Punto de vista de Patricia
Después de salir rápidamente de la sala de conferencias antes de que termine su exposición, me dedico a ir a otras charlas y exposiciones y continuar mi trabajo.
El día ha sido largo pero muy interesante y estoy bastante contenta con mi trabajo. En algún punto me encuentro con Rita y me comenta que hay una pequeña recepción al final de la tarde. Me dice que es un buen momento para tomar fotos a varios de los participantes juntos, además de que puedo tomar un pequeño descanso, tomar una coca-cola y distenderme.
Ya está empezando a anochecer y me acerco al lugar indicado de la recepción. Es como una pequeña fiesta con música muy relajada, la decoración es sobria con pequeñas flores y diferentes espacios con muebles blancos, mesas altas, un bar y mesas con snacks y un servicio de catering con meseros. Todo el mundo luce muy arreglado y profesional. Empiezo a tomar fotos a todos los asistentes, conversando brevemente con ellos y preguntándoles su opinión del evento en general. La mayoría responden amablemente y tomo un par de fotos de cada grupo o individualmente. Pasado un rato siento que me toman del brazo y cuando volteo es Rita quien me lleva a un extremo del lugar y me va señalando a las personas a quienes debo tomar fotos principalmente. Comenzando por un pequeño grupo con varios médicos a quienes me presenta y tomo fotos, por lo que les pido algunos cambios de posturas.
Hay una pareja joven, apuestos y muy bien vestidos, quienes posan dándose mucha importancia y casi no me toman en cuenta, literalmente me miran mal como si yo fuera su servicio y al segundo que les doy la espalda hablan mal de mi. Realmente hay gente de cualquier tipo en todos los ámbitos, no queda otra que acostumbrarse.
También están otros médicos de mayor edad que son muy amables y que dan la impresión de tener un muy buen puesto en el centro de investigación, les comento que el evento parece ser un éxito y me preguntan por mi trabajo de fotografía. Son extremadamente cordiales, se presentan como Mike y Eugene y espero poder trabajar con ellos más adelante. Todos parecen estar disfrutando de la compañía de sus colegas, del evento y de la recepción. Exceptuando pocos casos, puedo pensar en este como un buen lugar para trabajar, y eso me contenta mucho y me emociona seguir con la noche.
Mientras termino de hablar con ellos Rita me vuelve a llamar por mi nombre y cuando volteo topo mi mirada con la de Taylor Green. De repente me siento nerviosa como si me hubieran encontrado en pleno crimen, sonrió tímidamente mientras lo veo por primera vez de cerca. Lo primero que noto es que es mucho más alto que yo, aunque yo no soy precisamente alta. Tiene un porte magnífico como si fuera un modelo, pareciera que posara con una mano en el bolsillo, está relajado, casi aburrido, con la cara indescifrable y una expresión fría como un iceberg. El cabello rubio ondulado se le escapó de su peinado y le cuelga un poco de lado, aun cuando él insiste en tenerlo detrás de sus orejas, algún mechón rebelde logra soltarse. De cerca, veo que sus ojos son grandes, brillantes, castaños con pequeños destellos verdes. Sus grandes párpados están finalizados por largas pestañas semi claras, su frente es amplia y despejada, su nariz recta y sus labios acompañan perfectamente su cara, aunque ahora están marcados en una línea de ¿disgusto? podría ser. Sus cejas son claras y en general parece que tuviera el ceño fruncido, quizás no la está pasando tan bien como uno podría pensar.
Muy a mi pesar debo admitir que todos sus rasgos son armónicos, con sus pómulos sobresalientes, sus hombros anchos y rectos y su piel clara. ¿Por qué tengo que encontrar hermoso a un hombre que trabaja conmigo y está muyyyy fuera de mi liga? Pero esa es la realidad, es un hombre realmente hermoso, que si bien es muy elegante y se viste muy bien, no pareciera estar cien por ciento consciente de su belleza e increíble porte. Vuelvo a quedar hipnotizada, sin saber si mirar al suelo, mirar el resto de su cuerpo, o quedarme viendo sus ojos ¿Qué sería lo políticamente correcto de hacer? Mientras todo esto pasa por mi cabeza en cuestión de segundos veo como su mirada glaciar me ve de arriba a abajo y lamento no haberme vestido un poco más elaboradamente. Inmediatamente me siento pequeña, diminuta, sin gracia e inservible. ¿Cómo un hombre que ni conozco tiene semejante poder en mi?
¿Se acuerdan que recién mencioné que este podría ser un lugar lindo para trabajar y que la noche iba bien? Bueno, fue hasta hace poco. No solo me mira con molestia sino que de un momento a otro parece evitar mi presencia o asumir que no estoy ahí. ¡Y yo observándolo como si fuera una obra de arte hace pocos minutos! ¡Tonta, tonta Patricia! Veo que se escabulle, como si su altura y tamaño se lo permitiese, y evita a toda costa el contacto conmigo. Me gustaría pensar que es porque no le gustan las fotografías y yo al ser fotógrafa soy algo así como la “portadora del mal”.
Ahora entiendo cien por ciento a Rita y le doy completamente la razón. Es realmente un hombre muy difícil de trabajar. Me apresuro a pensar que debe ser un hombre también difícil de complacer, de llegar a sus estándares y de que el piense que, el resto de los mortales, estamos a su nivel. Aún así supongo que debe ser excelente en lo que hace, sino no hay otra forma de que el resto lo aguantara. Inclusive se le ve incómodo hablando con otros y hace un esfuerzo por hablar con otros y entablar una conversación ligeramente cordial con las personas que se acercan a felicitarlo. Por segundos me gustaría fingir demencia y por un momento escaparme y así no tener que enfrentarlo. Pero si algo he aprendido en la vida, es que a las cosas hay que afrontarlas, poco lujo he tenido de evitar las cosas dolorosas.