—¿Estás lista, preciosa?
—Nací lista—respondió con un guiño y él lanzó una carcajada.
—Puedo dar fe de que eres una mujer naturalmente dotada para muchas cosas.
Sin titubeos, Sharon terminó de subir la cremallera de su traje de neopreno y se dirigió a la orilla con su tabla de surf, dispuesta a continuar con sus lecciones. Era un día soleado, aunque fresco, pero el traje la protegía. Se sentía exultante y ansiosa de poder tomar alguna ola, al menos una pequeña.
—Sígueme— le dijo él, acostándose sobre su tabla y comenzando a bracear con energía.
Sharon suspiró, admirando la bella imagen que su novio representaba, sus brazos musculosos y tatuados rompiendo el agua, el cuerpo poderoso envuelto en el apretado traje, sin dejar nada a la imaginación. Era un deleite mirarlo, tocarlo y saber
