Abby. Al día siguiente me encuentro tensa como un arco. Recibí la llamada a las tres de la tarde del día anterior, mi alegría palpable, que no murió incluso cuando me recitaron las condiciones del trabajo. Esperar a que un coche me recoja a las seis y media. Vuelvo a casa después de acostar a Giselle, sea la hora que sea. No debo tomar fotos de Giselle con mi teléfono, ni de la casa de Henderson, mucho menos subirlas a las redes. Nada de declaraciones a la prensa. Quedarme a dormir el fin de semana. Pedir días libres con al menos una semana de antelación. Si me enfermo, avisar de inmediato y no ponerme a mí misma en ningún lugar cerca de Giselle. Y por supuesto vigilar a la niña y ver que cumpla con su agenda. ¿Una niña de dos años tiene agenda? ¡Eso no lo vi venir! Paso

