que los lugareños habían compartido durante el viaje en barco a la pequeña isla.
Se preguntó si Richard Smith sabía cuánto lo temían, mientras sus ojos recorrían los arcos de las ventanas, las almenas y la torre. Laura sólo vio la soledad que embarga todo.
-Señora Laura De Las Rosas miró el castillo de piedra gris, y se preguntó que encontraría dentro. ¿Al príncipe encantador o al dragón?
Probablemente al dragón, si había algo de verdad en los rumores que los lugareños habían compartido durante el viaje en barco a la pequeña isla.
Se preguntó si Richard Smith sabía cuánto lo temían, mientras sus ojos recorrían los arcos de las ventanas, las almenas y la torre. Laura sólo vio la soledad que embarga todo.
-Señora -dijo el taxista deteniéndose ante la mansión-. ¿Está segura de que viene aquí?
-Oh sí estoy segura, señor Thomas -replicó sin mirarlo. ¿Por qué todos los habitantes del diminuto pueblo de la isla le preguntan lo mismo, cómo si se enfrentara a una ejecución? Smith no era más que un hombre.
-El señor Smith no es exactamente amistoso, ¿sabe?
-No es extraño, si todo el mundo actúa como si les hubiera pegado un mordisco -lo miró, arqueando una ceja. Él enrojeció levemente.
-De algún sitio había salido la idea -farfulló él, saliendo del coche para sacar sus maletas. Laura lo siguió por los empinados escalones que la llevaban a la puerta delantera.
La habían contratado para ayudar a una niña de cuatro años, la hija de Richard Smith, a acostumbrarse a vivir allí. A vivir con un recluso, un hombre encerrado en un castillo y aislado de todo contacto humano. Iba a ser un trabajo duro, se había enterado por el cotilleo de que en sus últimos cuatro años nadie había puesto el pie en la casa, excepto para entregar provisiones. Sentía pena por la niña; acababa de perder a su madre y no conocía a su padre. Laura había llegado antes para acostumbrarse al entorno.
El señor Thomas había dejado las bolsas en el suelo. Ella se volvió para pagarle y lo vio escribir en un pedazo de papel. Cuando le entrego el dinero, él le dio el papel.
-Aquí tiene mi numero. Si necesita que la saque de aquí, o algo, llámeme.
-No es un monstruo, señor Thomas- dijo ella, conmovida por el innecesario gesto.
-Si, señora, lo es. Grita y gruñe a cualquiera que pone pie en el terreno; hizo picadillo al chico que entrega el pedido del supermercado. No quiero ni pensar en lo que le haría a usted- Cuando Laura lo miro con determinación, el señor Thomas suspiro-. Hace años un señor diseño y construyó esta casa para su futura esposa, que quería vivir como una princesa. Hizo que trajeran cada piedra del interior, algunas incluso de Inglaterra e Irlanda. Ella murió antes de que estuviera acabada, y antes de casarse.
-Lo dice como si creyera que esta maldita o hechizada - comento Laura, pensando que era una historia muy triste.
El señor Thomas, sin contestar, moro la doble hoja de madera de la puerta como si fuera la entrada de una cueva. Laura sonrió y alzo la aldaba de bronce, era una cabeza de dragón. " Bueno señor Smith, si quiere mantener a la gente alejada de aquí, esta haciéndolo muy bien", pensó, dejando caer la aldaba.
-Adelante -se oyó por el intercomunicador. Era una voz profunda y arenosa, una especie de rugido ronco y estremecedor.
-¿ Ve lo que quería decir? - dijo Thomas.
-Bobadas -replico ella con firmeza, abrió la puerta y entro. Una lampara encendida, sobre una mesita de madera tallada, creaba sombras en el vestíbulo. Ella dejo el bolso y el maletín en el suelo, se volvió y vio al señor Thomas meter las bolsas apresuradamente y retirarse hacia la entrada. Laura encendió la luz y el vestíbulo se ilumino. Él dio dio un respingo y retrocedió aun mas.
-Llámeme, ya lo sabe -dijo él, con pronunciado acento sureño. Esa actitud, de temor y desprecio hacia un hombre al que ni siquiera conocía, hizo que Laura deseara defender al señor Smith.
-No sera necesario - dijo cerrando la puerta con un suspiro. Le dio un vuelco al corazón cuando la luz se apago y una sombra apareció en la parte superior de la curvada escalinata.
-¿Señor Smith?
-Obviamente -llego su voz rasposa.
-Hola soy...
-Laura De Las Rosas, ya lo se - corto él, -. Treinta años recién cumplidos, licenciada por la Universidad de Carolina del Sur, nacida el Charleston, fue miss Carolina del Sur, miss Condado de Jasper y miss Festival de las Gambas - su voz tenia un tono sorna y superioridad, que a ella la molesto -. ¿Se me olvida algo?
-Por ejemplo fui adjunta del Ministerio de Asuntos Exteriores y profesora de la Embajada, y que soy Lingüista y hablo Italiano, Farsi y Gaélico.
-Pero, ¿ sabe cocinar? - pregunto él en Gaélico impecable.
-No estaría aquí si no supiera - se cruzo de brazos y miro la sombra del hombre, la lampara solo permitía ver la impecable raya de sus pantalones oscuros. Tenia una mano en la barandilla, y la luz se reflejaba en un sello de oro que llevaba en el dedo -.¿Hay una pagina web sobre mi que yo desconozca ? -inquirió ella.
-Las telecomunicaciones son un gran recurso.
-Ya bueno. No hace falta que hablemos de que talla se sujetador uso, ni del día que perdí los pompones bajo las gradas del estadio de fútbol con Grady Benson.
-¿Fue eso lo único que perdió? gruño él.
-Búsquelo en Internet - espeto irritada porque supiera tanto sobre ella. Laura solo sabia de él que estaba recluido desde un accidente lo desfiguro, que era divorciado y que en un par de días recibiría a una hija a la que no conocía. Agarro las bolsas y se enfrento a él-. ¿Donde esta mi habitación?
-En el segundo piso. Deje el equipaje y sigame.
Laura dejo todo menos el bolso y el maletín y lo siguió escalera arriba. Él mantenía unos escalones de distancia, siempre en la oscuridad. Solo podía ver la silueta de sus hombros, anchos y rectos, en una prístina camisa blanca. Su paso era suave, casi elegante.
-Aquí - dijo, se detuvo ante una puerta, la abrió y siguió andando.
-¿Y la habitación de su hija?
-Al otro lado del pasillo -repico él, a mitad de un segundo tramo de escalera -.Hare que le suban las maletas.
-Creí que vivía solo.
-Hay un guardes que vive en la casita que hay detrás de esta, y los lunes viene una sirvienta.
-¿No cree que deberíamos de discutir la llegada de su hija? - grito ella al ver que no se detenía.
-Llegara dentro de dos días. Vaya a buscarla al barco - subía cada escalón pausadamente, y Laura se pregunto si le resultaba doloroso.
-¿No vendrá conmigo?
-Para eso la he he contratado señorita De Las Rosas.
-No puede pretender que yo me haga cargo...- en lo alto de las escaleras una puerta se cerro de un golpe-. Bueno, eso ha sido muy provechoso- dijo ella, acercándose a las escaleras y mirando hacia arriba. Solo se veía un vestíbulo y un puerta de madera. No comprendía su indiferencia; su hija, Kelly, solo tenia cuatro años. Se pregunto si no se dejaba ver por vanidad o si realmente esta muy desfigurado. En cualquier caso, le preocupaba Kelly, así que cuadro los hombros, subió y llamo a la puerta.
-Creo que debemos hablar, señor Smith. Ahora no hubo repuesta-.Le aviso que puedo ser muy persistente si me empeño.
-Vayase señorita Laura. Yo la llamare cuando y si la necesito.
-Por supuesto, "su señoría", que estupidez haber pensado que le importa su única hija - contesto acidamente. Era bruto maleducado y grosero, se merecía un puñetazo por hablar así a una mujer.
Laura volvió a su habitación, entro y se quedo boquiabierta. Seria un dragón, pero tenia un gusto exquisito. La alfombra, las cortinas e incluso los marcos de los cuadros armonizaban perfectamente, con una gama de colores sensual y al tiempo relajante. En una esquina había una cama con dosel, con edredón de plumas y varios almohadones en tonos borgoña, gris claro y blanco. Cerca de la puerta había un escritorio estilo Reina Ana con un Ordenador, ante la chimenea un grupo de delicado mobiliario femenino, y en un mirador formado por tres ventanas un banco acolchado muy acogedor. A la izquierda había un enorme vestidor que no podía soñar en llenar, aunque le hubiera gustado hacerlo, y un moderno baño, con la bañera mas grande que había visto en su vida. Dejo el bolso y el maletín sobre la cama, cruzo el pasillo y fue al dormitorio de Kelly.
Se quedo paralizada. Parecía que el dinero no era problema para Richard Smith. La habitación era de ensueño: una fantasía en rosa y verde menta con una casa de muñeca victoriana, montones de juguetes nuevos y una cama situada en angulo , cubierta con medio dosel del que colgaban cortinas trasparenten atadas con lazos de satén. Laura recordó el cuento de La princesa y el guisante, la cama era tan alta que la niña tendría que usar una escalerilla de dos peldaños para subir. Inspecciono el armario y los cajones y descubrió que estaban llenos de ropa de tres tallas distintas. Comprendió que él realmente no sabia nada de su hija pero que, aun aso, haba pesado en todo. Volvió a su habitación y saco la carpeta que Katherine Damaso , dueña de Esposas a domicilio, le había entregado dos días antes.
El rostro de una niña de pelo oscuro, sonrisa dulce y ojos azule como el cielo estival, la miro desde la foto. Con un suspiro, se sentó en el banco del mirador y abrió la cortina. Se veía la costa del interior y otras islas que salpicaban esa zona de la costa sur de Carolina del Sur. El viento de octubre azotaba la playa y los altos hierbajos se movían como hojas de palma en el trópico. Las olas lamían y oscurecían la arena, el cielo estaba gris plomizo y cargado de humedad. Melancólico. El mejor momento para acurrucarse con un libro y soñar. Se pregunto con que soñaba una niña pequeña, en especial una niña que había perdido a su madre y tenia que trasladarse a una isla solitaria con un padre cuya existencia desconocía.
Laura pensó que soñaría con un príncipe que la protegiera, no con un dragón que echaba fuego por la boca si alguien osaba entrar en su cueva.
Richard apoyo su espalda contra la puerta y cerro los ojos, tenia su imagen grabada en la mente y no podía borrarla. Era la mujer mas bella que había visto en su vida; de esas que atraían las miradas, hacían que los hombres tropezaran y provocaban envidia entre las mujeres. Solo mirar sus ojos verdes jade hacia que le escociera cada cicatriz. Era como enseñarle un caramelo a un hombre muerto de hambre; ofrecérselo impedir que lo probara.
Apenas podía tolerar su presencia allí, en su casa, su santuario. Saber que estaba cerca lo volvería loco. Deseo estrangular a Katherine Damaso por enviarle una fémina tan exquisita. ¿No sabia Kat que no había estado cerca de una mujer desde el accidente? Hasta esa mañana, ni siquiera le había dicho su nombre, solo que estaba cualificada. No había podido investigar su pasado a conciencia y, aunque descubrió que había ganado varios concursos de belleza, no había visto fotos, parecía que no deseaba mostrar su bello rostro al mundo. El tenia una buena razón para no hacerlo, pero se pregunto cual seria la de ella.
Seguía siendo preciosa con treinta años.Maldijo para si. Habia especificado claramente los requisitos que esperaba en la niñera: maternal, fuerte, suficientemente saludable como para correr tras una niña de cuatro años, y que se hiciera totalmente responsable de Kelly. No podía permitir que la niña lo viera nunca. La gente lo rechazaba por su desfiguración y no estaba dispuesto a asustar a una criatura.
Kelly, Richard apretó sus puños. Una niña cuya existencia habita ignorado hasta hace dos semanas, cuando su mujer rumio. Solo servia para ocuparse de su propia hija cuando no quedaba otra opción. Maldijo a Andrea una y otra vez por no haberle dicho que estaba embarazada cuando lo abandono. Hubiera deseado saberlo cuatro años antes, para tener algo a lo que aferrarse mientras sufría en un mundo de quirofanos y rehabilitación, y se enfrentaba a la cruda realidad: su desgarrado cuerpo nunca volvería a ser el mismo.
Fue hacia el teléfono y pulso una tela con furia.
-Esposas a Domicilio. Katherine Damaso al habla.
-Maldita sea, Kat es una belleza- asombrosa y exótica, pendo para si, recordando cada curva de su cuerpo enfundado en el traje blanco.
-Así que has salido de su guarida lo suficiente para mirar, ¿no?
-Laura es una de las mujeres mas cariñosas que conozco -soltó un suspiro -. No lo he hecho por ti, sino por Kelly. A Laura le encantan los niños y tiene experiencias. Tiene las cualificaciones que pediste.
Buena educación, capaz de charlar con un crió y, ademas, divertida y creativa. Dale una oportunidad.
-No tengo opción, Kelly llega en dos días
-Funcionara Richard
-Encuentra a otra persona inmediatamente. No la quiero aquí.
-Andrea debería haberte hablado de Kelly - dijo Katherine con voz fría y cortante -. En eso estoy de acuerdo contigo. Cuando me dijo que te había abandonado porque te habías vuelto frió y mezquino, no lo creo. Ahora veo que tenia razón - concluyo. Richard se sintió como si lo hubiese abofeteado.
-Andrea se marcho porque no podía soportar las persecuciones del accidente. Quera que fuera el mismo de antes, en mi aspecto y en mi personalidad. Eso no iba a ocurrir. No ocurriría nunca - inhalo con fuerza-. Encuentra a otra persona - colgó el teléfono sin despedirse.
Rodeo el escritorio, se dejo caer en la silla de cuero y la giro para mirar por la ventana. El sol pugnaba por asomarse entre las nubes. Richard hizo un esfuerzo para alejar sus recuerdos del accidente, del dolor y de la reacción de Andrea cuando le quitaron los vendajes. Horror y repugnancia. Siempre creyó que Andrea estaría con él, y lo dejo anonadado que se marchara. Debo imaginárselo cuando ella se negó a compartir su cama y a dejar que la tocara. Notaba su repulsión cada vez que se acercaba. La ultima vez que había disfrutado del placer del amar fue la noche anterior al accidente.
Y ahora tenia en su casa a una mujer que, diez años antes, había sido considerada la mas bella del estado. Su belleza aun cortaba la respiración.
-Señor Smith -la voz, delicada y sureña, hizo que le diera un vuelco el corazón.
-He dicho que yo la llamaría...
-Eh, según recuerdo, mi puesto de trabajo exige que cuide de su hija, no de usted. Así que puede llamar y exigir cuando quiera, milord...
-Pago su salario.
-Y, ¿que? - dijo Laura. Él arque una ceja y se volvió hacia la puerta - ¿No le enseño su madre que es una grosería interrumpir a una señorita?
-¿No aprendo usted diplomacia en el Ministerio de Asuntos Exteriores?
-Si, pero esto no es terreno de extranjero, y no puedo solicitar inmunidad diplomática.
-¿Que quiere? - pregunto Richard, reclinándose en la silla e intentando contener la sonrisa.
-Aja, llego la negociación - dijo ella triunfal -. A no ser que esa insulsa comida de la nevera y el congelador sea su idea de una dieta equilibrada, creo que tendré que planificar el menú yo.
-Perfecto. Encargue lo que yo quería.
Laura suspiro y dejo caer la cabeza, pensando que era un hombre muy difícil. Agito la bandeja para que se oyera el ruido de la porcelana.
-¿Oye eso? Son platos, con comida - dijo con voz sugerente.
-Déjala en la puerta.
-¿Perdone? - Laura parpadeo.
-Estoy seguro de que ha oído, señorita De Las Rosas, la puerta no es tan espesa.
-Parece que su cabeza si, murmuro ella.
-Déjala en el suelo y vallase - ordeno, Laura dejo la bandeja y miro la puerta con furia, empeñada en sacarlo de la cueva.
-Creo que nos vamos a llevar muy mal, señor Smith.
-Solo si rompe las reglas.
-¿Y cuales son?
-Se las enviare por correo electrónico.
-Vaya, eso es de lo mas aseptico.
-Es la única manera - musito él en voz baja cuando oyó sus pasos en la escalera. Se froto la frente, rozando las cicatrices, solo una maldición y se puso en pie. Rechino los dientes, preguntándose como iba a sobrevivir con esa preciosa y deslenguada mujer paseándose por la casa.
Laura fregó los platos con furia. Le daba igual que se quedara encerrado y solitario, pero ¿que ocurriría con Kelly?. No podía permitir que una niña que esperaba ver a su papá percibiera la exclusión instantánea que Richard Smith expresaba con unas pocas palabras; rechazaba todo contacto. Pensó que ella se ocuparía de eso.
Puso una lavadora y decidió investigar la casa. Sus zapatillas rechinaron en el suelo cuando recorrió los amplios pasillos, decorados con objetos medievales: una armadura, escudos y al menos tres espadas. Estaba claro que no le faltaba el dinero, pensó, echando una breve ojeada a las habitaciones y fijándose en un jarrón tan delicado que daba la impresión de que se rompería con mirarlo.
Entro en el salón. Aun pensó podría ser el estudio o la sala de estar. Habia pasado por un par de habitaciones cerradas con llave, y supuso que el señor Smith no quería que nade entrara en ellas. Tardaría días en investigar todos los recovecos, aunque estaba claro que la planta superior estaba prohibida. Abrió las puertas del patio y el viento húmedo y cálido acaricio su rostro. Respiro profundamente, notando el sabor salado del aire, cerro las puertas y bajo hacia la playa corriendo. Sus pies se clavaron en la arena, abrió los brazos de par en par y se echo a reír. " Bueno, esto no esta tan mal". Miro hacia la casa, el castillo en la colina. Era un lugar de ensueños y, evidente, el elegido por Richard Smith para ocultarse del mundo.
No era extraño que lo temieran y murmuraran sobre él. La mansión se erguía sobre el pueblo como la de un señor feudal, rodeada por un muro de piedra de dos metros de altura, y el mar era el foso. Un lugar pacifico y perfecto. Miro a la torre mas alta de la mansión y vio una figura en la ventana, el blanco de la camisa contra las cortinas oscuras, que desapareció inmediatamente.
Un solitario príncipe dragón, pensó, que no deseaba que lo rescataran.