Mantenía mi mirada perdida hacia la fina cortina que decoraba la ventana de la cafetería en la que me encontraba... El suave viento de la tarde la movía de derecha a izquierda en pequeñas ondas, ocasionando que una agradable brisa se estrellara contra mi rostro. La taza de café que estaba frente a mí, se encontraba completamente fría, ni siquiera me había tomado la decencia de dar un sorbo para degustar del exquisito sabor que me fascinaba sentir en mi boca, sino que simplemente me había dedicado a ver hacia el exterior, mientras que la persona que estaba sentada frente a mí, pasaba páginas de una carpeta, haciendo ruiditos de afirmación mientras a su vez, trataba de contener la felicidad que la albergaba; incluso apostaba a que sólo le hacía falta pararse sobre la mesa para así hacer un

