
Era cierto que cada alma tenía un precio, y sin duda alguna, aquella medida desesperada llevaría a Lucia casi al borde, haciendo algo que consideraría inhumano el resto de su vida.
Lucia venía de una familia humilde y pequeña, dónde durante años solo habrían sido ella y su madre, siendo su única compañía y logrando mantenerse a flote con el pasar del tiempo.
Por desgracia, su madre es diagnosticada con cáncer cuando ella cumple veinte años, sin dinero, sin trabajo y con el mundo viniéndose a pedazos, la vida pone a Lucía en una terrible e inesperada decisión; debe alquilar su vientre, esperando recibir a cambio el dinero necesario para que su madre pueda sobrevivir, siempre y cuando, sea capaz de cumplir con las reglas impuestas por aquel hombre completamente desconocido.
¿Sería Lucía capaz de vender su cuerpo y su alma? Dejando ir a quien sería su primer y único hijo, sabiendo que nunca más sabría de él.
—No puedo hacer ésto. —Dijo Lucia en el último instante cuando tenía su cuerpo desnudo ante aquel completo desconocido.
La completa oscuridad los acompañaba, sus manos sudaban y sus piernas temblaban. Aquel hombre solo dió pasos firmes, acercándose a ella en silencio y susurrando ante su oído: —Sí puedes y debes, Lucía. Lo sabes. Seré cuidadoso, lo prometo.
No conocía su nombre, ni su apellido, siquiera como se veía físicamente, lo único que tenía era aquello que imaginaba o lo poco que había tocado de aquel pecho completamente desnudo que él había permitido sentir, así como aquel peculiar aroma de loción para afeitar de menta mezclada con cigarrillos y un poco de licor.

