También lo suspendieron sin explicación alguna.
Fue cambiado para la otra semana más arriba, y también cambiaron el lugar. Nosotros comentábamos que esto era una verdadera estrategia del gobierno para confundir los horarios y fechas de este concierto y mucha gente no pudiese ir debido a la propia beodez de la información que brindaban. Pero uno de los del barrio era primo de alguien en la banda de Carlos Varela y mediante el, estábamos empapados de cuando seria.
Lo pusieron para un lunes—quince día después de lo que creíamos—. Era una emoción muy grande ir, una de las pocas cosas divertida que podíamos vivir. Daniela se puso un pulóver n***o con una rosa amarilla en el pecho, un pantalón también n***o, colores que resaltaban más lo blanca que era. Bueno yo no me quedaba atrás, me puse un pulóver n***o cenizo, por lo usado y viejito, que decía metálica y una carabela rasgándolo, creo que he ido con él a todos los conciertos de rock en la Habana y aun no me explico como mi padre—del tendedero del patio— no me lo ha desaparecido.
Quedamos en encontrarnos con Donato, nuestro compañero de clases y casi vecino, — que por cierto nunca lo he visto ir con la misma novia a ningún concierto en los que hemos coincidido—. Era lo que se llama un gatillo alegre. Tenía a su favor dos cosas importantes, que era un mulato bien parecido, alto ,fuerte , de rasgos finos y lo segundo, que era muy simpático, —aparte que era amigo, sin hipocresías ni falsedad— por lo que disfrutamos mucho su compañía.
Ya caminando muy cerca del teatro Mella ubicado en la calle línea— uno de los principales teatros de la Habana y donde por fin seria— Faltando una cuadra para llegar, se veía y sentía el tumulto y bullicio de gentes. Decidimos hacer una vaca de quince pesos cada uno y comprar una botella de “Chispa de Tren”— esa bebida destilada clandestinamente que sustituía al Ron en el país, ya que estos como el Habana Club o Guayabitas del Pinar, eran vendidos solamente en dólar allá por las Diplotiendas— existiendo gente que le decían así “Ron” , una falta de respeto grave a esta palabra que se menciona en la historia por primera vez en Barbados en 1650. Jamás se podría comparar un líquido casero humeante por estar recién salido de la serpentina metalizada—a tal punto que teníamos miedo derritiera la botella plástica donde nos lo despacharon— con un relajante ron original. El caso es que lo destapamos para que enfriara rápido, sentándonos a beber pequeños sorbos en un muro, ya a las afueras del teatro. El objetivo, era agarrar una “nota” buena para cuando entráramos.
Estaba todo lleno de personas con melenas largas y chicas lindas con tatuajes, riendo felices de pertenecer a la pandilla del rock and roll, cada quien con su botella humeante o no, de chispa e’ Tren. Así bebimos, hablamos, reímos, Daniela y yo ,Donato, su chica—que por cierto no era lo simpática que él—una negrita bonita de cara, un poco sangrona y petulante, pero que también se disfrutaba todo, hasta más bien se embriago más rápido que nosotros. Andábamos como en el cielo, unos minutos después, comenzaron a llegar camiones de policías.
Un chico que los vio llegando les grito “Que esta fiesta no era de ellos que no estaban invitados ¡Malditos perros!”. Enseguida se bajaron cuatro policías y a empujones y golpes se lo llevaron a uno de los vehículos. Al rato logro sacar la cabeza y al verlo todos comenzamos a gritar y alentarlo.
Ya estábamos con cierta embriaguez y eso daba más valor para al menos mirar sin temor a esos esbirros. Cuando nos quedaban tres dedos en la botella se comenzó hacer la cola para entrar al teatro. Este tenía puertas de cristales grandes, las cuales fueron abordadas por cinco policías gigantes, los cinco de r**a negra, que parecían biznietos de King Kong. Estos revisaban a todos tanto lo que llevaban, —alguna mochila u otro bolso— como todo el cuerpo en un estricto cacheo.
No tenían piedad ni respeto, ni siquiera con las chicas, ellos mismos le revisaban hasta en sus partes íntimas. Cuando nos tocó a Daniela y a mí, la pasaron a ella al policía de la derecha, mientras me revisaban, quede mirando como lo hacían con ella, y ella me miraba a mí, Le lance un besito. Al terminar le dijo ¡Basto idiota! Este la miro y sonrió. Enseguida tome de su mano y busque a Donato que discutía con el policía que le quería quitar lo que quedaba de la botella de “Chispa”. Me acerque y le hice seña al policía que se quedara con ella y jale a Donato con la ayuda de su compañera— la cual cuando este fue a decirle: ¡Hijo de…! le tapó la boca y nos fuimos caminando apurados por un pasillo que tenía una alfombra roja muy chula y hasta sensual— Cuando entramos a la sala, todo se veía hermoso, aun con el telón bajo, nos sentamos en la octava fila de sillas del patio derecho. Casi a la mitad, tendríamos una vista más que espectacular.
Abrace a Daniela feliz de haberlo logrado, el que estuviésemos juntos en esto, en pasarla súper bien. Donato no perdía tiempo y se comía a su chica con besos cruzados de lengua y todo. A cada momento entraban chicos gritando su euforia y logro de estar en el recinto. Adentro también se veían policías, en la platea derecha había cuatro, y en la izquierda se observaban más. Por el anfiteatro se comenzaron a poner haciendo una especie de muro de contención, en la platea de palco tres por cada lado.
Ellos sabían lo que se avecinaba, ya cuando estaba todo lleno de risas gritos y amalgama de euforias, nos dábamos cuenta que estaban los músicos afinando sus instrumentos detrás del telón y esto hizo que paulatinamente el público presente comenzaran a bajar el volumen sintiendo esa expectativa de que en cualquier momento esa inmensa manta negra se levantaría.
Pasó más tiempo del que creíamos, pero finalmente comenzó a sonar a todo dar la canción “Como un Ángel”. El bajo, la percusión, las guitarras, todo era una invasión de sonidos espectaculares. La emoción era increíble y cantamos, rockqueamos de lo lindo. La algarabía se disparó cuando comenzó a tocar la canción Guillermo Tell. Un tema que no había que ser científico ni filósofo para saber que Guillermo Tell era el gobierno y el Hijo, este pueblo maltratado y hambriento. En una parte de la canción dice:
Guillermo Tell, tu hijo creció
quiere tirar la flecha,
le toca a él, probar su valor
usando tu ballesta.
Guillermo Tell no comprendió el empeño
pues quien se iba a arriesgar al tiro de esa flecha
y se asustó cuando dijo el pequeño
ahora le toca al padre la manzana en la cabeza.
Esta última frase, se escuchó al unísono— que estoy seguro, a la misma policía le causaría temor— Daniela lo gritaba a toda garganta y yo con ella, y entre tantas canciones, sudor y adrenalina, comenzó a tocar la canción “Leñador sin bosque”, una de mis favoritas y que considero con más profundidad ante la vida que llevamos en esta isla. Decía así:
Soy leñador nací detrás del molino.
Yo tuve un jardín que fue creciendo conmigo.
Años después un humo n***o en el cielo,
La Inquisición quemó mi bosque
Con fuego.
En la comarca de su majestad,
Todos repiten lo que dice el Rey,
Él les da el agua, él les da el vino y el pan,
Pero más tarde les cobra la ley.
Por eso vivo alejado del trono y el dragón,
Prefiero ser olvidado antes que hacer de bufón.
Soy leñador, leñador sin bosque.
Yo he visto al verdugo matar al juglar
Y a los herejes queriendo escapar.
Escúchame madre, yo te pido que
Antes que sea tarde comience a llover.
Inquisidores, qué me van a hacer
Si ya no quiero inclinarme a tus pies.
Soy leñador desde mi niñez
Y aunque no tengo bosque
Sueño con árboles….
Era todo muy emocionante, y aunque estábamos empapados y ya cansados, no queríamos terminara nunca. Carlos Varela se despidió de todos pero el infaltable “¡otra, otra!” Hizo que se quedara y tocara tres más, la última fue “Monedas al aire”, una canción donde la costumbre es lanzar a las tablas del escenario, una moneda —sea un peso, o veinte centavos o un centavo— pero era una tradición hacerlo. Daniela no tenía moneda y me pidió una, lo que conseguí fue un peso y se lo di. Cuando lo lanzo le dio en la cabeza a un chico que estaba en la silla de adelante. Reboto en el cráneo como si le diese a un maniquí y mi chica comenzó a disimular. Yo no pude aguantar la risa mientras tarareaba la canción. El agredido por la moneda de Daniela ni se inmuto, solo se rasco más o menos la parte del impacto, dando a entender que estaba más ebrio que nada.
Salimos del teatro muerto de la risa, agotado pero con ganas de no terminar. Donato propuso irnos para la playa, agarrar una guagua y perdernos para allá, pero como estaba la situación en la Habana, no habría transporte que nos llevara. No tuvimos más remedio que marchar hasta el malecón, y así hicimos. Caminamos por toda la calle Línea hablando del concierto y que partes nos gustó más. Corría una brisa muy deliciosa en la Habana y a medida que nos acercábamos al malecón era más intensa.
—Vamos a comprar un rifle (botella) — Propuso Donato sacando dinero del bolsillo para hacer otra vaca y comprar una botella de Chispa de Tren. Cada uno comenzó a sacar lo que quedaba, calculando el transporte de regreso a casa. Solo logramos de todo lo reunido, nueve pesos.
—Viste, nos falta el peso que le lanzaste a Carlos Varela— dije a Daniela que estallo en una risa desquiciada.
— ¡Bueno que más! — Agrego Donato haciendo una mueca — nos tomamos media…
Sabía este de una casa que lo vendía por el hotel Presidente, muy cerca ya del malecón. Era una amplia vivienda de columnas grandes, y un portal extenso. Antes del 59 debió ser un lujo tenerla, conservaba hasta parte de sus rejas originales y persianas. Pero el imperdonable pasó del tiempo, el salitre, la falta de recursos y un socialismo nada social por encima, hacía que uno actualizara la forma de verla. Con unas columnas agrietadas, persianas de madera ya corroídas, y pedazos de rejas oxidados, además de una triste luz de un bombillo amarillo que amenizaba las ruinas.
Donato soltó un silbido sin tener respuesta, luego lo hizo con más fuerza y por una de las tablas carcomidas de la ventana se vieron unos ojos buscando de dónde provenía el silbido. Sin mucho trabajo saco una mano huesuda por uno de los huecos e hizo señas de que esperara. A los cinco minutos salió un señor con la panza afuera y en short rascándose el ombligo. Donato no lo dejo llegar y le hizo seña con la mano de que media botella, el señor volteo y con la raja de las nalgas le, fue a buscar la bebida. No tardo mucho y apareció con sus chancletas arrastrándolas, siguiendo con la rascadera.
— ¿Esta buena? —pregunto Donato agarrando una botella plástica que originalmente fue de un refresco de litro y medio pero que portaba un líquido alcohólico más opaco y turbio que la primera que compramos.
—Tú sabes que lo mío es calidad chamaco — respondió el panzón—
La claridad del bombillo denunciaba un hombre más viejo de lo que pensé, incluso al hablar se notaba la ausencia de dientes. Pelo crespo y unos espejuelos con una sola pata. Mi abuela decía que las personas se parecían a su hogar, carro, o mascota, y este señor era gemelo con su casa.
—Pero no hay un probado, una pequeña pesquisa del producto comprado— Agrego Donato mirando la botella plástica.
— Tu siempre en lo mismo— respondió el señor observando por encima de los espejuelos— está bien ya te traigo para que lo pruebes, pero dame la pasta…
El viejo estiro la mano y dándole Donato los billetes, comenzó a caminar hacia la puerta contándolos, regreso con una jícara en su mano derecha.
— ¡Coño tú ves!... así está mejor – exclamo nuestro amigo agarrando la taza y bebiéndola en dos tragos haciendo un sinfín de muecas, mientras le devolvía el embace al viejo—
— ¿Te gusto? —pregunto mirando nuevamente por encima de los lentes que tenía en la punta de la nariz y con la misma soltando una carcajada.
— ¿Qué pinga es, cual es la risa? — pregunto Donato todo acomplejado e intrigado.
—Que ahí es donde tenía la dentadura mía para limpiarla del pan que me comí con huevo sancochado
El despiadado vetusto con la misma fue en retirada riendo a más no poder mientras que Donato nos miraba enfurecido sujetado de la reja.
— ¡Maldito Singao de mierda!— le dijo pero no a toda voz temiendo los vecinos se asomaran— ¡Un día de estos te voy a matar viejo hijo de puta…!
Diciendo esto último el viejo tiro la puerta de la casa y el ofendido muchacho comenzó a limpiarse la boca con la mano y escupir. Pidió la botella y se enjuago con un trago que escupió de una vez.
—Se acabaron los besos por hoy— Dijo la mulata con cara repugnada. El chico le contesto con una mirada de: ¡Vete P’a la Pinga!
Nos fuimos directo sin más escalas y callados hasta el malecón. — Allí la brisa era fuerte y más que fresca se tornada friolenta— Se encontraban muchas personas pasando la noche. A nuestra derecha tres parejas escuchaban a un señor tocar canciones de Silvio Rodríguez con su vieja guitarra. Del otro lado un grupo de muchachos que bebían y hablaban de que harían cuando salieran de Cuba.
Daniela y yo nos subimos al muro del malecón y nos acostamos uno al lado del otro. Donato se sentó y su acompañante acostada, apoyo la cabeza en las piernas de este. Comenzamos a pasar la botella uno por uno, Daniela no quiso beber más. Miraba las estrellas y decía cuanto me amaba, y yo a ella de inmediato. Hablamos de los planes para cuando viviéramos juntos y más aún como seria todo en los Estados Unidos trabajando, con hijos, comprándonos todo lo que quisiéramos.
Pasaban varias personas vendiendo cosas. Cucuruchos de maní, coquitos, hasta dos muchachos que pescaban con cañas proponían enérgicamente lo que acababan de sacar del agua. La noche era amena y muy hermosa, las estrellas se veían claritas y un barco que salía de la bahía anunciaba su partida haciendo sonar su sirena a toda la Habana. Momentos relajados así, eran muy escasos y por eso cuando sucedían, los disfrutábamos hasta el final. Bueno al menos Donato y yo porque las féminas quedaron dormidas entre la brisa que les acariciaba el cabello y el tanto de alcohol, más el agotamiento del concierto, era de entender. Mi amigo y yo quedamos hablando y terminando de tomar— en tragos lentos y cortos— lo que quedaba de la botella.
—Nuno, ¿no has pensado en irte? — Pregunto Donato mirando hacia el mar—
—No asere— respondí sin dudar— tengo a la vieja sola con mi papá, si es que le puedo decir así… y no podría dejarla abandonada con ese monstruo, sin contar que jamás dejaría a Daniela. —la mire de reojo pensando que escuchaba
—Tienes razón… pues yo si compadre. Yo estoy que si veo algún proyecto que me dé seguridad de llegar, me largo.
— Debes tener mucho cuidado Donato…
— ¡Asere es que esto ya no hay quien lo aguante… ¡De pinga! Yo no tengo a nadie que me ate aquí. Mi mamá se tira tres peos para mí. Más bien desearía que me fuese mañana mismo, todo para si llego, le mande dólares. Mi papá, camionero al fin y con ocho hijos regados por toda Cuba ¿Qué le importo?, entre alcohol y carretera uf. Además de mujeres van y mujeres vienen… — bajo más la voz para decirme esto último y señalando a la mulata con la punta de los labios— jevas en la Yuma es lo que se sobra.
Bebió de la botella y me la pasó, seguía con su mirada perdida en el mar. Entre tanto el intrépido viento despeinaba muy hermoso el cabello a Daniela y se lo recogí con cuidado para no despertarla.
—Creo que decirle a alguien que no se vaya de aquí es tan pecado o más, que decirle vete a esas aguas a ver. Porque tienes razón viejo, esto es invivible. — le dije
— ¡Y lo que se viene! — Dijo mientras le preguntaba la hora a una señora que vendía unos dulces caseros—
Eran las tres y media de la mañana, entre los dos aprovechamos a la mujer y le compramos cuatro dulces, dos de boniatillos y dos de coco que saco de una caja de cartón que originalmente fue construida para transportar latas de atún. Nos comimos él y yo los de coco y les guardamos los de boniatillos a las chicas. Teníamos mucha hambre, y lo único que había en nuestros cuerpos era chispa de tren. El bocadillo no era suficiente, pero ayudo.
Así estuvimos hasta que comenzaba a amanecer. Quedamos rendidos y nos despertó la sirena de otro barco que entraba a la bahía. La farola del morro se veía hermosa descubierta ya por el anuncio del rubicundo sol. La luz de su reflector guía, se notaba mucho menos. Es increíble que desde 1563 estuviese guiando a todos los barcos diciéndoles “Aquí estoy yo, no se equivoquen pasen por allí”, y jamás haya tenido un solo naufragio por su fiel orientación. Desde niño siempre admire esta hermosa farola a la entrada de la bahía. Y es que la Habana es preciosa, aun con sus desgracias con las agresiones departe de gente cruel que le maltrataba, la Habana ahí estaba con su estatus bohemio, con su magia. Era verdaderamente un anillo de oro puro, en el hocico de un cerdo.
Fuimos caminando debido a que ya no alcanzaba el dinero para los pasajes de alguna guagua que nos acercara hasta la casa. La compañera de Donato le reprocho que hubiésemos comprado los dulces, obteniendo una respuesta un poco grosera de parte de él. Lo cierto que nos fuimos por todo Prado para arriba—Si, ese paseo por donde se perdió en su globo Martin Pérez—con paso doble de lento que cuando fuimos al teatro a ver a Carlos Varela. El Paseo de Prado es una avenida en la Habana vieja construida en 1777, la cual en medio de toda la avenida posee un amplio paseo que fue realizado en 1928 por el arquitecto y paisajista francés Forestier. En el que construyo una hilera de bancos de mármol blanco a los extremos y muchas farolas de la época, además de ponerle ocho grandes leones de bronce por todo el paseo, leones que se convirtieron desde entonces en iconos de la ciudad.
Ya por allí se veían personas que iban rumbo a su trabajo, pasaban lo mismo por la avenida en bicicletas que a pie. En la parte izquierda de nosotros había un señor con una botella en la mano, el tronco del cuerpo acostado en un banco y el resto guindando hacia el piso. Seguimos caminando y a cuatro bancos de este señor vencido por la chispa de tren, había una pareja sentada uno frente al otro y ella con una pierna apoyada encima de él— Se estaban besando sin compasión—
— ¡Vente mi amor, vente!— dijo Daniela halándome prácticamente y cambiando bruscamente el caminar. Cosa que me desbalanceo un tanto y sorprendió más que nada, debido a que ella llevaba más cansancio que nadie.
— ¿Que pasa Daniela? — pregunte mirándola fijamente mientras trataba de ir al ritmo de su andar.
— ¡Mi amor nada! Que quiero acabar de llegar, estoy agotada —respondió pero no me convencía esto, más aun cuando me di cuenta que mientras me hablaba sus ojos miraban para el banco donde estaba la pareja. Donato que iba más atrasado que nosotros dos se detuvo a mirar y descubrir cuál era el nerviosismo de Daniela.
— ¡Coño, que talla más fula asere…! — Expreso llevándose la mano derecha a la frente—
Me detuve, molesto por tanta intriga solté la mano de esta y dirigí la mirada detalladamente para los que se besaban con tanta pasión tan mañaneros, que ni cuenta se daban que había cuatro personas cerca mirándolos. Enseguida reconocí la camisa celeste de mi padre, y como era el, — quien mientras se comían a besos a su compañera—, quedaba más de espaldas a donde estábamos pasando, fui buscando un mejor Angulo para distinguir bien al personaje masculino en ese festival de labios. En efecto era el, que en cuanto ella sintió la presencia nuestra trato de apartarlo, lo que su pareja rehusó ese rechazo y siguió luchando por comérsela — Hasta que se incorporó a ver qué pasaba—
— ¡Vaya, vaya, vaya!—dijo pasándose la mano derecha por su boca y cara, no se mostró para nada descubierto, ni mucho menos sorprendido—
—Renato Rodríguez… ¡Que mierda eres! — Le grite con la voz temblorosa, no de miedo, sino de la tanta rabia e ira.
— ¡Óyeme hijo de puta! A mí me respetas porque…— se incorporó para irme encima, pero su compañera le agarro—
—Si claro para ti la puta es mi mamá ¿verdad…? la puta que se la pasa arreglándote los botones de la camisita, planchándotela, inventando que cocinarte para que te sientas bien y no te molestes de que no hay nada, en esta mierda de país que tu defiendes a capa y espada y que hasta cómplice eres, ella lucha a diario, más para tenerte contento o al menos tranquilo y tengas algo en esa cochina barriga.¿ Y le haces esta mierda?
— ¡Te voy a partir la cara maricon!— se levantó, y pese a los esfuerzos de su amiguita de detenerlo, se fue encima mío. Yo quede quieto esperando el golpe pero justo cuando más cerca estaba Daniela se metió entre él y yo.
— ¡Déjelo tranquilo señor Renato! Pese a que quien comete el engaño y la falta es usted ¿va agredirlo…? Debería sentirse avergonzado como trata a su único hijo.
— ¡Como tienes de entrenada a la cachorra!— respondió de inmediato— no te metas gusanita… vete donde el cabron de tu padre, que algún día lo voy a j***r y meter preso ¡Quítate! —Le grito y empujo de un solo movimiento. El cuerpo robusto de él y el muy menudo de Daniela hicieron todo porque esta cállese de un lado—
— ¡Déjala a ella en paz maldito!— le grite empujándolo por el pecho con la mezcla de ira adrenalina y tristeza que me embargaba. Lo desbalancee pero cuando se incorporó me lanzo un manotazo a mano abierta con la parte posterior de la mano que pego, abarcando la boca y nariz, pero principalmente el mayor impacto se lo llevo la boca.
Sentí que todo era confuso y palpaba los latidos del corazón en mi cerebro. No repare dolor alguno, solo eso, mucha confusión y un letargo que aturrullaba mis sentidos. Tenía la presencia del sabor metálico de la sangre en los labios y mi reacción fue escupir. Me encontraba acostado en el piso con la cabeza encima de las piernas cruzadas de Daniela haciendo labor de almohada, mientras me acariciaba el cabello. Mire al frente mientras mi conciencia caía en lo que había pasado. Vi como la mujer con todas sus fuerzas jalaba a mi padre para llevárselo mientras este discutía con Donato y se decían cosas. Mi amigo le hacía señas retándolo de que le fuese para encima a él, que ahí estaba esperándolo. Pero el cuerpo robusto de mi padre fue convencido por unas palabras muy molestas de su amante, cuando esta le soltó de la mano y comenzó a caminar sola para irse. Él le cayó detrás, discutiendo y gesticulando se fueron cruzando la avenida.
Me fui incorporando, y ahora si comenzaba a doler el golpe. Donato y Daniela ayudaron a levantarme agarrando cada uno un brazo. Trate de sacudir varias veces la cabeza en un gesto de acomodar todo lo que estaba fuera de su lugar. Volví a escupir para ver si aún me salía sangre pero ya era menos. Comencé a caminar sin decir una sola palabra, Daniela se vino detrás de mí y Donato detrás de ella con su chica.
— ¡Asere cálmate! —Dijo mi amigo rompiendo el tenso silencio —yo sé que es de pinga, ese puro tuyo le ronca los cojones, pero tú tienes que calmarte porque ahí está la vieja tuya.
—Claro que si – agrego Daniela – él tiene que pensar en su mamá. Ya tu papa sabes qué es lo que da…
—Mira, los viejos de uno a veces salen rancios y malos, mira el mío, ese se ha Singao a media Cuba como te dije, tanto que mi mamá lo mando pa la pinga, y yo estaba tan chiquito cuando sus puterias que ya a los diez años ni me importaba si me iba a ver o no.
— ¡Coño… tremendo show! —Dijo la acompañante de Donato— esto parece una novela mexicana de las nueve p.m.
— ¿Qué pinga te pasa negra? — Respondió Donato con rabia respondió enseguida molesto y parando el paso— Esto no es ninguna novela, si tú no tienes problemas ni nada de eso, pues te vas pa’ la pínga…
—Pa la pinga te vas tu… come mierda— se defendió gritándole y con la misma se devolvió yéndose con una rapidez que parecía desmentir su trasnocho.
Donato continúo caminando y nos alcanzó, importándole un comino el destino de la chica. No hablamos más, Daniela entrelazo su brazo al mío y marchábamos callados hasta llegar a la cuadra donde vivía nuestro colega. Nos despedimos frente a su casa, no sin antes darme un fuerte abrazo y decirme: “macho ahí”. Seguimos a casa de Daniela que era a dos cuadras de allí. Cuando llegamos delante de su casa, ella apretaba mi mano para no dejarme ir y se abraco de mí férreamente
—No quiero soltarte nunca. — Me decía— te amo mucho mi Nuno, metete eso en el cerebro… y junto con eso mete en tu cabeza que cuentas conmigo y mi familia para lo que sea, porque ya tú y tu mamá son parte de mi familia… ve a casa lo más tranquilo que puedas, quiere más aun a la señora María Fernanda. Olvida las atrocidades que haga o no tu papá. Vive para cuidarla y solo preocúpate por ella.
No hable nada, nos besamos y mientras lo hacíamos sentí dolor en la parte golpeada, Daniela se sintió culpable de lastimarme, y a punta de labios me dio tres besos ladinos, pidiéndome luego de esto, que me pusiera algún hielo en cuanto llegara. Note como la señora Martha se asomaba por una de las ventanas y luego se volvió a meter. Ella comenzó abrir la reja de su casa y yo me quede mirándola hasta que entrara. Sin embargo se devolvió para darme otro abrazo y luego si entro. Cuando trancaba la puerta Salí caminando las cuatro cuadras que faltaban para llegar a mi agridulce hogar. Por el camino me encontré a dos personas conocidas que iban rumbo a su trabajo, ya el sol andaba picante—siendo tan temprano aun—lo que presagiaba el caluroso día que seria.
Ya en casa, mamá me tenía desayuno y un rico café —que había conseguido un poco de polvo para hacer—Al encontrarme con ella y recibir su abrazo y beso sentí muchos sentimientos revueltos dentro, más unas ganas de abrazarla fuerte y llorar. Se veía tan linda y guerrera arregladita como la situación la dejara, pero ahí estaba en pie con su fuerza interna a mil. Intente por todos los medios de que no me viese la parte golpeada, y dándome otro beso, salió a la fábrica de caramelos.
En ningún momento pensé decirle nada de lo sucedido, el tema de la epilepsia me ponía más nervioso que el hecho en sí y no quería saturarla de otro problema— el peso de esta seria duro para ella—Mejor aguantar como un varón hasta ver que sucedía en la vida de uno. Luego de terminar de desayunar un pan con aceite tostado en el sartén y el café, agarre un cubo de agua y me di un reconfortante baño. Me mire más de una vez el golpe dado, y el labio me dolía muchísimo aparte de que se ponía más hinchado.