Capítulo III – Sombras nuevas
Lucas empezó a mirarla distinto.
No fue de un día para otro, ni con un gesto evidente. Fue algo que se fue filtrando poco a poco, como una corriente fría bajo la puerta. Al principio pensé que era simple timidez, una reacción natural de su edad. Pero con el paso de las semanas, noté una distancia distinta, más calculada, como si estuviera observándola con una mezcla de curiosidad y sospecha.
Una tarde de jueves, mientras Estela ayudaba a Iván a construir una torre con bloques de colores, Lucas la observaba desde el sofá. No decía nada, pero su ceño fruncido hablaba solo. Cuando ella se levantó para ir a la cocina, él me susurró:
—Papá, creo que Estela te miente.
Lo miré sorprendido.
—¿Por qué dices eso?
—Porque dice que no le gustan los gatos, pero el o
