Sharon observó a Regina con los ojos anegados de lágrimas de emoción por su amiga de toda la vida. Estaba absolutamente hermosa, era una novia maravillosa: sencilla y delicada, fina y armoniosa en su vestido estilo Imperio en color marfil, con el cuello halter que tanto favorecía a su generoso busto.
Su discreto maquillaje y el cabello recogido, entrelazado con perlas y flores decorativas, añadían sofisticación al look sin que perdiera naturalidad. Estaba tan feliz por Regina. Este era el momento cumbre de su vida, estaba segura.
Había disfrutado de cada frase, de cada detalle de la ceremonia como si fuera ella misma. Regina se percibía resplandeciente, sus manos entrelazadas con las de su hombre en todo momento. Milo Monahan, hombre importante si los había en Los Ángeles, miraba a su fl
