Su móvil no dejaba de sonar, no necesitaba ver el identificador de llamadas para saber que era Harper quien estaba al otro lado de la línea. Con un gesto nervioso, lo puso en silencio. Seguramente su hermana se estaba volviendo loca de la cólera porque se fue sin avisarle. A Harper le encantaba ser cómplice en sus travesuras y estaba segura de que nunca le perdonaría esto, pero era algo que Olivia debía hacer sola. Una aventura que guardaría en su corazón para siempre. Alejandro terminó de llenar el tanque de gasolina y asomó la cabeza por la ventana del pasajero. —¿Quieres comer algo? Entré a la tienda y el encargado me dijo que tienen sándwiches o hamburguesas para el camino. También pueden prepararte algo de ramen. Olivia hizo mala cara. —¿No tienen otra cosa? —Estamos en una gasol

