El mayor de los «Lores B»
7 de Julio de 1815, Londres.
Mojigato, propio y anticuado. Así era exactamente como la mayoría de los aristócratas definía a Benedict Andrew Biraynolds, un Vizconde muy peculiar, mejor conocido como Lord Biraynolds, pues nadie osaba a darle un sobrenombre a su persona. El hermano mayor y cabeza de familia de la prole señalada como los «Lores B».
Intachable, distinguido, correcto, determinado, honorable y elegante, el ejemplo perfecto de lo que es ser un caballero, en todos los sentidos. Una figura famosa por sus muchos atributos, los caballeros le tenían envidia o lo elogiaban demasiado, las madres casamenteras lo tenían en el puesto número uno de sus listas de pretendientes para sus hijas, las damas viudas lo querían en su cama a toda costa y las jóvenes solteras se debatían entre babear por él o evitarlo a toda costa. Lord Biraynolds era tan guapo como sus hermanos más jóvenes: altura de metro ochenta y uno, cabellos lisos con ondas en las puntas y tan oscuros como la noche, piel pálida, espalda ancha, manos grandes, cuerpo atlético, mandíbula cuadrada, dientes blancos y alineados, nariz aristocrática, y lo que más impactaba de su físico era el tono violeta oscuro de sus ojos, que resaltaban majestuosamente entre sus largas pestañas.
Nadie conocía nada erróneo en su persona, era respetado por muchos, admirado por otros y existía quienes le tenían miedo; quizá lo único que empañaba su reputación era la frialdad que mostraba ante sus hermanos, y ante todo ser viviente, si hablamos con la verdad, pero al tener que lidiar con siete hermanos menores: seis hombres hechos y derechos, y una hermana en edad casadera; nadie lo culpaba por su actitud, tenían que ser encarrilados y ya que ninguno tenía padre, él se había acreditado aquella tarea desde la más temprana edad.
Un vizconde, era de lejos el rango más elevado en la jerarquía social, pero teniendo hermanos con todos los títulos existentes, que lo respetaban de cualquier manera y ante cualquier situación, se podía decir que era el vizconde con mayor influencia, tanto en la cámara de lores como en la alta sociedad londinense.
Era el hermano a cargo, quien todo lo supervisaba y al que todos acudían ante cualquier dificultad, claro que lo hacían en última instancia cuando ya habían ideado algún plan, con cualquier otro hermano, y fallado estrepitosamente, ya que sabían que si Benedict resolvía el problema en el que estuvieran, sea cual sea, esto vendría acompañado de una cantaleta y una mirada despectiva, si el problema fue absolutamente buscado (lo cual era factible en la totalidad de los casos), y quizá si no se encontraba muy de buenas (cosa que era muy probable) también los castigaría de alguna forma. Cualquiera pensaría que hombres de veinte y tantos años ya no tendrían que lidiar con castigos, escarmientos y sanciones pero por supuesto que sí sucedía, por lo menos en esa familia y más a menudo de lo que cualquiera se pueda imaginar. Las llamadas al despacho del Vizconde no eran bienvenidas con agrado por parte del resto de los Lores B, porque no auguraba nada bueno: alguna conversación incomoda, un recordatorio de algún deber que había sido olvidado, algún reclamo o sugerencia, que de sugerencia no tenía mucho, eran órdenes. Tal vez, quien se salvaba esporádicamente era Lady Josephine, por ser la única chica (indiferentemente no contaba como un «Lord B»), pero no era del todo afortunada en todas las ocasiones, también se llevaba sus buenas dosis de reprimendas, sanciones y recordatorios desde que había hecho su debut ante la sociedad, cuando comenzó a tener pretendientes y se había vuelto un tanto rebelde con todo el asunto de conseguir un esposo.
El apodo de «Lores B» provenía de dos razones en particular: una, el hecho de que la madre se llamaba Lady Belle Benson (de soltera); y dos, todos los títulos nobiliarios de sus esposos, y por lo tanto de sus hijos, comenzaban asimismo por dicha letra: Biraynolds, Blackwood, Blakewells, Baskerville, Brightwall, Beckmoore y Bellingham, por orden de nacimiento. El apelativo lo habían heredado de pequeños y ellos más que despreciarlo lo habían acogido de buena manera a medida que crecían. Se decía que Lady Belle lo había hecho a propósito, que no aceptaba las atenciones de ningún caballero carente de un título y mucho menos si este no comenzara por la letra «B».
Así que ellos habían transformado un apodo despectivo, que tenía toda la intención de herir la reputación de la familia y manchar el nombre de su madre, en algo digno de respecto, y ya que no compartían apellidos (a excepción de Josephine y Nathaniel quienes eran gemelos) esta era una manera idónea para emparentarlos. Pues, si colocábamos a los hermanos de esta prole uno al lado del otro en fila, nadie que no conociera la historia se imaginaria si quiera que eran familiares lejanos, debido a que sus aspectos eran diferentes, desde el color de sus cabellos, pasando por el color de ojos y hasta las estaturas eran heterogéneas.
Benedict era el primogénito de Lady Belle y el difunto Lord Biraynolds, procedente de un matrimonio arreglado que había durado muy poco. Él había heredado de su padre una buena suma de dinero, que había ido en ascenso desde que cumplió la mayoría de edad y pudo disponer de ella. Era un lord perteneciente a la más alta alcurnia pero creía en el comercio, en contra de las creencias de muchos de sus pares, y no se conformaba sólo con lo que ya tenía en sus arcas si podía incrementar esas sumas, así que realizó unas muy buenas inversiones y compró acciones de una empresa naviera, que casualmente pertenece a su hermano más próximo, Marcus, Marqués de Blackwood.
En noviembre del año en curso llegaría a la edad de treinta y un años, cualquiera diría que necesitaba esposa, pero en esos momentos a él eso no le importaba. Por supuesto, tenía la obligación de procrear un heredero, sabía cuáles eran sus deberes y como hombre tenía completa intención de llevarlos a cabo. Sin embargo, Benedict pensaba que debía finiquitar con todas sus responsabilidades antes de tener que encargarse de ese en específico.
La familia era algo importante para él y no quería verse atado a cualquier dama si debía pasar el resto de su vida junto a ella, no era como si no quisiera una esposa, aunque algo tenía que ver el hecho de que todas las mujeres que había conocido hasta el momento le parecían «demasiado algo», y ese algo no era precisamente algo bueno. No obstante, su madre no lo entendía y le daba pequeñas fichas, temporada tras temporada, con los datos “significativos” de las debutantes y las damas solteras que quedaban con quienes, según ella, haría una pareja excepcional, la situación era bastante calamitosa pero sabía que su madre tenía las mejores intenciones, aunque ser una casamentera no le sentaba muy bien y eso a él lo tenía al borde de la locura. Y ya que Marcus no se encontraba en el continente y James era viudo, él recibía toda la atención en ese particular aspecto, pues sus demás hermanos aún eran algo jóvenes para iniciar el fatídico camino de conseguir una esposa.
El asunto era que también existía algo más que debía hacer antes de definir su vida personal, pues había hecho una promesa que estaba obligado por el honor a cumplir y el tiempo se le agotaba a una velocidad increíble, así que esa era su prioridad. El reguero de papeles que tenía frente a él le recordaban que estaba a punto de fallarle a su mejor amigo: cartas de los padres de Andrew, el árbol genealógico de la familia Liney que tenía un puesto tachado con la cerilla de un cigarro, un mapa con algunos sitios ya visitados y otros por visitar, una lista de los amigos cercanos a la familia Liney y otra de los trabajadores más antiguos de los Condes de Knightmoore.
La frustración que sentía excedía todos sus límites, el dolor que aún no había logrado liberar, y que no se permitiría sentir hasta haber completado su misión, lo carcomían, además, se estaba quedando sin opciones y él estaba acostumbrado a controlar las situaciones, a que se hiciera lo que él decía como él quería en el momento que él lo decidía, y el estar frente a una situación que de lejos se salía de sus manos…
Era simplemente inconcebible