Llegaron temprano por la mañana, alrededor de las ocho. Madrugaron para ponerse en marcha y llegar lo más rápido posible. El corazón de Olivia latía desbocado en su pecho; no sabía con qué se encontraría al llegar y, odia admitirlo, pero la imagen de lobos salvajes dándole la bienvenida seguía rondando en su cabeza. Y lo que más le preocupaba… ¿Y si no le agradaba a la familia de Alejandro? Alejandro notó su nerviosismo y le dio un leve apretón en la mano, reconfortándola. —Tranquila, ellos te van a amar. A medida que se iban acercando a la reserva, el bosque cubría las orillas de la carretera. El clima cambió por una fría humedad; las copas de los árboles estaban cubiertas de niebla, parecía una escena salida de un cuento de fantasía. Alejandro detuvo el auto frente a una enorme verja

