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Amor Prohibido

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Writing Academy
Fantasy Romance Ⅱ Writing Contest
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Descripción

Alessandro Belli Fiore, un hombre italiano muy inteligente viaja hasta Madrid para impartir sus clases de matemáticas a unos alumnos un tanto... descerebrados.

Maia García García, una joven estudiante española lucha cada día contra la violencia de genero en primera persona. Lo único que le queda para sobrevivir es su hermano mayor, el cual no sabe nada.

¿Cambiará algo en la vida de nuestros protagonistas al encontrarse?

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Capítulo 1
Claudia y sus amigas habían estado molestando otra vez, y con el mismo tema. Siempre hablaban de lo maravillosa que era su vida de ricas y el prestigio que tenían sus padres. Por mi parte, las ignoraba. No quería problemas y menos en el último año del instituto. Mi madre no estaba en condiciones de recibir disgustos por mi parte, y tampoco por la parte de nadie. - ¿Vas a seguir siendo una cobarde toda tu vida, Maia? Habló Claudia riéndose, y —cómo no— Raquel rió. Raquel y Claudia eran amigas desde que comenzó el instituto. Siempre han sido esas típicas chicas que creían superiores por tener un estatus más alto en la sociedad. Y por ello iban insultando y acosando a todo aquel qué, o no caía en su juego o le quitaba algo que consideraba suyo. - Déjala en paz, Claudia.- Ellos mi mejor amigo, Daniel. Conocí a Daniel en primero de Bachillerato. El primer día, en la presentación, en la presentación nos presentamos todos los alumnos del curso en el llamado Salón de Actos. Allí, estaban los 4 tutores de las diferentes 4 modalidades: Artes, Ciencias de la Salud, Ciencias Sociales, y Humanidades. Nosotros entramos a Ciencias Sociales, tanto Lorena cómo Daniel y yo. Fue amistad a primera vista aunque Lorena y yo nos conocimos el primer día del instituto en primero de la ESO. Daniel tenía una pequeña confianza con Claudia, Raquel y los chicos del equipo de fútbol. Así que de vez en cuando, nos defiende a embajadas. - Ugh, qué soso eres, Dani.- dijo Claudia haciendo una mueca de asco. Las dos pipiolas fueron andando hacia el aula que tocaba ahora, qué era Lengua y Literatura. - Gracias Dani.- dije sonriéndole. Él se encogió de hombros y caminamos a clase. Mi clase estaba compuesta por 20 personas. Era un grupo especialmente pequeño, ya que la modalidad de sociales era algo que medianamente cursaban los alumnos, ya que creían que tenían pocas salidas profesionales. Pero no era así. Ciencias Sociales daba las mismas salidas profesionales que Ciencias, solo que te iba a ser más difícil meterte en algo de física o números difíciles si estudiabas algo diferente. Nos sentamos —como siempre— en la tercera fila, ni muy cerca ni muy lejos. Todos los alumnos de la clase estaban sentados en sus asientos. Sí, Claudia y Raquel estaban entre esos alumnos. - Buenos días, chicos.- habló la profesora Ortiz en cuanto entró por la puerta del aula. Elena Ortiz, profesora de lengua y literatura, muy cualificada y con un libro publicado en el mercado. - Buenos días.- dijimos en coro. La clase empezó y con ella, mi sueño. - ¡Maia! ¿Me estás escuchando? Habló hacia mi. Mierda, mierda, y más mierda. Miré a la mesa de Lorena, y ella me miraba nerviosa sin saber tampoco por donde íbamos. - ¿La novela en la generación del 98? Pregunté nerviosa. Ella suspiró y negó. - No, Maia. Debes prestar más atención en clase, las buenas notas no te van a caer del cielo. Asentí avergonzada y la clase continuó hasta que sonó el sonido del timbre, que daba por finalizadas a las clases de hoy. Recogimos todo lo de la asignatura y lo metimos en nuestras respectivas mochilas. Puse mi mochila en mi espalda y miré a Lorena. - Hoy me recoge mi hermano, ¿te vienes? - Claro. ¡Adiós Dani!.- exclamó dándole un beso en la mejilla a Dani y sonriéndole. - Adiós chicas.- dijo él. Me acerqué y besé su mejilla cortamente. Caminamos hasta la salida del instituto alrededor de muchos adolescentes hormonales corriendo hacia los autobuses, o hacia la persona que les esperaba. Vi el auto de mi hermano —un Peugeot 3008– estacionado y nos acercamos a él. Mi hermano, Lucas García, 25 años y soltero. - Hola Lucas.- sonreí entrando al auto. Besé su mejilla y dejé la mochila a mis pies. Me puse el cinturón de seguridad mientras él saludaba a Lorena y arrancó. - Hola chicas.- sonrió. El pequeño trayecto fue silencioso hasta la casa de Lorena, la cuál estaba a 15 minutos andando de la mía y, a 6 minutos en coche. - ¿Qué tal el instituto? Preguntó con voz suave. - Bien, ya sabes, cómo siempre. - ¿Alberto vendrá hoy? Tragué saliva y negué. - Me ha pedido ir a su casa a las 4. - ¿Te acompaño? ¿O qué cojones quiere? Estaba cabreado. - Simplemente quedar, Lucas. - Bueno. Estacionó el coche enfrente de casa y salimos. Lucas sacó las llaves y abrió la puerta de casa. Mi madre estaba poniendo los platos de comida encima de la mesa. Hoy habían macarrones a la boloñesa, mi favorito. - ¡Hola mami!.- exclamé abrazándola al verla. Mi madre, Ana García, era la viva imagen de Lucas y yo, éramos igualitos a ella. - Hola cariño. ¿Y Lucas? Preguntó besando mi mejilla. - Aquí estoy.- habló el mencionado. Me senté en la mesa y esperé a que ellos se sentaran. Una vez se sentaron empezamos a comer. - ¿Qué tal el día, Maia? - Bien, mamá. - ¿Y las clases? Anoche no dormiste bien ¿no? Preguntó ella y ante esa pregunta, Lucas me miró. Era cierto, no había dormido nada. - Bueno... en Lengua me ha costado un poco pero estoy bien, no te preocupes. - ¿Ha venido el profesor nuevo ya?.- preguntó metiendo unos pocos macarrones en su boca y masticándolos. - No, el director dice que vendrá durante esta semana. - Esta bien. ¿Y Lucas, cómo estás? ¿Cómo vais en el grupo? Lucas había terminado la carrera de Derecho, y ahora estaba lanzando canciones con su grupo de música. Tocaban rock suave, eran canciones realmente bonitas. - Bien mamá, los chicos echan de menos tu bizcocho de limón. Mamá rió y asentí. Mamá hacía el mejor bizcocho de limón del mundo. - Pues que vengan cuando quieran. ¡Esta tarde mismo si quieren! - Se lo diré ahora.- dijo Lucas riéndose. Mi madre era una mujer carismática y siempre dispuesta a hacer feliz al mundo, aunque éste esté en su contra. Terminamos de comer y miré la hora: las tres de la tarde. Subí a mi habitación trotando y dejé mi mochila encima de la cama. Miré mi móvil y vi que tenía 5 mensajes de Alberto. "¿Qué haces, amor?" "¿Por qué no contestas?" "Cómo no contestes en dos minutos, verás las consecuencias, Maia." "Me cago en la puta, Maia. ¿Te estás follando a un tío, no?" "Maldita puta" Miré los mensajes una y otra vez y las lágrimas aparecieron en mis ojos. Éste era mi novio, Alberto Martínez. Un universitario de 20 años, él cuál tiene problemas de ira y de autocontrol. Llevamos juntos 2 años y desde hace uno, me maltrata tanto psicológicamente como físicamente. Pero claro, ¿cómo se deja a una persona que tiene fotos tuyas íntimas y te amenaza con subirlas a Internet? Porque yo no lo sabía. Le contesté a los mensajes en una respuesta y empecé a meter las cosas a mi bolso para ir a su casa. "Cielo, lo siento. Me he dejado el móvil en casa mientras estaba en clase, voy para tu casa. Te amo. ❤️" Lo mandé y me colgué el bolso en el hombro. Bajé las escaleras trotando y miré a mamá que estaba en el sofá viendo la televisión. - Mamá, me voy a la casa de Alberto. Volveré pronto ¿vale? Te quiero.- dije besando su mejilla. - Lleva cuidado, cariño.- asentí ante su consejo y suspiré. Salí de casa y caminé a la casa de Alberto, qué quedaba a dos calles de la mía. Toqué el timbre una vez allí y en un segundo la puerta se abrió. Alberto me cogió del brazo metiéndome de golpe a la casa y ahogué un grito. - ¿Por qué coño no me mirabas los mensajes?.- preguntó furioso. Él vivía solo desde que se peleó con sus padres porque le dio un ataque de ira delante de mí y me golpeó. Ellos empezaron a discutir con él y los echó de casa. Y hasta el momento, no sé nada de ellos. - Alberto, estaba en clase.- dije diciendo la verdad. Él gruñó y me apretó la muñeca retorciéndola. - Zorra mentirosa. - Cariño te estoy diciendo la verdad, créeme.- dije al borde las lágrimas. Él me empujó al sofá y se subió encima de mi. Tiró mi bolso lejos y puso sus manos en mis pechos apretándolos bruscamente. - Esto es mío.- gruñó y bajó sus manos a mi parte íntima y desabrochando mi short corto.- Y esto también es mío. Tú eres mía, ¿te ha quedado claro? Asentí con miedo y acercó su boca a mis labios. Me besó y por costumbre, le seguí el beso. Su mano se adentró dentro de mi short y me lo sacó de un golpe. Subió mi camiseta bruscamente apretando mis pechos adoloridos, ya que yo me encontraba en plena ovulación. - Tócame.- gruñó cogiendo mi mano y poniéndola en su pene. Traté de apartar la mano y explotó furioso. - ¡He dicho que me toques, j***r! Su puño fue a parar a mi nariz, haciendo que esta me doliese cómo el infierno y explotara sangrando. - ¡Para! Grité. Él empezó a golpearme con su puño mi cara y dando golpes en mis muslos. - Ahora sabrás lo que es un hombre, maldita puta. Bajó su pantalón y de golpe —y sin preservativo— me penetró. Yo no era virgen pero que te penetrasen sin lubricación, y sin estar excitada, dolía y no poco. - Joder.- gruñí en voz baja. Él empezó a moverse dentro de mi salvajemente mientras notaba el dolor ahí. Mis lágrimas empezaron a salir y sollocé. - ¿Ahora lloras, no? ¡Cállate! Me dio una bofetada de golpe y me tapé la boca. Él gimió en mi oído y gruñió cuando estaba casi corriéndose. Sacó su pene de mí y se vino en mi estómago irritado por sus golpes. - Ya puedes irte, pequeña.- dijo besando mi frente. Estaba loco, muy loco. Me levanté adolorida y me vestí lo más rápido posible. Quería irme ya de ya.

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